Los archivos de la Iglesia sustentan los libros de Jesús Sánchez Adalid - Alfa y Omega

Los archivos de la Iglesia sustentan los libros de Jesús Sánchez Adalid

Unas cartas del siglo XVII convencieron al autor de 20 novelas históricas de que el relato del rescate del Cristo de Medinaceli no era una leyenda

María Martínez López
Sánchez Adalid consulta el archivo del hospital Fatebenefratelli, en Roma
Sánchez Adalid consulta el archivo del hospital Fatebenefratelli, en Roma. Foto: Antonio Amores Valverde.

Cuando se acercaba el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, en 2015, el sacerdote y escritor Jesús Sánchez Adalid recibió el encargo de preparar la novela oficial para la ocasión. Y de repente, Teresa supuso «un trabajo ingente», recuerda para Alfa y Omega, con «toda la documentación que me facilitaron» para recomponer su proceso ante la Inquisición. «El carmelita descalzo Teófanes Egido me ayudó mucho con sus investigaciones». De ellas pudo entresacar «lo más desconocido, que se había ocultado para no hacerla sospechosa de hereje». También «leí todo su epistolario», donde encontró a una mujer «muy intuitiva, muy inteligente y con gracejo»; algo que «me sorprende mucho» en una época de escritura «muy formal».

La historia se repitió unos años después. Al descubrirse los documentos sobre cómo se protegió a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial en el célebre hospital romano Fatebenefratelli, de los Hermanos de San Juan de Dios, estos le pidieron que buceara en ellos, en sus archivos y en los del Vaticano y diera a conocer la historia sin sensacionalismos. Así nació en 2023 Una luz en la noche de Roma. El rigor es una seña de identidad de Sánchez Adalid. «En la novela histórica la documentación es fundamental», subraya. Sin ella, afirma, solo hay un libro «de ambientación histórica», que no es lo mismo.

El novelista mira algunos libros que custodian los agustinos recoletos en San Millán de la Cogolla.
El novelista mira algunos libros que custodian los agustinos recoletos en San Millán de la Cogolla. Foto: Antonio Amores Valverde.

Esto le supone unos seis meses de empeño antes de escribir cada una de sus 20 obras. Cuando empezó, hace 25 años, «era una tarea ardua. Tenías que desplazarte y buscar. Ahora gracias a Dios hay mucho en digital». A ello se suma «la generosidad de archiveros y bibliotecarios», siempre dispuestos a ayudar. Con todo, esta labor «no termina» nunca: surgen nuevas consultas y, además, «casi todas las historias nacen de una investigación anterior» en la que se van recopilando datos o se hace un hallazgo llamativo. Prueba de ello son las «varias mesas» llenas de material en su despacho. «En El mozárabe me dejé muchas cosas en el tintero», cita a modo de ejemplo sobre su obra más célebre. Las rescató para El camino mozárabe, Alcazaba, Los baños del pozo azul y Las armas de la luz.

Dentro de esta búsqueda, los archivos y bibliotecas de la Iglesia «son fundamentales». A ellos dedicó la conferencia inaugural de las recientes Jornadas de la Asociación de Bibliotecarios de la Iglesia en España. Subraya cómo El mozárabe se enriqueció gracias a una copia que custodia la biblioteca de la Universidad Pontificia de Salamanca de la Monumenta Germaniae Historica, «una colección de documentos interesantísimos» del ámbito germano medieval. Tiene «muchas referencias a obispos y diplomáticos», procedentes de las cancillerías de la época. Gracias a la traducción de la profesora Rosa Herrera, pudo reconstruir las peripecias de algunos de los personajes más relevantes de la Europa del momento, a cuyo lado situó al clérigo Asbag.

En Urgel con vasos robados de Córdoba, tal como se narra en 'Las armas de la luz'
En Urgel con vasos robados de Córdoba, tal como se narra en Las armas de la luz. Foto: Antonio Amores Valverde.

Otro descubrimiento «fascinante» para el novelista fue encontrar, en el archivo reunido «durante años» por el trinitario Bonifacio Torres, «cartas del siglo XVII contando al rey que se había rescatado la imagen del Cristo de Medinaceli. La llevaban peregrinando por toda España». En lugares como Granada, Córdoba y Sevilla se hicieron imágenes a modo de réplica porque «impactó mucho a la población». Todo esto «iluminó de repente algo que yo creía que era leyenda» y en lo que pudo profundizar hasta detalles «que casi nadie conoce». El resultado fue Treinta doblones de oro.

«Para El alma de la ciudad, pude certificar el nombre del obispo fundador de Plasencia, Bricio, en una carta firmada por varios prelados en el archivo de la catedral de Segovia», recuerda. Y El cautivo, La sublime puerta y El caballero de Alcántara «surgieron de los archivos del monasterio de Guadalupe». Su protagonista, Luis María Monroy, existió de verdad. Los libros de milagros atribuidos a la Virgen, que recogen multitud de testimonios de presos liberados de manos musulmanas que iban a darle gracias, incluyen «una cuartilla donde se narra que fue hecho cautivo en la isla Yerba, en Túnez, y llevado a Constantinopla».

Sus otras obras
  • En tiempos del Papa sirio: un viaje a la Siria cristiana del siglo VIII.
  • La mediadora: obra no histórica sobre la mediación familiar.
  • Galeón: aventuras de un español del siglo XVII en la travesía del Atlántico.
  • Los milagros del vino: un sacerdote de la Grecia del 50 d. C. conoce a Cristo.
  • En compañía del sol: la vida de san Francisco Javier.
  • La tierra sin mal: ambientada en la colonización de América.
  • La luz del Oriente: una visión de la decadencia del Imperio romano.
  • Félix de Lusitania: segunda parte de la obra anterior.