Los supervivientes al asesinato de 170 cristianos en Nigeria: «Aún hay rehenes»
Michael Gobal Gokum es obispo de Pankshin, la diócesis atacada. Resalta que aún es muy peligroso visitar los pueblos asaltados
«Nuestra tierra es fértil y buena y pensamos que los atacantes quieren desplazar a la gente para ocupar el terreno. En otros pueblos ya han ocupado las casas», cuenta a Alfa y Omega Michael Gobal Gokum, obispo de Pankshin, la diócesis nigeriana donde fueron asesinados al menos 170 cristianos del 23 al 26 de diciembre en un ataque coordinado por terroristas de la etnia fulani contra 26 aldeas agrarias durante las fiestas de Navidad.
Los atacantes, pertenecientes a un grupo nómada dedicado al pastoreo, «han quemado las cosechas y ahora pastan allí sus vacas». «Van a destrozar nuestra tierra», lamenta Gokum, quien insiste en que habría lugar para ellos si vinieran en son de paz. «No es necesario desplazar ni matar a nadie. Si te gusta este lugar, ven y compra una casa».
El obispo de Pankshin cuenta que él y sus feligreses «estamos rezando por todas las víctimas». Pero «aún no hemos visitado los pueblos afectados porque está desaconsejado». Añade que «aún hay rehenes» y, «aunque ya se ha enterrado a algunas personas», todavía no ha podido hacerse con todas. «Si vamos a esos lugares no sabemos si nos atacarán», apunta el prelado. Añade que, si se desplazara a los pueblos, le gustaría hacerlo con recursos para reconstruirlos y atender las emergencias. «Lo que más necesitan es comida y ropa. La gente no tiene bienes suficientes para sobrevivir. No puedo ir con las manos vacías».
Gokum, quien es obispo en Pankshin desde hace casi diez años, lamenta que «todos los años hay ataques así, la gente puede decírtelo». Siente su tierra abandonada por el Gobierno, «que tiene que protegernos y cuidar de la gente, pero no ha hecho absolutamente nada». Y condena la impunidad con la que grupos terroristas «llegan aquí, matan a la gente y se van».
Se consuela subrayando la unidad entre los cristianos a raíz de los ataques, así como «también de muchos musulmanes buenos». «Es el Gobierno quien no se está comportando correctamente», protesta.
«El objetivo era infligir dolor a los cristianos»
Según ha confirmado a Ayuda a la Iglesia Necesitada Andrew Dewan, sacerdote y director de Comunicación de la diócesis de Pankshin, los ataques terroristas de los fulani en Navidad estaban dirigidos «específicamente contra los cristianos». «En las comunidades donde los cristianos viven codo a codo con estos pastores, no se vio afectada ninguna persona no cristiana y no se quemaron casas fulani», sostiene.
El primer pueblo atacado el 23 de diciembre fue Mushu, donde 18 personas fueron asesinadas. La comunidad rural vecina de Tudun Mazat fue la siguiente. Los atacantes dispararon a los vecinos y quemaron las casas, cosechas, iglesias y clínicas. El padre Dewan había estado allí esa misma mañana «para la Misa de Navidad con la comunidad católica». Tras incendiar Tudun Mazaz, «los terroristas fulani bajaron a Maiyanga, matando a 13 personas», añade el sacerdote, quien recuerda que «otras 20 comunidades fueron atacadas esa noche».
Los perpetradores vienen del Sahel, antaño tierra de pastoreo pero ahora cada vez más desertificada. Una crisis climática que ha hecho que los grupos más violentos ataquen la franja central de Nigeria para instalarse allí y hacerse con tierras más verdes. Sin embargo, para Dewan resulta evidente que se trata también de «un conflicto religioso»: «ocurrió en Navidad» y se tomó como «objetivo deliberado a los cristianos en las comunidades mixtas, donde los musulmanes no fueron atacados». «El objetivo era infligir dolor y destrucción máxima a los cristianos», sentencia.
Finalmente, el director de Comunicación de la diócesis coincide con su obispo en denunciar la desatención del Gobierno, que no atendió los rumores que circulaban previamente de que los fulanis atacarían. «Eso debería haber puesto a la seguridad en alerta roja. Pero, como siempre, los sorprendieron desprevenidos», lamenta. Y advierte del riesgo de polarización y escalada en un territorio donde, debido a tragedias como esta, cada vez «la tendencia de la gente a tomarse la justicia por sus propias manos es más alta».