Lo que Dios escribió en la JMJ
Durante la JMJ, más de dos millones de peregrinos se dieron cita en Madrid para vivir su encuentro con Cristo y con el Papa. Así, más allá de los grandes actos que tejieron el guión oficial de la JMJ, en esos días se escribieron, al menos, dos millones de historias personales con Dios, que casi nadie conoce: conversiones; peregrinos que caminan cientos de kilómetros por un fin caritativo; vigilias dentro de la Vigilia; y mil y una anécdotas… Alfa y Omega ha sido testigo de muchas de ellas y queremos ir desvelándolas, e invitamos a los lectores a que nos envíen las suyas, para compartir tanto bueno, bello y verdadero que el Espíritu Santo suscitó en esos días de Gracia
A pie desde Barcelona, por Burkina Faso
Muchas fueron las formas que escogieron los jóvenes participantes en la JMJ para llegar hasta Madrid: unos en autobús, otros en avión… Sin embargo, los 27 jóvenes de la parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús, de Barcelona, optaron por venir a pie desde la Ciudad Condal. Y no sólo para hacer una peregrinación en el sentido más estricto de la palabra, sino para que sus sacrificios fuesen fuente de vida para otros.
«Hemos ido pasando por un montón de pueblos, dando testimonio de nuestra fe y de nuestra alegría, para mostrar que los jóvenes de Cataluña están con Cristo y con Benedicto XVI», contaban orgullosos, mientras esperaban al Papa cerca de Cibeles. «Pero lo más importante -aclaraban- es que hemos conseguido que, a cada uno, alguien nos patrocinase cada kilómetro, con un euro. Nosotros nos comprometíamos a rezar y a ofrecer nuestro esfuerzo, durante ese kilómetro, por esa persona; además, cada día hemos rezado el Rosario por todos los que nos han ayudado. Muchos eran nuestros amigos, o gente de nuestra familia, pero también gente que nos encontramos por el camino. A cambio, ellos nos daban un euro. O sea, que hemos conseguido más de 600 euros cada uno». Eso sí, que nadie piense que estos jóvenes buscaban hacer negocio con la JMJ. Al contrario: «Todo el dinero vamos a donarlo a una ONG con la que colabora la parroquia, para fundar, en Burkina Faso, un colegio para niños de la calle, porque es uno de los países con mayor pobreza infantil. Nos gustaría que el colegio se llamase Benedicto XVI, pero no es seguro que pueda llamarse así», explicaban.
Antes de que el Papa las pronunciase en el vía crucis, estos jóvenes ya habían aplicado sus palabras: No paséis de largo ante el sufrimiento humano.
La toalla que secó la Cruz, la Salve que Dios escuchó
A las 3 de la madrugada del 20 de agosto, los miembros del coro rociero Paz y Esperanza, de Villa del Río (Córdoba), partían hacia Madrid para actuar ante Benedicto XVI, en Cuatro Vientos. Según estaba previsto, su grupo sería uno de los que actuase durante la Vigilia, antes de que empezara la Adoración. Sin embargo, la tormenta que se desató durante la noche cambió el guión.
Uno de los integrantes del coro, Enrique Sánchez Collado, explica: «Habíamos estado ensayando desde las 9 de la mañana, y habíamos disfrutado con la llegada de los peregrinos. ¡Cuánta fe, cuánta vida, cuánto sacrificio! Cerca de dos millones de peregrinos demostraron que estaban allí, no para hacer botellón, sino por sus creencias y su afecto al Santo Padre». Con la llegada del Papa, llegaba también el momento de su actuación, esa que llevaban meses preparando. Comenzó la Vigilia…, y con ella, la tormenta: «Por el aguacero y el viento, nos indicaron que desalojáramos el escenario y, empapados, así lo hicimos. Algunas pantallas se volcaron y los bomberos acudieron a descolgar unas lonas que se habían soltado encima del Papa. Las sillas volaban y el agua arreciaba contra el imponente telón artificial», relata Enrique. Como el resto de los artistas que habían actuado durante la tarde o que tenían previsto hacerlo en la Vigilia, se resguardaron en el camerino. Los miembros del coro veían cómo la lluvia diluía sus ilusiones, sus esfuerzos y, lo que era peor, su posibilidad de cantar para Dios ante millones de jóvenes.
Sin embargo, una sorpresa les aguardaba en el vestuario: «Al entrar, vimos que la gente estaba rezando -explica Enrique-. Habían guardado allí la Cruz de los Jóvenes, que se había caído por el viento, y estaba rodeada de velas. Al llegar, mi amigo Juan tenía mi toalla en la mano, me la dio y me dijo: Toma tu toalla. Con ella han secado la Cruz de los Jóvenes, ya tienes un gran recuerdo de la JMJ. ¡Cuántas manos del mundo han tocado esta Cruz y tu toalla ha secado el madero de Cristo, del agua de esta tormenta!». Allí, sin que ninguna cámara lo captase, sin que ningún peregrino lo escuchase, los artistas que habían desfilado por el escenario de Cuatro Vientos actuaron sólo para Dios: «El Papa nos había pedido que rezáramos para que amainara la lluvia, así que cantamos la Salve Rociera y el padrenuestro, de la mano junto a los que allí estaban. Fue un momento de tanta unión y recogimiento que nos sobresaltó la señal de las pantallas de televisión, que se habían apagado. Entonces, oímos, con alegría, la voz del Santo Padre, subimos y vivimos el silencio y la oración de dos millones de jóvenes ante la Eucaristía», cuenta Enrique.
Tras la Adoración volvió la lluvia, «y nos preguntaron si íbamos a cantar, aunque lloviese. Contestamos: Contra viento y marea. Por la lluvia, los técnicos no podían conectar la megafonía; así que sin ella, y con el cariño y el fervor de los peregrinos y de los obispos presentes, entonamos la Salve, que no salió por megafonía, pero caló en los corazones de quienes estaban con nosotros. Nos pidieron más y cantamos el padrenuestro. Todo, desde la emoción, las lágrimas, la alegría, la pena y el cansancio». Al regresar al camerino, «fuimos recibidos con un aplauso por los sacerdotes, obispos, voluntarios y encargados de organización, que expresaban su cariño, su tristeza y su ánimo». Así, lejos de verse abatidos, los miembros del coro volvieron a Villa del Río «exhaustos, emocionados y felices por haber estado tan cerca del Santo Padre, y resucitados por el espíritu de los jóvenes del mundo que han dado testimonio de fe. Porque, como nos dijo el Papa, Dios sabe y recompensará vuestro sacrificio».