Los retiros de Emaús llegan a Taiwán: «La experiencia ha sido muy fuerte»
15 españolas viajaron a finales de febrero a la isla asiática para acompañar el primer retiro. «Ha sido una obra grande del Señor. Las caminantes salieron superfelices», dice Elena Mora
Hace dos semanas, el pasado 21 de febrero, se celebró el primer retiro de Emaús en Taiwán. Se trata un hito histórico que ha sido posible gracias al acompañamiento del grupo de Emaús de la madrileña parroquia de Santa María de Caná y de algunas colaboradoras de otras parroquias. «En realidad es el Señor el que ha hecho todo, nosotras solo hemos sido sus instrumentos», aclara Elena Mora nada más descolgar el teléfono para atender a Alfa y Omega.
La expedición partió el pasado 14 de febrero. Una semana después se celebró el retiro, que dura 48 horas, y el 25 de febrero volvieron a España. No obstante, el grupo lleva «orando, discerniendo y trabajando para que esto fuera posible a lo largo del último año», asegura Mora. Todo surgió gracias a una amiga suya, que ahora se encuentra en Madrid. «Está casada con un piloto y vivió mucho tiempo en Taiwán». Allí tenía amigas —latinas— que también habían hecho el retiro «y han sido estas las que nos pidieron llevar el retiro al país».
A partir de entonces, se pusieron manos a la obra. «Lo primero era ver si esto era algo querido por Dios». Luego «nos tuvimos que cerciorar» de que se cumplían una serie de condiciones. «Hay que ver que se pueda formar una comunidad, que haya una parroquia que se quiera hacer cargo del grupo, que el párroco se comprometa con la labor…». De hecho, el sacerdote de Taiwán, que resultó ser un jesuita español, escribió una carta a Jesús Higueras, párroco de Caná, para certificar su compromiso por escrito.
Una vez que todo estaba en luz verde, un grupo de 15 servidoras se desplazó hasta la isla asiática «para abrir ese encuentro con el amor de Dios a más gente. Es poner una semilla que luego ya el Señor se encargará de germinar como considere oportuno».
Pero a pesar de la claridad de ideas, no faltó el momento de la duda. «Nos íbamos al otro lado del mundo y me entró la tentación de qué pasaba si esto era un fracaso». El grupo, rápidamente, se entregó a la oración para ponerse en las manos de Dios. «Estábamos ya en el aeropuerto, decidimos rezar la novena al Espíritu Santo y luego acudir a las Escrituras», asegura Mora. «Acudimos a las lecturas del día y fue increíble. El salmo era: “Id por el mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”. Y la primera lectura: “Yo te he nombrado mi servidor y vete a los confines de la tierra”». Los textos fueron interpretados por el grupo como una señal del Señor para confiar en Él y seguir adelante.
Al final, el retiro fue un éxito. «Pero no por nosotras. Ha sido una obra grande del Señor. Las caminantes salieron superfelices, como siempre pasa en estos retiros. Dios toca tu corazón y eso te conmueve». Además, concretamente para estas personas, «la experiencia ha sido muy fuerte porque supone un choque cultural», confiesa la coordinadora. Y añade: «Aquí todo se hace a cambio de algo. Nada es gratuito. La gratuidad no existe para ellos». En este contexto, «experimentar que hay todo un Dios que te quiere como eres, sin nada a cambio, con tus defectos y virtudes, es impactante para ellas».
Es cierto, concluye Mora, «que todas eran latinas, pero muchas estaban casadas con chinos. Veremos qué pasa en el futuro. Mientras tanto, el grupo ya ha comenzado a caminar».