Madrid tomará el testigo de Sídney: El mayor acontecimiento de evangelización del mundo
La XXIII Jornada Mundial de la Juventud, que Benedicto XVI ha presidido del 15 al 20 de julio en Sídney, se ha confirmado como el acontecimiento evangelizador más grande del mundo. Una inyección de esperanza también para la Iglesia en España, cuya capital acogerá en el año 2011 este encuentro, según anunció el Papa. El próximo jueves 31 de julio, Alfa y Omega publicará, en cuadernillo central, su Documentos nº 31, con todos los textos íntegros de los discursos y homilías del Papa en Sídney
El Santo Padre, que en una ocasión calificó Australia como el país más secularizado de las así llamadas sociedades occidentales, concluyó los encuentros juveniles presidiendo la celebración eucarística más multitudinaria de la historia del país: casi medio millón de peregrinos en un país de 20 millones de habitantes, en el que los católicos bautizados constituyen el 27,56 %. Antes de subirse al avión de regreso a Roma, en el aeropuerto internacional de Sídney, el Papa confesaba: «La Jornada Mundial de la Juventud nos ha enseñado que la Iglesia puede alegrarse con los jóvenes de hoy y estar llena de esperanza por el mundo del mañana».
Cuando en agosto de 2005, Benedicto XVI anunciaba Sídney como sede de este encuentro mundial, muchos no escondieron su escepticismo: pensaban que lograr la presencia siquiera de 50 mil peregrinos sería ya todo un récord para estas latitudes, a las que sólo se llega con billetes de avión demasiado caros para el bolsillo de un muchacho. La realidad ha refutado esos temores: sólo los registrados en las actividades diarias de esos días fueron 223 mil jóvenes, 113 mil de Australia y 110 del resto del mundo. Ningún otro acontecimiento ha reunido a tantas personas en este país, ni siquiera los Juegos Olímpicos de 2000. Ahora bien, el impacto que tuvieron estos muchachos fue muy superior: se calcula que mil millones de personas siguieron por televisión, aunque fuera fugazmente, algunos de los actos de la Jornada Mundial. Dos mil periodistas se acreditaron para cubrirlos.
El Espíritu, protagonista
«La Persona olvidada de la Santísima Trinidad», como le llamó el Papa, fue el protagonista de esta Jornada Mundial de la Juventud en estas tierras, bautizadas en 1606 por Pedro Fernández de Quirós, marino portugués al servicio de la Corona española, como Australia del Espíritu Santo. El lema de todos esos días era Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos (Hechos de los Apóstoles 1, 8). En la Vigilia culminante del sábado 19 de julio, cuando las estrellas brillaban sobre el hipódromo de Randwick, el Papa presidió una Vigilia en la que explicó a los jóvenes cómo él ha descubierto el papel, central para la vida, de la tercera de las Personas trinitarias. «Cuando todavía era pequeño, mis padres, como los vuestros, me enseñaron el signo de la Cruz y así entendí pronto que hay un Dios en tres Personas, y que la Trinidad está en el centro de la fe y de la vida cristiana», recordó. «Cuando crecí lo suficiente para tener un cierto conocimiento de Dios Padre y de Dios Hijo –los nombres ya significaban mucho–, mi comprensión de la tercera Persona de la Trinidad seguía siendo incompleta. Por eso, como joven sacerdote encargado de enseñar teología, decidí estudiar los testimonios eminentes del Espíritu en la historia de la Iglesia». De esta manera llegué a leer, entre otros, al gran san Agustín», que, tras un largo camino, «llegó a tres precisas intuiciones sobre el Espíritu Santo como vínculo de unidad dentro de la Santísima Trinidad: unidad como comunión, unidad como amor duradero, unidad como dador y don. Estas tres intuiciones no son solamente teóricas. Nos ayudan a explicar cómo actúa el Espíritu. Nos ayudan a permanecer en sintonía con el Espíritu y a extender y clarificar el ámbito de nuestro testimonio, en un mundo en el que tanto los individuos como las comunidades sufren con frecuencia la ausencia de unidad y de cohesión».
El Papa invitó a los chicos y chicas que le escuchaban sentados en el suelo, junto a sus mochilas, a invocar al Espíritu Santo: «Él es el autor de las obras de Dios. Dejad que sus dones os moldeen». Les añadió: «Al igual que la Iglesia comparte el mismo camino con toda la Humanidad, vosotros estáis llamados a vivir los dones del Espíritu entre los altibajos de la vida cotidiana. Madurad vuestra fe a través de vuestros estudios, el trabajo, el deporte, la música, el arte. Sostenedla mediante la oración y alimentadla con los sacramentos, para ser así fuente de inspiración y de ayuda para cuantos os rodean». Y concluyó: «En definitiva, la vida no es un simple acumular, y es mucho más que el simple éxito. Estar verdaderamente vivos es ser transformados desde el interior, estar abiertos a la fuerza del amor de Dios. Si acogéis la fuerza del Espíritu Santo, también vosotros podréis transformar vuestras familias, las comunidades y las naciones. Liberad estos dones. Que la sabiduría, la inteligencia, la fortaleza, la ciencia y la piedad sean los signos de vuestra grandeza».
Tras la adoración de la Eucaristía, el Papa se despidió de los jóvenes, que pasaron la noche acampados en la explanada del hipódromo. Se habían instalado cuatro tiendas para la adoración al Santísimo, que estuvieron permanentemente llenas durante la noche, preparadas por los Misioneros de la Caridad, la Comunidad del Emmanuel, el movimiento de Schönstatt, y el movimiento apostólico Youth 2000. Los que querían podían acercarse a un sacerdote a recibir el sacramento de la Reconciliación. Los que quería descansar se cubrieron con mantas, plásticos aislantes o tiendas de campaña para tratar de abrigarse del invierno australiano (unos 7 grados).
Profetas de una nueva era
En la mañana del domingo, el Papa presidió la Misa conclusiva de la Jornada, en la que confirmó a 24 jóvenes –doce de cada Estado australiano y otros doce del resto del mundo–, enviando a todos a ser profetas de la nueva era traída por Jesús, «en la cual el Espíritu Santo será derramado sobre toda la Humanidad. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza –dijo–. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas».
Así de claro lo dijo el Papa: «Queridos jóvenes amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la Humanidad. El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación». Añadió: «Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la Humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida».
«También la Iglesia tiene necesidad de renovación –les dijo también–. Tiene necesidad de vuestra fe, vuestro idealismo y vuestra generosidad, para poder ser siempre joven en el Espíritu».
Y añadió Benedicto XVI: «La Iglesia tiene especialmente necesidad del don de los jóvenes, de todos los jóvenes. Tiene necesidad de crecer en la fuerza del Espíritu que también ahora os infunde gozo a vosotros, jóvenes, y os anima a servir al Señor con alegría. Abrid vuestro corazón a esta fuerza».
Los jóvenes habían dado la bienvenida al Papa en el encuentro más multitudinario que ha vivido en su viaje a Australia: quinientas mil personas le esperaban en el embarcadero de Barangaroo, y en las diferentes orillas, a su llegada a bordo del barco de crucero Sídney 2000 con el que atravesó la bahía. El Papa aprovechó la ocasión para presentar la visión cristiana de la ecología, que no sólo tiene en cuenta el entorno natural, sino también el social. Recordando las estupendas imágenes de los paisajes que pudo apreciar durante sus 20 horas de vuelo de Roma a Sídney, comenzó lamentando las «heridas que marcan la superficie de la tierra: la erosión, la deforestación, el derroche de los recursos minerales y marinos para alimentar un consumismo insaciable. Algunos de vosotros provienen de islas-Estado, cuya existencia misma está amenazada por el aumento del nivel de las aguas; otros de naciones que sufren los efectos de sequías desoladoras». Ahora bien –aclaró–, al hombre no sólo le rodea un entorno natural, sino que existe también el entorno social, «el hábitat que nos creamos nosotros mismos». Éste también «tiene sus cicatrices; heridas que indican que algo no está en su sitio».
Ejemplos de esta degradación son, por ejemplo, «el abuso de alcohol y de drogas, la exaltación de la violencia y la degradación sexual, presentados a menudo en la televisión e Internet como una diversión. Me pregunto cómo uno que estuviera cara a cara con personas que están sufriendo realmente violencia y explotación sexual podría explicar que estas tragedias, representadas de manera virtual, han de considerarse simplemente como diversión», confesó el obispo de Roma.
Esta crisis de la ecología natural y de la ecología social el Papa la atribuyó al hecho de que «la libertad y la tolerancia están frecuentemente separadas de la verdad». Dijo a continuación: «Esto está fomentado por la idea, hoy muy difundida, de que no hay una verdad absoluta que guíe nuestras vidas. El relativismo, dando en la práctica valor a todo, indiscriminadamente, ha hecho que la experiencia sea lo más importante de todo». Invitó a los jóvenes a no dejarse «engañar por los que ven en vosotros simplemente consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección en sí misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad».
Reflexionó sobre «el lugar que ocupan en nuestra sociedad los pobres, los ancianos, los emigrantes, los que no tienen voz». Y prosiguió: «¿Cómo es posible que la violencia doméstica atormente a tantas madres y niños? ¿Cómo es posible que el seno materno, el ámbito humano más admirable y sagrado, se haya convertido en lugar de indecible violencia?».
Mil sacerdotes impartieron durante esos días el sacramento de la Confesión. 100 mil peregrinos durmieron en 400 escuelas y parroquias, y más de 12 mil peregrinos residieron en el Parque Olímpico de Sídney durante la semana. 40 mil peregrinos fueron acogidos por las familias. Toda la organización fue garantizada por 8 mil voluntarios.
Como se puede ver, la Jornada de la Juventud inventada por Juan Pablo II sigue teniendo esa misma fuerza evangelizadora con Benedicto XVI. No sorprendió, por tanto, el entusiasmo de los jóvenes españoles cuando el Papa, antes de despedirse de los jóvenes, anunció a Madrid como su próxima sede. Al igual que ha sucedido en otros países, también para la Iglesia en España habrá un antes y un después de Madrid 2011.