M.ª Rosario Ríos: «La vida consagrada no es una ONG» - Alfa y Omega

M.ª Rosario Ríos: «La vida consagrada no es una ONG»

Ante la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, la presidenta de CONFER analiza el papel de los religiosos durante la pandemia, la crisis de vocaciones y el futuro porque, afirma, «la vida religiosa tiene futuro»

Fran Otero
María Rosario Ríos
María Rosario Ríos es, además, la superiora de la provincia de España de la Compañía de María. Foto: ITVR.

¿En qué pone el foco la Jornada Mundial de la Vida Consagrada [2 de febrero] de este año?
En tres aspectos. En primer lugar, la realidad de un mundo herido, del que somos más conscientes. También la clave de la fraternidad, no solo como experiencia de comunidad, sino que va más allá. Y se hace eco de la Fratelli tutti.

La COVID-19 lo ha marcado todo.
La pandemia supuso para toda la sociedad reconocer que lo de unos afecta a otros y que estamos llamados a cuidarnos. Para la Iglesia, supuso cuidar y hacerse responsable de otros, y ser uno de tantos. Luego, los religiosos han intentado responder a la realidad desde lo propio, han buscado nuevos modos y han desplegado mucha creatividad para llevar a cabo la misión apostólica.

El virus también los ha golpeado con mucha fuerza, con varios cientos de fallecidos.
Y nos sigue afectando a pesar de los cuidados. Como decía, estamos como uno de tantos, con las mismas dificultades, peligros, inseguridades, con la muerte…

Pero han estado ahí.
Cada uno lo ha hecho en lo que es propio de su carisma: en el cuidado a los mayores, en la atención a niños, en la acogida… También colaborando con otras realidades eclesiales como Cáritas. Los religiosos han respondido a las necesidades.

¿Se sienten reconocidos?
Si la gente es honesta, sí reconoce que la Iglesia ha estado y está ahí, y que está con los que lo tienen peor. En niveles cercanos seguro que sí. En otros, no sé si importa.

¿Puede esta presencia ser germen de vocaciones en un momento de gran escasez?
Nadie puede reconocerse en una vocación si no la ve y, en este sentido, puede ayudar. Pero la vida consagrada no es una ONG, no es solo para hacer el bien, pues tiene sentido más allá de lo que podamos hacer. Eso sí, se expresa en lo que hacemos. Me refiero a la motivación honda del Señor Jesús y del Evangelio; desde ahí, se da la vida. Quizás esto pueda ayudar a que haya gente que se lo plantee, pero lo que sí está poniendo de manifiesto es que la vida solo tiene sentido si es para los demás.

¿Puede esta situación acercar más a Dios?
Posiblemente, porque puede acercar a la persona a lo hondo, a la profundidad de la vida. Si tocas lo hondo, te puedes acercar a Dios.

«Aceite y vino para las heridas»

El mundo está «herido» y «en gran parte de nuestro planeta, la herida supura sin descanso, noche y día». Es el diagnóstico de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, que en su mensaje para la XXV Jornada de la Vida Consagrada —que se celebra el 2 de febrero con el lema La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido— habla de forma concreta del «hambre, la indigencia, la guerra, la persecución o la explotación». No son cosas «del pasado, siguen teniendo rostro concreto en tantos que están apaleados al borde de los caminos», aunque «muchos pasemos de largo».

A estos rostros, continúan los prelados, «se unen hoy» el de «los afectados por la pandemia de la COVID-19», el de «las víctimas de la degradación acelerada del planeta», o el de «las personas que han sido abusadas y violentadas en su dignidad y en sus derechos fundamentales».

Y ante «todas esas cunetas de nuestra sociedad», los consagrados, «encuentran a Cristo sediento, maltratado, abusado, extranjero; en todos esos abismos de la humanidad se arrodillan y se entregan, haciéndose prójimos de cada uno sin excepción». De esta forma, los consagrados son «parábola de la fraternidad humana» y de la «fraternidad divina». Ya sea «en el rincón más inhóspito de una barriada o en el coro más bello de cualquier monasterio» —concluye la comisión—, los consagrados «se convierten en aceite y vino para las heridas del mundo».

¿Tiene futuro la vida religiosa?
Tiene futuro porque Dios sigue llamando, porque Jesús sigue cogiendo el corazón de hombres y mujeres. Si el futuro lo ponemos en los números, dependerá de los contextos. Pero si lo ponemos en el sentido, en que va a haber hombres y mujeres que con creatividad buscan seguir al Señor, no lo dudo. Tiene futuro más allá de lo funcional.

Las congregaciones viven en los últimos años una conversión o transformación: con cierres, menos presencia, reestructuraciones…
Si llevamos a cabo una transformación de estructuras para potenciar la vida y la misión, por muy dolorosa que sea está bien orientada. Creo que ser menos en el contexto europeo nos está ayudando a ser más humildes y a recordar algo que la fuerza está en el Evangelio. Esto ha potenciado la creatividad y generado caminos nuevos en el trabajo entre congregaciones, en redes intraeclesiales y con gente no creyente, pero que lucha por lo mismo. Ha sido reducir, pero también multiplicar.

¿Qué prioridades tiene CONFER para los próximos años?
Seguir acompañando a las congregaciones más pequeñas y frágiles. Además, estamos iniciando un proceso para analizar cómo servir mejor a la vida religiosa en la realidad de hoy, para que despliegue su misión y conecte más con la sociedad.

Se habla mucho de la misión compartida con los laicos y de los proyectos entre congregaciones.
Precisamente, estas son dos líneas que intuimos van a salir en este proceso.

¿Tienen los laicos una mayor responsabilidad en las congregaciones?
La misión compartida va más allá de la responsabilidad que tienen muchos laicos. Tiene que ver con compartir el carisma, y este es un aspecto importante que hace que pueda haber misión compartida sin estar trabajando en proyectos propios de la congregación, pero sí en líneas de evangelización.

En línea con el papel de los laicos, el Papa ha reconocido por derecho el acceso de las mujeres a los ministerios de lectorado y acolitado. Las religiosas ya lo hacen, ¿no?
Es bueno incorporarlo al derecho, pero es algo que muchas religiosas hacen como servicio eclesial y evangelizador y sin tener reconocimiento. Solo porque es importante para la comunidad. De todas formas, todos nos tenemos que hacer responsables de aquello que le hacemos llegar al pueblo de Dios, porque para mucha gente el único ámbito en el que puede escuchar la Palabra de Dios es la parroquia y la Misa. Lo que llega ahí marca.

¿Cómo es la relación con los obispos en la actualidad?
Hay un camino recorrido en los últimos años muy positivo. Estamos caminando bien, con reuniones periódicas. He percibido el aprecio y la cercanía de obispos por la vida consagrada.