Mª Teresa Perales es la nadadora con más medallas olímpicas, las mismas que Michael Phelps. «No cambiaría mi vida actual por volver a caminar» - Alfa y Omega

Mª Teresa Perales es la nadadora con más medallas olímpicas, las mismas que Michael Phelps. «No cambiaría mi vida actual por volver a caminar»

Al leer la historia de María Teresa Perales, cualquiera puede pensar que está hecha de otra pasta: a los 15 años, perdió a su padre; a los 19, una neuropatía la dejó en silla de ruedas; a los 20, empezó a nadar; a los 23, ganó su primera medalla, y ahora, con 36, se ha convertido en la nadadora con más medallas olímpicas de la Historia, junto a Michael Phelps. Además, es madre y ha escrito un libro… Al hablar con ella, uno cae en la cuenta de que, en realidad, no ha sido creada con un material especial, sino que su secreto está en haber decidido vivir la vida en plenitud, como merece ser vivida, mirando a lo Alto y hacia delante. «Si te pasas la vida mirándote el ombligo, te vuelves egoísta, y eso nunca te hace feliz», dice

José Antonio Méndez
María Teresa, el 8 de septiembre, cuando ganó el Oro en los Juegos Paralímpicos de Londres. Era su sexta medalla olímpica en estos Juego y la 22ª de su palmarés.

El 29 de diciembre de 1975, María Teresa Perales nacía en Zaragoza, como una niña más. Muy pronto el dolor le enseñó los dientes: a los 15 años, se quedó huérfana de padre; y a los 19, le diagnosticaron una neuropatía que terminó por sentarla en una silla de ruedas. Como es natural, aquellos primeros momentos no fueron fáciles, aunque «enseguida me puse a la marcha, pensando que tenía una vida diferente, a la que tenía que acomodarme y ver cómo salir adelante». A los pocos meses, durante una reunión familiar en verano, su hermano y su tío le pusieron un chaleco salvavidas y le ayudaron a meterse en una piscina: «Yo siempre había hecho algo de deporte, aunque nunca había sido buena en nada. Antes de quedarme en la silla sólo me había tirado a la piscina alguna vez, y a chapotear, nunca había cruzado una piscina entera, porque eso requería mucho esfuerzo», dice. Sin embargo, aquel día «sentí una sensación de libertad enorme al meterme en el agua, y poco tiempo después me apunté a un club de natación de Zaragoza para hacer ejercicio. El primer día me apuntaron al equipo para competir».

De eso han pasado ya 16 años, y ahora, a sus 36, María Teresa es la nadadora que más medallas olímpicas ha cosechado en la Historia, 22, las mismas que el estadounidense Michael Phelps. Además, ha ganado 11 medallas en campeonatos del mundo y 14 en campeonatos europeos, ha batido 6 records mundiales y otros 6 records de España, y fue la abanderada de la delegación española en los pasados Juegos Paralímpicos de Londres. Con todo, su mayor tesoro no es ningún Oro, sino su hijo Mariano, de dos años, fruto de su matrimonio.

Su historia es la mejor muestra de que no hay problema, por grave que sea, que no pueda ser superado: «La silla no es lo peor que me ha pasado en la vida, porque aquí, lo único que no tiene solución, es la muerte. Pero si te pasas el día quejándote y mirándote el ombligo, te vuelves un egoísta y eso nunca te hará feliz», explica.

Por eso, ella ha preferido mirar en dos direcciones: hacia delante, y hacia lo Alto: «Yo no necesito levantarme de la silla para caminar, simplemente camino de otra manera. No es nada especial, es que esto es mi vida, y gracias a que soy como soy, tengo un hijo maravilloso que no cambiaría por nada del mundo y que, quizá, si no me hubiese quedado en la silla, no lo habría tenido. Además, siempre he recibido el apoyo de mi familia, que han hecho una apuesta incondicional por mí, y me han hecho creer que podría conseguir lo que me propusiera. Yo creo en Dios y rezo todos los días, aunque es cierto que lo hago un poco a mi manera. Nunca he buscado echarle la culpa a nadie de mi situación, porque, aunque no te des cuenta al principio, con el tiempo compruebas que todo pasa por algo, y quizá yo tenía que quedarme en la silla para darme cuenta de que sabía nadar y de que podía ganar medallas. Tengo muchos motivos para darle gracias a Dios, y sé que no cambiaría mi vida actual por volver a caminar».