Listos para re-evangelizar - Alfa y Omega

Listos para re-evangelizar

La creación de veinticuatro nuevos cardenales ha dado la oportunidad al Papa para reunir a los príncipes de la Iglesia de todos los continentes, para afrontar con ellos, en la jornada previa, los desafíos más apremiantes de estos momentos: el anuncio de Cristo al mundo a través de la evangelización o, sobre todo en Occidente, de la nueva evangelización

Jesús Colina. Roma
Vista general de la basílica de San Pedro, en el Vaticano, el pasado 20 de noviembre, durante la Misa con la que comenzó el Consistorio.

El Papa se dirigió a los cerca de 150 cardenales, congregados en el Aula Nueva del Sínodo, en una jornada de oración y estudio, para señalar que el gran reto hoy para la Iglesia es la dictadura del relativismo, según la cual no hay verdades, sino sólo opiniones. «La relación entre verdad y libertad es esencial, pero hoy se encuentra frente al gran desafío del relativismo, que parece completar el concepto de libertad, pero en realidad la pone en riesgo de destruirla proponiéndose como una verdadera dictadura», advirtió el Papa. «Nos encontramos, por tanto, en un tiempo de difícil compromiso para afirmar la libertad de anunciar la verdad del Evangelio y de las grandes adquisiciones de la cultura cristiana», añadió.

En el resto de las intervenciones, exponentes del Colegio cardenalicio expusieron la manera en que la Iglesia debe hacer presente en estos momentos a Cristo en el mundo. El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, afrontó el tema de la libertad de la Iglesia en el momento presente, en el que ofreció —explicó un comunicado de la Santa Sede— una visión panorámica de los intentos actuales de limitar la libertad de los cristianos en las distintas regiones del mundo», sin olvidar las dificultades que están surgiendo para la libertad religiosa en los países occidentales, con intentos de marginación de los valores espirituales de la vida social. En segundo lugar, el cardenal expuso la situación de la libertad religiosa en los países islámicos, recordando las conclusiones a las que llegó la reciente Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio.

En el posterior debate, los cardenales fueron tomando la palabra para constatar las graves dificultades que encuentra hoy la Iglesia en la defensa de valores basados en el mismo derecho natural, como el respeto a la vida y a la familia. El otro tema más destacado de ese debate fue el del diálogo interreligioso, en concreto con el Islam, que hoy carece de una reciprocidad en las sociedades en las que los musulmanes son mayoría.

Cristo en el centro

En la tarea de anuncio y evangelización de la Iglesia, la liturgia tiene un papel decisivo, motivo por el cual el Papa pidió al cardenal Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, que presentara una ponencia sobre la importancia de la oración litúrgica. Como explicó Benedicto XVI, la liturgia «es el lugar de la presencia de Dios con nosotros. Por tanto, el lugar en el que la Verdad vive con nosotros».

Y, tras un almuerzo ofrecido por el Santo Padre a los cardenales, la reunión prosiguió con una intervención del nuevo cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia. Si bien es una materia que podría parecer terreno de teólogos y expertos, tiene un papel decisivo para la Iglesia, cuya única misión hasta la eternidad es anunciar a Cristo como único Salvador, asunto afrontado hace diez años por la declaración Dominus Iesus, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando su Prefecto era el cardenal Ratzinger y su secretario, el cardenal Amato. Aquel documento tuvo gran impacto, tanto dentro de la Iglesia, como en sus relaciones con los demás cristianos, pues puso en el centro la cuestión central del cristianismo: o Cristo resucitado es el Salvador de todos los hombres, o la fe de la Iglesia se basa sobre arena.

El cardenal Amato explicó que Dominus Iesus ha permitido explicar mejor el papel de la única Iglesia, «y ha relanzado los diálogos ecuménicos e interreligiosos a partir de una identidad católica precisa. Al mismo tiempo, no ha cerrado los caminos positivos de búsqueda indicados por el Concilio sobre la gran cuestión de la salvación de los nos cristianos. La Dominus Iesus, al alertar ante un malentendido pluralismo, sigue siendo un válido punto de referencia doctrinal y pastoral, como base para la catequesis, la nueva evangelización y la misión ad gentes», indicó.

Respuesta a los abusos sexuales

A continuación, intervino el cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien afrontó dos comunicaciones. En la primera, tocó el tema de la Respuesta de la Iglesia a los casos de abuso sexual: hacia una orientación común, para ofrecer «una actualización sobre la legislación canónica sobre el delito de abuso sexual de menores de edad, y presentó observaciones sobre la responsabilidad de los obispos para tutelar a los fieles que les han sido confiados». El cardenal estadounidense «se inspiró en las palabras del Santo Padre, en su ejemplo de escucha y acogida de las víctimas, y habló de la colaboración con las autoridades civiles y de la necesidad de un compromiso eficaz de protección de los niños y jóvenes, y de una atenta selección y formación de futuros sacerdotes y religiosos». Por último, informó «sobre la preparación de una carta circular de la Congregación a las Conferencias Episcopales sobre las orientaciones que deben ofrecer para promover un programa coordinado y eficaz en la dirección indicada». En el posterior debate, se sugirió «alentar a las Conferencias Episcopales a desarrollar planes eficaces, tempestivos, articulados, completos y decididos de protección de los menores, que tengan en cuenta los múltiples aspectos del problema y las necesarias líneas de acción, ya sea para el restablecimiento de la justicia, ya sea para la asistencia a las víctimas, ya sea para la prevención y la formación, también en aquellos países en los que el problema no se ha manifestado de una manera tan dramática como en otros».

En la segunda comunicación, el cardenal Levada ilustró la naturaleza y el origen de la constitución apostólica sobre la institución de los Ordinariatos para los fieles anglicanos que desean entrar corporativamente en plena comunión con la Iglesia católica.

Príncipes de la Iglesia para servir

En la Iglesia el poder no se entiende como en otros ambientes, sino como servicio. Éste fue el mensaje que Benedicto XVI remachó ante los veinticuatro nuevos cardenales que creó en el consistorio del 20 de noviembre pasado, entre quienes se encontraba el español José Manuel Estepa Llaurens, arzobispo emérito castrense.

«En la Iglesia nadie es patrón, todos somos llamados, todos somos invitados, todos somos alcanzados y guiados por la gracia divina. ¡Y ésta es también nuestra seguridad!», aseguró el Papa en la homilía. En ese Consistorio ordinario público, cada nuevo cardenal se arrodilló ante él para recibir el birrete cardenalicio: «Es rojo —dijo el Santo Padre—, como signo de la dignidad del oficio de cardenal, y significa que estás preparado para actuar con fortaleza, hasta el punto de derramar tu sangre por el crecimiento de la fe cristiana, por la paz y armonía entre el pueblo de Dios, por la libertad y la extensión de la Santa Iglesia Católica Romana».

El Santo Padre entregó a cada uno la Bula de creación de cardenal, asignándole una iglesia de Roma, pues los cardenales eran originalmente los presbíteros de la ciudad de Roma que asistían al Papa en su ministerio como obispo. Con el crecimiento de la Iglesia en el mundo, el primado de la cristiandad nombraría después cardenales en los cinco continentes. «Este ministerio —reconocería el Papa, al día siguiente, al concelebrar la santa Misa con los nuevos miembros del Colegio cardenalicio en la Basílica vaticana— es difícil porque no se alinea con el modo de pensar de los hombres, esa lógica natural que permanece siempre activa en nosotros mismos». Y aseguró: «La eficacia de nuestro servicio a la Iglesia depende esencialmente de nuestra fidelidad a la realeza divina del Amor crucificado». Por eso, les entregó un anillo cardenalicio como «sello de vuestro pacto nupcial con la Iglesia», motivo por el que lleva grabada la imagen de la Crucifixión.