«Lo primero que hay que hacer es rezar» - Alfa y Omega

«Lo primero que hay que hacer es rezar»

Francisco elogia a los Rogacionistas y las Hijas del Divino Celo por «esa sabiduría que se madura haciendo callos en las rodillas antes que en las manos»

Rodrigo Moreno Quicios
El Papa Francisco en un momento del encuentro. Foto: CNS.

«Cuando uno se pone dócil y humilde ante Dios, recibe a menudo una comprensión específica sobre el sentido de la propia vida», ha dicho el Papa Francisco en la mañana del 18 de septiembre a los padres Rogacionistas del Corazón de Jesús y las hermanas Hijas del Divino Celo.

Son dos congregaciones centradas en la oración por las vocaciones, fundadas por el italiano Aníbal María Di Francia y que actualmente celebran su Capítulo General en Roma. «La oración es el hilo conductor de la vida de san Aníbal», les ha señalado el Papa, quien ha añadido que el santo encontró «su misma vocación “repentina, irresistible y muy segura” mientras estaba en adoración ante el Santísimo Sacramento».

Francisco ha subrayado una cita célebre de Aníbal María Di Francia, quien sostenía que «sin el fuego interior de la vida espiritual, oración y penitencia no puede producirse realmente ninguna obra buena». Y les ha insistido en tener «un diálogo largo con el Señor cada día y una invocación a Él antes de cada momento importante, encuentro y decisión». Como una de las misiones de sus congregaciones es sostener las vocaciones, el Papa les ha señalado que «lo primero que hay que hacer es rezar, no para convencer a Dios de que envíe pastores como si Él no se preocupara por su pueblo, sino para dejarse sobrecoger cada vez más por la visceralidad de su amor paternal y maternal». Francisco ha recalcado además que rezar les enseñará «a ser sensible a las necesidades de sus hijos».

El Papa les ha felicitado por las palabras que el 14 de septiembre de 1968 les dedicó Pablo VI, quien definió a los Rogacionistas del Corazón de Jesús y las Hijas del Divino Celo como «especialistas de Dios» en el cuidado de sacerdotes, religiosos y consagrados. «Vuestro propio nombre os concede la misión de adorar e implorar por la misión más alta y más bonita, la de preparar las vocaciones por el Reino de Cristo». Al concluir su intervención, les ha invitado a seguir siendo «especialistas de Dios, no tanto como estudiosos de técnicas, estadísticas y teorías» sino de «aquella sabiduría que se madura haciendo callos en las rodillas antes que en las manos». Y finalmente les ha llamado a dar ejemplo a los jóvenes de su forma de vida y a «no olvidaros de rezar por mí».