Los miércoles, al Cottolengo del Padre Alegre
Un grupo de alumnos del Colegio Aldovea, de Madrid, acude todos los miércoles al Cottolengo del Padre Alegre para dar de comer a enfermos terminales. La iniciativa suscita muchas preguntas entre los jóvenes y da pie a conversaciones profundas. El sentido del dolor, la vida y su justicia, la entrega y el amor son algunos de los temas que salen a la palestra tras esta actividad solidaria
«Al principio cuesta, pero luego te sientes mazo bien». Así resumía un muchacho de 17 años, alumno de 2º de Bachillerato del Colegio Aldovea, su experiencia de dar de comer a una persona enferma en el comedor del Cottolengo del Padre Alegre. Desde hace unos meses, un grupo de alumnos de alumnos de 2º de BAC del Colegio Aldovea, acude todos los miércoles a este Centro de enfermos pobres e incurables para ayudar, junto con otros voluntarios, a dar de comer a quien no puede por sí mismo.
El viaje de vuelta suelen surgir conversaciones profundas. «A mí me parece injusto lo que le pasa a la chica que le he dado de comer. Ella no tiene ninguna culpa para estar como está. ¿Cómo puede Dios permitir cosas así? No es justo», comentaba un alumno. «Dios no tiene la culpa, tronco. La vida es así, todos tenemos algo. Una tía mía está parapléjica, en una silla de ruedas, por culpa de un accidente. Pero siempre que vamos a verla está contenta y salimos todos animados», responde un compañero. «Mi tía dice que lo ofrece a Dios, que Jesús sufrió más en la Cruz y que eso sí que fue injusto», añade.
No siempre las conversaciones del regreso son tan teológicas, pero siempre, todos de forma más o menos poética, aseguran que les ha impactado y que ha sido una buena experiencia. Y casi todos quieren repetirla, particularmente los que ya habían estado antes.
En el Cottolengo del Padre Alegre atienden a un buen grupo de personas enfermas «incurables, pobres» explica la madre Superiora de las monjas que están con ellas día y noche, los 365 días del año.
Las dos condiciones necesarias para que una persona entre a formar parte de la familia del Cottolengo es que la enfermedad que padezca sea incurable y que sea pobre. Entonces pueden entrar a formar parte de la institución, que vive de la Divina Providencia sin aceptar subvenciones y sin hacer peticiones. En el Cottolengo se hace realidad el ideal del Padre Alegre: «Amar a Dios y a los pobrecitos por amor de Dios, pero amor de obras, no de palabras».
Julio Íñiguez