Los Ejercicios de san Ignacio «son una experiencia absolutamente transformadora»
Manuel Vargas ofrece en Silencios que hablan la propuesta del santo de Loyola que «sana heridas» y da luz «sobre lo que Dios quiere de nosotros»
Un libro más sobre los Ejercicios espirituales de San Ignacio. ¿Por qué parece que, después de tantos siglos, no pasan de moda?
La Iglesia ha entendido siempre que san Ignacio de Loyola escribió estas páginas con una especial inspiración de Dios. De hecho, el Papa Pío XI les dedicó una encíclica, animando a que personas del mundo entero pudieran hacer esta experiencia. Los Ejercicios de san Ignacio no son un libro cualquiera, sino que es un clásico de espiritualidad que no pasa de moda y que será siempre actual.
Comienza el libro con tres palabras que son demoledoras: «Para y piensa». ¿Por qué es necesario hacer este ejercicio de detenimiento en nuestra vida?
El Papa Francisco explicaba que vivimos en un mundo que va perdiendo el corazón. Esto sucede, en parte, por las prisas del mundo contemporáneo, por la rapidez con la que transcurren los acontecimientos. Entonces, efectivamente, es necesario pararnos para caer en la cuenta de todos los regalos que recibimos a diario, de los que muchas veces ni nos damos cuenta, y también para reflexionar sobre cómo está siendo nuestra vida y si hemos tomado el camino correcto.
La propuesta de los Ejercicios, ¿es también para los laicos, muchas veces víctimas de esta sociedad tan acelerada como dice?
Sí. Los Ejercicios son para todos. Y el motivo de ofrecer una tanda en un libro lo he hecho precisamente pensando en personas que no pueden dejar su casa o su trabajo para marcharse unos días de retiro, sino que procuran hacer esta experiencia en sus circunstancias reales y concretas, sin salir de casa y sin cambiar su rutina.
La propuesta original de san Ignacio, en este sentido, eran 30 días en soledad, para hacerlos bien y con fruto. Si no puede ser así, ¿cómo los podemos hacer bien para que realmente hagan mella en nosotros?
Efectivamente, san Ignacio propone que se hagan en días de retiro y por espacio de un mes. Esa posibilidad sigue vigente y, de hecho, a través del Instituto del Corazón de Cristo, este será el cuarto año que daré junto al padre José María Alsina el mes entero de Ejercicios en Burgo de Osma, del 10 de julio al 10 de agosto.
Hacerlos por un espacio prolongado de días y retirado de la vida laboral o familiar es lo ideal, pero dado que esto no siempre es posible, ya san Ignacio y en su época sus compañeros jesuitas propusieron adaptaciones. Se pueden hacer más breves y en casa, y son adaptaciones legítimas y ya previstas desde el siglo XVI.
De todos modos, para que den fruto, lo más importante no es tanto ni marcharse de casa ni que sean muchos días, sino sobre todo la apertura del corazón. Es decir, que nos dejemos interpelar por la palabra de Dios, que estemos dispuestos a abrir el alma ante lo que Dios nos quiere decir. Yo creo que esa es la clave.
¿Qué puede esperar de los Ejercicios ignacianos una persona que, a lo mejor, no los conoce o que les suena a algo de otra época?
Una de esas personas era yo. A mí mismo, por primera vez, también me parecían como de otro tiempo, no para mí. Pero lo que viví fue una experiencia absolutamente transformadora, hasta el punto de que sanó mis heridas, me dio luz sobre lo que Dios quería de mí y me ayudó a entender que, en el tiempo actual, en las actuales circunstancias, Jesucristo vive y está a nuestro alcance. Así que, a esas personas yo les aconsejaría, por mi propia experiencia, que no tengan miedo, que no van a perder nada y que se atrevan a dar este paso.
Manuel Vargas
Palabra
2025
256
14,14 €
