El doctor Chiclana revela que los sacerdotes desean una vida espiritual «más afectuosa y menos normativa» - Alfa y Omega

El doctor Chiclana revela que los sacerdotes desean una vida espiritual «más afectuosa y menos normativa»

También ha constatado que uno de los principales retos que afrontan es la soledad

Redacción

Los sacerdotes desean una «mayor formación», un «mejor acompañamiento» y «un desarrollo de la vida espiritual más afectuoso y menos normativo». Esta es una de las principales conclusiones del estudio Retos, riesgos y oportunidades de la vida afectiva del sacerdote elaborado por el doctor Carlos Chiclana en el que han participado más de 120 sacerdotes, diáconos y seminaristas.

Según los encuestados, entre los desafíos se encuentra «la vida espiritual, la soledad, la misión, las dificultades psicológica y el afecto», desvela el propio Chiclana en Omnes. Los riesgos serían «la soledad, las limitaciones psicológicas, las dependencias afectivas, los defectos morales y la vida espiritual». En cuanto a las oportunidades, citan «el trato con personas, la vida espiritual y la amistad sacerdotal».

La soledad en el sacerdote

Una de las cuestiones más recurrentes, subraya el doctor, es la soledad, que puede venir derivada por una «carencia de relaciones cercanas de amistad» —soledad social— o por la «ausencia de relaciones significativas» —soledad emocional—, que tiene su origen en el «desarrollo inadecuado de nuestros vínculos en la infancia y cómo se configuran las primeras relaciones en los primeros años de vida con la principal figura de apego».

Según Chiclana, la soledad social en el sacerdote es «remediable con el desarrollo de una red de amistades generales, sacerdotales y familiares». En el caso de la soledad emocional, sería beneficioso «un acompañamiento espiritual específico para sanar el apego o de una ayuda profesional psicoterapéutica».

Más allá de esta cuestión, los presbíteros pueden enriquecer su vida afectiva cuidando la «relación con Dios, la amistad, el acompañamiento, la fraternidad sacerdotal, la formación, el cuidado personal, el conocimiento psicológico y la misión», concluye Chiclana, quien, por último, señala que «los sacerdotes, como cualquiera, necesitan integrar todas las dimensiones de su vida, con particular atención a la afectividad, y dirigirla al bien de sí mismos».