Llamada a la entrega desde el Bautismo
El matrimonio es nuestro camino de santidad, donde los cónyuges nos ayudamos a crecer en el amor y a vivir la fe en plenitud
El reciente Congreso de Vocaciones, impulsado por la CEE, nos ha invitado a reflexionar sobre la pregunta central que nos hace el Papa Francisco: «¿Para quién soy yo?». Esta pregunta, que resuena en cada uno de nosotros desde el momento de nuestro Bautismo, nos impulsa a salir de nuestro egoísmo y a descubrir la plenitud de nuestra vida en la entrega a los demás, especialmente en el seno de la familia.
Desde el Bautismo, somos llamados a descubrir nuestra vocación, ese don único que Dios nos ha dado para amar y servir. Esta donación de nuestro ser comienza con la apertura a Dios, quien se nos entrega primero a nosotros. De este amor acogido nace el amor del Espíritu, que nos impulsa a poner a disposición nuestra vida en diversas misiones y formas de servicio dentro de la Iglesia. La familia es el primer ámbito donde se concreta esta llamada.
En el matrimonio, los esposos somos sacramento y mediación del don de Dios. A través de nuestra donación mutua, la Iglesia se hace presente en nuestros hijos y en la misión que se proyecta hacia todos. Este estado de vida es nuestro camino de santidad, donde los cónyuges nos ayudamos mutuamente a crecer en el amor y a vivir la fe en plenitud.
«El matrimonio cristiano es una vocación que exige un discernimiento cuidadoso», nos recuerda el Papa Francisco. «Es un llamado al amor, a la entrega, al servicio, y a la apertura a la vida».
La familia, fundada en la unión esponsal, es la primera escuela de amor y servicio. Es allí donde aprendemos a amar, a perdonar, a compartir, y a vivir nuestra fe. Es el corazón de la sociedad, y su fortaleza es fundamental para el bienestar de todos.
Desde la pastoral familiar, estamos llamados a acompañar a los matrimonios y a las familias en su camino de fe. Es importante ofrecer espacios de encuentro, de diálogo, de formación y de oración, donde puedan fortalecer su amor y su compromiso.
Este ámbito de acción «debe ser una pastoral de acompañamiento», nos dice el Papa Francisco. «Una pastoral que se haga cargo de las situaciones concretas de las familias, que las ayude a discernir su camino y que las anime a vivir su vocación con alegría y esperanza».
El Congreso de Vocaciones nos ha ayudado a renovar nuestro compromiso con la pastoral familiar y a trabajar para que cada familia pueda descubrir su llamada y vivirla con plenitud. Como nos exhortó Luis Argüello, el Señor ha venido a traer fuego y estamos llamados a «remar mar adentro», en comunión, superando polarizaciones y acogiendo las mociones del Espíritu. ¡Que la Sagrada Familia de Nazaret nos guíe y nos proteja en este hermoso camino!