Los cayucos de KayaR ¿Invasores, pescadores o solo prejuicios?
Este documental de Álvaro Hernández permite reflexionar sobre la migración desde el punto de vista de Thimbo Samb, que llegó a España en patera y hoy es actor
Los cayucos de Kayar, el documental de Álvaro Hernández protagonizado por Thimbo Samb y candidato a los Goya 2025 —aunque finalmente no fue nominado— bien se podría resumir con la imagen de una playa senegalesa repleta de cayucos. Así empieza precisamente el filme, en el que algunos ven un ejército de inmigrantes dispuestos a invadir España y otros a un grupo de embarcaciones preparadas para salir al mar a pescar y así labrarse un futuro que permita no verse obligado a migrar. La respuesta depende del lado de la frontera en la que uno se encuentre y de los prejuicios. Samb los ha sufrido en carne propia. «Cuando voy a Senegal soy “el blanco” y cuando estoy en España soy “el negro”», lamenta. Aunque lo peor, según el joven, ha sido el racismo. «Recuerdo en una ocasión que estaba en la playa, en la Costa Dorada y, de camino al agua, me crucé con tres chicos. Cuando pasaron por mi lado, comentaron: “Joder, ahora se nos va a ensuciar el mar. Y, encima, nos toca limpiarlo a los españoles”».
Pero esta no es una cinta para denunciar el racismo, los prejuicios o para abordar el fenómeno de la migración en su totalidad. Se trata, más bien, de «una obra centrada en la persona», asegura su director en conversación con Alfa y Omega. Concretamente en Thimbo Samb, un pescador que, después de jugarse cuatro veces la vida sobre una patera, consiguió llegar a España y cumplir su sueño de convertirse en actor. «A través de su historia se van planteando todas estas cuestiones». Pero no se ofrece un posicionamiento ante ellas, sino que «lo que pretendo es que el espectador pueda acercarse al tema de la migración desde otro punto de vista», explica Hernández, quien asegura que, desde España, el periplo de los migrantes se ve diferente que desde Kayar. No es lo mismo acercarse a esta realidad, por ejemplo, «a través del titular de un periódico mientras uno se toma un café en un descanso laboral» que «verte empujado a salir de tu país porque el mar en el que pescas para alimentar a tu familia está esquilmado por grandes compañías extranjeras que han firmado un acuerdo con las autoridades estatales». Un dinero que, en no pocas ocasiones, se pierde en corruptelas locales. Cabe destacar que el actual presidente del país, Bassirou Diomaye Faye, llegó al poder a finales del año pasado gracias, entre otras cosas, a sus promesas de revisar los permisos de pesca para compañías extranjeras y de incrementar los esfuerzos de lucha contra la corrupción.
La historia de Thimbo Samb, que también habla del papel de la mujer en Senegal o del necesario desarrollo económico local como forma de fijar a la población, es, además, la de unos cayucos cuyo tercer uso —junto con el de invadir países o labrarse un futuro— es el de ser ataúd. La misma mañana en la que Alfa y Omega dialogaba con el actor senegalés, la ONG Caminando Fronteras informó del naufragio de una embarcación que iba rumbo a Canarias y en la que murieron 50 personas.

Ante la perspectiva de la muerte, en el documental se ve a un Samb que trata de que los jóvenes de su pueblo entiendan los peligros de la ruta. El problema es que «yo soy como un referente para ellos», asegura. Y añade: «Salí de aquí sin saber leer ni escribir, siendo un humilde pescador, y ven que me he convertido en actor, que tengo muchos seguidores en las redes sociales y que he podido construir una casa a mi familia». Según el joven, no son pocos los que se han echado al mar deslumbrados por ello. Pero, ¿qué pasa con los que partieron impresionados por el ascenso social experimentado por Samb y murieron por el camino? Para Thimbo, que se hace una pregunta similar durante el documental, la cuestión pesa tanto como la losa que tapa las tumbas de sus compatriotas. «Es algo que no se supera, aunque por fin he entendido que no es mi culpa», subraya.
El joven concluye la conversación confesando algo que sí llevaría a Europa: el valor de la familia y la comunidad. «En mi país los niños juegan, se ensucian, incluso se aburren. En Europa, sin embargo, los peques están con las pantallitas. La gente tiene de todo, menos hijos. ¿De verdad eso es progreso?».