Luis Peralta: «La Iglesia se quedó desnutrida al independizarse de Portugal»
El salesiano español Luis Peralta llegó a Cabo Verde en 2002, después de sentir la llamada a la misión. Allí dirige el colegio de su congregación en Mindelo, en la isla de San Vicente, la segunda más grande del país.
¿Qué le llamó más la atención al llegar a Cabo Verde?
Lo mejor son las personas y su acogida. Hasta tienen una palabra para ello, morabeza. También son personas inteligentes, que gozan aprendiendo, con gran capacidad de trabajo y empeño. Hay chavales a los que, a pesar de la falta de medios, les encanta leer y aprender.
¿Su principal labor allí es la educación y la pastoral juvenil?
Tenemos un colegio de 1.450 alumnos que es una referencia. Ahora estamos más centrados en él, porque cuando yo llegué teníamos a nuestro cargo la parroquia que abarcaba toda la isla, con 90.000 habitantes. Después de la independencia, en 1975, muchos sacerdotes volvieron a Portugal y la Iglesia se quedó un poco desnutrida. Pero a partir de la creación en 2003 de la nueva diócesis de Mindelo hubo una primavera. Vinieron religiosos, la parroquia se transformó en tres y pasó a sacerdotes diocesanos.
Cabo Verde es un país mayoritariamente católico. ¿Se mantienen los frutos de la evangelización portuguesa?
Es un punto estratégico entre África, Europa y América, y en los muchos barcos que pasaban por aquí venían misioneros. La diócesis de Santiago, creada en 1533, fue la primera en África occidental. Hay restos de la primera catedral y vestigios góticos. Se está haciendo un gran esfuerzo por recuperar el patrimonio, aunque los piratas destruyeron mucho.
Desgraciadamente, al mismo tiempo fue puerto de salida de esclavos africanos. ¿Ha dejado heridas?
Ya ha pasado mucho tiempo. Noto una naturalidad en aceptar su historia como una riqueza, con dificultades y límites que se han ido superando poco a poco. No existe ese malestar que podemos encontrar en otras culturas.
¿Cómo se vive la fe?
La gente es religiosa, aunque las celebraciones son más calmadas que en otros países de África. Aquí no hay danzas, por ejemplo. El pueblo, a pesar de ser africano, se considera atlántico. Las costumbres son más europeas, aunque hay actos culturales con músicas y bailes típicos. En la Misa estamos incorporando el criollo de cada isla.
En Cabo Verde se llama la undécima isla a Europa, donde viven más caboverdianos que en todo el país. ¿Qué supone esto para la sociedad?
Las remesas son una de las grandes fuentes de ingresos del país. La gente viaja en avión a los sitios donde tiene familiares, con su visado. Luego hay gente que se queda y consigue un trabajo. Pero hay muchas dificultades para conseguir el visado, y las familias pobres hacen un gran esfuerzo económico. Muchas están divididas, porque al principio se va el padre, o padre y madre, y los hijos se quedan aquí con una abuela o una tía. Cuesta separarse, pero los chicos están habituados.
¿Qué desafíos sociales existen?
Hace mucha falta la promoción humana: alfabetización y reforzar la formación. No hay muchos libros ni manuales. Estamos abriendo un oratorio en las afueras y tenemos la mirada puesta en crear una escuela profesional, porque la que teníamos cerró por falta de recursos.
¿Cómo es políticamente? Desde África muchas veces solo llegan noticias de dictaduras, golpes de Estado, corrupción…
Cabo Verde es un país estable. Es una buena democracia, con transparencia, y las elecciones se llevan a cabo con normalidad y seriedad, aunque siempre hay luces y sombras.
590.000
Católicos, 77,3 %, y protestantes, 4,6 %