«Los armenios nos hemos quedado solos» - Alfa y Omega

«Los armenios nos hemos quedado solos»

Los desplazados de Nagorno Karabaj intentan rehacer su vida con las amenazas de Azerbaiyán, quien busca apropiarse de su cultura

Rodrigo Moreno Quicios
Una niña haciendo cola para entrar en el centro de distribución de Goris, en la frontera armenia
Una niña haciendo cola para entrar en el centro de distribución de Goris, en la frontera armenia. Foto: Nicolò Ongaro.

«Si estalla una guerra, Azerbaiyán perpetrará un genocidio ante los ojos del mundo moderno», advierte Tirayr Hakobyan a Alfa y Omega. Es archimandrita, de la Iglesia apostólica armenia, y responsable de la comunidad de Amberes, que con 5.000 miembros es una de las más numerosas en Europa. Acaba de pasar por Roma para alertar a los periodistas sobre el expansionismo azerbaiyano y las consecuencias de la limpieza étnica en Nagorno Karabaj —la autodenominada República de Artsaj—, región habitada por población armenia en territorio oficialmente de Azerbaiyán cuyos vecinos, relata Hakobyan, fueron violentamente expulsados en septiembre pasado. «Las familias que tenían coche se marcharon inmediatamente y, las que no, lo hicieron subidas a un camión. Las han obligado a dejarlo todo, y empezar de cero no es fácil», sentencia Hakobyan. Tras la marcha de los que tenían más recursos a Rusia, Georgia y Europa, el resto aún se hacina en la frontera. «Es como si se hubiera arrancado una planta, pero en la tierra seguimos teniendo nuestras raíces», considera.

«Echaron a toda la gente sin distinción, fuera rica o pobre»
Nicolò Ongaro
Fotoperiodista

El archimandrita explica cómo los fieles de Bélgica, unos 50.000 en total, «están organizando colectas a favor de los desplazados» que han vuelto a Armenia «para ayudarles a pagarse el alquiler». Desde el 1 de enero de 2024, la autoproclamada república de la que huyeron a punta de pistola ya no existe. Y los militares azerbaiyanos se han quedado con sus casas y los han despojado de sus pertenencias. Subraya que, tanto en el
desalojo a través del corredor de Lachin en 2023 como en la toma de la ciudad de Shusha en 2020, «los soldados, cuando no podían robar, lo destruían todo. Eso es claramente odio contra los armenios». Los 100.000 expulsados se unen así a los ya ocho millones de armenios en la diáspora por el mundo; el triple de los que viven el país.

A Hakobyan le preocupa la supervivencia de su pueblo y del cristianismo en el Cáucaso debido al expansionismo de Azerbaiyán y a la inacción de la comunidad internacional, a quien recrimina su tibia condena a la operación militar. «Siempre habíamos pensado que los países cristianos nos ayudarían, pero Europa se ha convertido en una tierra laica que comparte intereses con países islámicos», lamenta. Le llega gas desde Azerbaiyán «y por eso nadie quiere ofenderlo. Nos hemos quedado solos».

Apropiación de la cultura

Durante las últimas semanas, el sacerdote sigue con temor las entrevistas en la televisión local al presidente de Azerbaiyán en las que «invita a “liberar” su tierra histórica y toda Armenia». Denuncia que las generaciones más jóvenes del país vecino se han desarrollado en ese clima expansionista, pues tiene indicios de que, en sus escuelas, «se dice que los armenios en el pasado los asesinamos, ocupamos su tierra. Ven nuestra cultura como cultura azerí».

«Los soldados, cuando no robaban, destruían todo. Eso es odio»
Tirayr Hakobyan
Archimandrita

Una apropiación que, según Hakobyan, también sucede cuando Azerbaiyán intenta atribuir el origen de los templos cristianos de Nagorno al islam. «Quieren eliminar las huellas de Armenia eliminando los edificios y renombrándolos». Cita, por ejemplo, que al reconstruir la catedral de Shusha, dañada por un misil en la guerra de 2020, no se ha respetado el diseño original y se le ha añadido una cúpula típica de mezquita. «Cualquiera que no conozca las iglesias se lo podría creer», advierte. «No es justo destruirlas, sobre todo para demostrar que son otra cosa». Por ello, pide: «Salvad nuestro patrimonio, es parte de todo lo que somos».

Los ancianos no volverán

Nicolò Ongaro es un fotoperiodista italiano que viajó al corredor de Lachin el 26 de septiembre de 2023 para documentar el éxodo forzado de los armenios de Nagorno Karabaj. Expuso su colección de imágenes, titulada Arstakh, en la Cámara de Diputados de Italia buscando una condena de los políticos. Hablando con los refugiados, vio en ellos el desconsuelo por «la pérdida de una tierra ancestral que han sentido suya durante toda su vida y todas las generaciones». «Echaron a toda la gente sin distinción, fuera rica o pobre», añade. Pronostica que el territorio «no se quedará vacío: vendrán los azerís y ocuparán las casas de los armenios, donde han vivido durante siglos». Una ocupación que le hace temer por «la cancelación de la cultura armenia mediante la destrucción de los monasterios». A la espera de una reacción de la comunidad internacional, Ongaro pronostica que «los ancianos no volverán». Por el contrario, dice que «en los niños he visto esa esperanza», aunque lamenta que quienes hayan escuchado a una corta edad los breves, pero documentados, bombardeos y tiroteos arrastrarán toda su vida ese «trauma».