Luis Marín: «León XIV no tiene una visión de la sinodalidad política sino eclesial»  - Alfa y Omega

Luis Marín: «León XIV no tiene una visión de la sinodalidad política sino eclesial» 

El subsecretario del Sínodo de los Obispos es amigo desde hace tiempo de Roberto Prevost. Subraya que «está en perfecta sintonía con Francisco» pero tiene «una personalidad más reflexiva, más precisa»

María Martínez López
El subsecretario del Sínodo (izquierda) con Robert Prevost antes de convertirse en León XIV
El subsecretario del Sínodo (izquierda) con Robert Prevost antes de convertirse en León XIV. Foto cedida por Marín.

¿Cómo vivió el jueves el momento del anuncio del nuevo Papa?
Bajé a la plaza de San Pedro y estuve con la gente cuando salió la fumata blanca y estuve en la calle un rato, sintiendo la emoción de la gente. Luego subí a nuestra casa de los agustinos, que da directamente a San Pedro, para seguir bien el momento histórico del inicio de un nuevo pontificado. Ahí, junto a varios hermanos de mi comunidad, escuché el anuncio y el discurso. Ya estos últimos días se comentaba la posibilidad que nuestro hermano Roberto fuera elegido. Pero era eso: posibilidad. Al escuchar al cardenal protodiácono el nombre de «Robertum Franciscum» fue una explosión de alegría, nos abrazamos con una emoción profundísima y, al mismo tiempo, agradecida, porque el Señor guía a la Iglesia. Creo que es la persona justa para este momento del mundo y de la historia.

¿Le conoce desde hace tiempo?
Nos conocimos personalmente cuando fue prior general de la Orden de San Agustín, a la que pertenezco. Primero en sus visitas a España. Luego me llamó a Roma en 2008 para ocuparme del archivo general de la orden y colaborar en diversas actividades. Convivimos juntos durante cinco años y tuvimos mucha relación, cotidiana. Luego, siendo obispo de Chiclayo, me llamó un par de veces a su diócesis para colaborar en la formación permanente al clero. Ya de prefecto del Dicasterio para los Obispos, en Roma, continuó la convivencia porque venía todos los días a nuestra casa a rezar laudes y celebrar la Eucaristía y también a comer. Él tiene un corazón muy agustino y para nosotros la comunidad es esencial. Es muy cercano y sensible a lo comunitario. Para mí Roberto Prevost ha sido un hermano. Ahora es un padre de todos.

Uno de muchos rasgos compartidos con Francisco.
Los dos son religiosos. Estoy seguro de que va a seguir la línea trazada por Francisco, las puertas que ha abierto y sus grandes intuiciones, pero con su propia personalidad. No puede ser una copia de Francisco. Esto significa que la Iglesia va a seguir avanzando, pero con el estilo propio de cada uno. Esto es bonito y una gran riqueza. Continuidad desde la diferencia.

¿Cuál es ese estilo propio suyo?
Es un hombre muy capaz, con una gran formación y una mente muy bien amueblada. Tiene un gran conocimiento de la Iglesia y de su universalidad, de esa variedad de culturas, de sensibilidades. Es un hombre de unidad y comunión, que sabe escuchar y dialogar. Es de integración, nunca de confrontación. Personalmente sencillo, acogedor, trabajador y esforzado. También una persona de nuestro tiempo, que lleva al mundo de hoy lo que han sido las intuiciones y la eclesiología del Concilio Vaticano II.

Es asimismo alguien que sabe discernir escuchando a todos. Tiene una gran capacidad de liderazgo y es muy sensible a la dimensión social, a la paz y la justicia. Está dotado de espíritu misionero, profundo, valiente, dinámico. En el precioso discurso desde el balcón central de la Basílica, recién elegido, tenemos perfectamente reflejado a Roberto Prevost. Un detalle importante es que llevaba escrito el texto, lo preparó para decir exactamente lo que quería transmitir. Ahí están las grandes líneas de lo que es su pensamiento y lo que sin duda será su pontificado.

Quizá tiene una personalidad menos espontánea que Francisco, más reflexiva, más precisa en algunos aspectos. Pero no se va a producir una ruptura, es una continuidad. Están en perfecta sintonía pues era un hombre de confianza de Francisco.

Una de las líneas de las que habló en ese discurso fue la sinodalidad. ¿Cómo la ha vivido y aplicado hasta ahora?
Ha sido siempre un hombre profundamente sinodal. Primero por su formación teológica y agustiniana, pues tenemos en nuestros genes la sinodalidad, la comunión, la escucha, la corresponsabilidad y el impulso evangelizador. Ha llevado a cabo esas intuiciones primero en sus responsabilidades en la Orden de San Agustín, luego en Chiclayo, donde al iniciarse el proceso sinodal me llamó para mantener una serie de encuentros telemáticos con el clero y ver cómo se podía potenciar. Reforzó las estructuras de corresponsabilidad y cuidó algo de lo que se habla tanto pero que es clave para la sinodalidad: la formación.

En esa diócesis sucedía a un obispo de otro carisma, el Opus Dei, y lo hizo sin que se creara ninguna tensión. Es un hombre de comunión, de integración de sensibilidades. Eso le hizo ser muy querido.

¿Y en el Vaticano?
Uno de los criterios de la selección de obispos que se ha estado aplicando ha sido la sensibilidad sinodal en los candidatos. Hacia dentro de la Curia, ha participado en varios de los diez grupos de estudio que se crearon. Por ejemplo, conmigo estuvo en el que estudia la relación entre obispos y religiosos. Siempre muy disponible para aportar y colaborar, con gran sencillez y amor a la Iglesia. Refleja un alma sinodal. Por último, participó en las dos sesiones de la Asamblea General del Sínodo con intervenciones muy sensatas siempre, de forma clara y orientadora, desde el amor a la Iglesia y la serenidad, buscando siempre la comunión.

Al mismo tiempo, participó en el diálogo para encauzar los excesos del Camino Sinodal alemán.
Esta cuestión, a veces sacada de quicio por la prensa, ha encontrado en él un interlocutor sereno y fiable. Y vemos como se han serenado las aguas. Busca más lo que une que lo que divide y abre procesos desde una mirada amplia y desde una buena base doctrinal. Desde el común amor a la Iglesia. Ve en el otro a un hermano, no a un contrincante.

Tiene las ideas muy claras en la línea de la eclesiología de la Lumen gentium del Vaticano II. La suya no es una visión de la sinodalidad sociológica o política sino profundamente eclesial. Hay que superar la Iglesia piramidal, clericalista y de poder; también el otro extremo de Iglesia asamblearia, donde todo es lo mismo y se diluyen los carismas y vocaciones.

Ahora le toca darle continuidad como Pontífice.
Hablaremos con él porque como tal es el presidente del Sínodo. Veremos si hay que hacer algún ajuste en el programa establecido por Francisco respecto al proceso de acompañamiento en la etapa de implementación del Sínodo que tenía previsto acabar con una Asamblea Eclesial en 2028.

¿Encaja en este equilibrio el haber recuperado, por ejemplo, la muceta y la estola para salir a saludar? ¿Los sorprendió?
Para el Papa, el hábito coral para los momentos solemnes es ese, roquete, muceta y estola. Francisco decidió no utilizarlo nunca, fue su opción. León ha recuperado lo que está establecido. Como decía, nadie es copia del Pontífice anterior. Lo que sí me sorprendió fue el nombre. Veo en él esa conexión con León XIII, un Papa profundamente social, con una visión clara de los signos de los tiempos. Supo ver los retos del mundo desde una perspectiva profundamente eclesial, de largo alcance. Por otro lado, fue un Papa con una gran cercanía a la Orden de San Agustín.

Un pilar del Sínodo, con la comunión y la participación, es la misión.
León XIV es un hombre de un sólido espíritu misionero, de vivencia y testimonio del Evangelio, propio de una Iglesia que lleva la alegría de Cristo al mundo de hoy. Con valentía y en comunión. Con paciencia y esperanza. Dando pasos concretos, decididos, creativos. Será una de las claves de su pontificado.