Mercè Boada: «Los mayores somos un valor, no un lastre»
La doctora Mercè Boada hace balance del congreso sobre el envejecimiento celebrado en Roma coincidiendo con el cónclave
La neuróloga Mercè Boada, fundadora del Ace Alzheimer Center Barcelona, participó hace unos días en el simposio internacional sobre la memoria y el envejecimiento promovido en Roma por la Pontificia Academia para la Vida. El encuentro reunió a científicos, religiosos y diplomáticos de más de 20 países, en el primer evento celebrado en el Vaticano tras la elección del Papa León XIV.
Ha sido testigo de un momento singular en la historia de la Iglesia. ¿Cómo era el ambiente que se vivía esos días en Roma?
El día de la cena de bienvenida del congreso tuvo lugar la fumata blanca. El ambiente era exorbitante, Roma estaba llena de gente, calles cortadas cerca ya del Vaticano, todo el mundo pendiente de la elección del cónclave. Si tuviera que resumirlo en una palabra diría euforia. Fue muy emocionante, gente de todo el mundo, razas, edades… Y si algo había en común era la sonrisa en la boca de todos, esperando una buena noticia. Era la sensación general de estar viviendo un momento histórico.
¿Cuál fue el tono general del evento en el que participó?
Fue un simposio sobre la memoria y la vejez. Lo impulsó el Papa Francisco, para que se hablara de cómo proteger a la gente mayor. La gente mayor es vida. El envejecimiento influye en el deterioro cognitivo, por lo que hay que cuidar a estas personas que tienen este déficit.
¿El envejecimiento se ha convertido en un problema a nivel mundial?
Aquí hay dos caras opuestas. Es un símbolo de desarrollo, porque vivimos más y mejor, mejor cuidados y con mejor calidad de vida. Hemos conseguido controlar muchas enfermedades que antes eran mortales. Cada vez hay más personas centenarias, es un éxito de la Medicina, sin duda.
El lado opuesto de la moneda es que a una edad determinada hay una masa de población, cientos de millones, que no están produciendo y dependen de los demás para vivir. El desafío es crear políticas públicas con sus inversiones correspondientes, para que tengan condiciones saludables y la atención sanitaria necesaria.
Esto supone un reto para la cultura del cuidado.
¿Van a vivir solos, quién los cuida, van a vivir solos el resto de su vida, cuánto dinero cuesta todo esto? Estas con las claves de futuro. Y aquí parece también un fenómeno, que es el aumento de la demencia, que afecta cada vez más a este sector de la población. Se precisan muchos cuidadores, y unas inversiones que otorguen una atención socio sanitaria que pasa a veces por cosas tan sencillas y tan complicadas como que por las puertas de su casa pueda pasar una silla de ruedas, o tengan un baño adaptado, o un ascensor simplemente para subir a casa.
Hay que apoyar también al cuidador…
El que cuida a la persona con déficit cognitivo suele ser la familia, sobre todo las mujeres. Se da por hecho que va a ser así, pero ello exige una compensación en forma de cuidados e incluso de una contraprestación económica, que es algo que se está estudiando cada vez más, porque muchos cuidadores dejan de trabajar o pierden muchas horas de trabajo. Sin eso, no podrían vivir, ni uno ni otro, ni el cuidador ni el cuidado. Y además el cuidador tiene problemas asociados como una mayor ansiedad, porque está fulltime al servicio de su familiar, y esto supone un gran desgaste. Muchos nos dicen que se han jubilado, pero no pueden disfrutar del todo de esa etapa de su vida porque han de cuidar a sus familiares.
Para que todo esto no sea visto solo como una carga, hay que poner el acento en el valor que suponen las personas mayores.
Las personas mayores somos un valor, no un lastre. En cuanto a conocimiento, experiencia y actitud podemos aportar muchísimo al crecimiento de nuestra sociedad y al desarrollo de la infancia. Somos un tesoro para la comunidad. No somos parásitos, somos una riqueza. Esta concepción de la vejez ha de cambiar. Somos un diamante que a veces no se percibe, y hay que cuidarlo para aprovechar la luz que nos da.