El Papa Francisco visita la diócesis italiana de Molise: Líneas maestras para un mundo nuevo
En su carta de bienvenida al Papa, el Presidente de Molise, Paolo di Laura Frattura, reconoció que, en su región -afectada por el declive industrial-, se han visto estos años más lágrimas que sonrisas, y más viajeros subiendo al tren con billete sólo de ida, que jóvenes encontrando allí su futuro. Pero el anuncio de la visita del Papa el 5 de julio, dijo, les llenó de emoción y esperanza. «Su Santidad nos ha hecho redescubrir el valor de la bondad, de la piedad hacia el otro y el diferente». Esperaban mucho del paso de la revolución Francisco por Molise, y el Papa mejoró las expectativas: no sólo habló, y mucho, de la emergencia del trabajo, sino también de plenitud y libertad
A las ocho menos cuarto de la mañana del sábado 5 de julio, despegaba un helicóptero del Vaticano. A bordo, el Papa Francisco, con 77 años y una maratoniana jornada por delante, en la que supone la quinta Visita pastoral a una diócesis italiana desde que fuera elegido sucesor de san Pedro. Molise, región industrial de poco más de 300.000 habitantes, ha sufrido intensamente, y en forma de desempleo, las consecuencias de la crisis económica y, por eso, uno de los lemas de la visita era, precisamente, el de la emergencia-trabajo. Pero hubo más: el Papa habló de la importancia de la familia en un sistema que olvida cuál es -o debería ser- el centro; habló a los presos de perdón y reinserción, y a los jóvenes de metas sólidas y anhelos perdurables. Cinco encuentros clave a los que se unieron las visitas del Papa a enfermos y discapacitados. Casi doce horas de Visita pastoral que dejan, en la región de Molise, la fuerza necesaria para trabajar por ese pacto por el empleo y la dignidad. Molise, como dijo el Presidente de la región al Papa, «pertenece ya, y para siempre, al corazón de Francisco».
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Encuentro con el mundo del trabajo
«El problema es no llevar el pan a casa».
No es casual que la primera cita del Pontífice sea con representantes del mundo de la industria y del trabajo. En el Aula Magna de la Universidad de Molise, el Papa escucha a agricultores y a madres trabajadoras que reclaman una verdadera conciliación entre la vida laboral y la familiar, y vuelve luego a referirse a una de sus mayores preocupaciones: el desempleo. «No tener trabajo no es sólo no tener lo necesario para vivir. Podemos comer todos los días, vamos a Cáritas, vamos a esta asociación, al club y nos dan algo de comer. (…) El problema es no llevar el pan a casa. Esto es grave y esto quita la dignidad». El Papa se une a las voces de trabajadores y políticos que reivindican en Molise un pacto por el trabajo, y aprovecha para reivindicar, también en el mundo laboral, una verdadera libertad: «Tal vez ha llegado el momento de preguntarse si aquella de trabajar los domingos es una verdadera libertad».
Cuenta el Santo Padre que, cuando confiesa, pregunta a los padres y madres jóvenes si juegan con sus hijos -«¿pierdes el tiempo con ellos?»- porque ésa, la sabiduría de jugar con los niños, de pasar el domingo en familia, es el punto crítico que permite discernir, señala el Papa, la calidad humana del sistema económico en que nos encontramos. «El domingo libre de trabajo está para afirmar que la prioridad no va a lo económico, sino a lo humano, a lo gratuito, a las relaciones no comerciales sino familiares, a los amigos. Para los creyentes, a la relación con Dios y con la comunidad».
También se dirige a los agricultores, a quienes mantienen ese diálogo fecundo con la tierra, y recuerda la importancia de convertirse «hacia un desarrollo que respete la Creación».
«Éste es nuestro pecado: explotar la tierra y no dejar que ella nos dé lo que tiene en su interior».
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Homilía en Romagnoli
«La dignidad humana debe ser el centro de toda acción».
Ya durante la Eucaristía que siguió al encuentro en la Universidad, celebrada en el antiguo Estadio Romagnoli de Campobasso, el Papa continuó denunciando la plaga de la desocupación. «El del trabajo es un desafío que interpela la responsabilidad de las instituciones, del mundo empresarial y financiero. Es necesario poner la dignidad humana en el centro de toda perspectiva y de toda acción. Los otros intereses, aunque legítimos, son secundarios».
Justo al lado de las instituciones responsables del empleo, y para atender a quienes sufren por el paro o por otros motivos, debe estar todo cristiano, como recordó el Papa: «Ir al encuentro de las situaciones de mayor necesidad y prestar atención a los pequeños y excluidos».
Clamó el Papa por una Iglesia que sirva al prójimo y que, a través de la caridad -«vía maestra de la evangelización»-, inculque el «suplemento del alma» que permite tener esperanza. Una obligación del cristiano que, además, se torna en el encuentro de la libertad. Cuando nos ponemos al servicio los unos de los otros, el Señor nos libera de ambiciones y rivalidades, «nos libera del miedo, del vacío interior, del aislamiento».
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Encuentro con los jóvenes en Castelpetroso
«La cultura de lo provisorio nos priva de nuestro verdadero destino».
El santuario de Castelpetroso fue el lugar elegido para que miles de jóvenes de las diócesis de los Abruzos y Molise recibieran al Papa con el «clima de fiesta y entusiasmo que sabéis crear», como dijo el propio Pontífice. Ante ellos, entonó un discurso que reivindicaba la verdadera felicidad y plenitud humanas. Fue su intervención más larga, quizá porque sabía que se hallaba ante miles de corazones en busca de un sentido para su vida, «de elegir un camino que os traiga serenidad y realización humana».
Jóvenes, dijo el Papa, en busca de lo que permanece estable y definitivo en el tiempo, de respuestas que iluminan las mentes y calientan el corazón para siempre, y no sólo por un corto tramo del camino. «La vida no está hecha para dar vueltas. Está hecha para caminar».
En el actual mundo de lo provisional, no son fáciles las elecciones de vida estables, alertó el Papa, pero explicó a los jóvenes por qué ésas son, aunque más difíciles, las elecciones que conducen a la verdadera felicidad: «Hoy escojo esto, mañana aquello, así como va el viento, así voy yo. Cuando termina mi entusiasmo, inicio otro camino… Así se consigue dar vueltas por la vida, como un laberinto. Pero no se puede desperdiciar la vida dando vueltas. Queridos jóvenes, el corazón del ser humano aspira a grandes cosas, a valores importantes, a amistades profundas, a lazos que, en las pruebas de la vida, se fortalecen en lugar de romperse».
«La cultura de lo provisorio no aumenta nuestra libertad, sino que nos priva de nuestro verdadero destino, de las metas más verdaderas y auténticas. Es una vida en pedazos. Es triste llegar a cierta edad, mirar el camino que hemos recorrido y ver que está hecho de diferentes pedazos, sin unidad, sin algo definitivo, todo provisional».
Antes de terminar su discurso, el Papa recordó a los jóvenes que poner el futuro en manos de Dios no significa negar las dificultades y los problemas, sino verlos como superables. Y, por eso, volvió a pedir a las instituciones -tercera vez- un esfuerzo por el trabajo:
«No podemos quedarnos resignados a perder toda una generación de jóvenes que no tienen la fuerte dignidad del trabajo. El trabajo nos da dignidad, y todos debemos hacer de todo para que no se pierda una generación de jóvenes. Una generación sin trabajo es una derrota futura para la patria y para la Humanidad».
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Encuentro con los presos de Isernia
«Dios nunca se cansa de perdonar».
Igual que hiciera en la visita al centro penitenciario de Castrovillari, durante su encuentro con los presos de la cárcel del Isernia el Papa habló de reinserción como el reto que deben afrontar los presos. Una reinserción externa, la de la sociedad, y otra interna, la de la conciencia y el corazón. En este sentido, el Santo Padre animó a los presos a no quedarse quietos -«el agua estancada se pudre»-, sino a caminar, «dar un paso cada día con la ayuda del Señor. Dios es Padre, es misericordia y nos ama siempre. Si le buscamos, Él nos acoge y nos perdona, nunca se cansa de perdonar. Él nos levanta de nuevo y nos devuelve nuestra plena dignidad. Dios no nos olvida».
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Encuentro con los ciudadanos de Iserna
Un mundo nuevo, con los bienes distribuidos equitativamente
Tras compartir mesa con los necesitados del centro de Cáritas Casa de los Ángeles, el Papa llegaba a la plaza de la catedral de Isernia, último acto multitudinario de la jornada. En total, unas 150.000 personas escucharon, vieron y acompañaron al Santo Padre, en una jornada que supuso, además, la inauguración del Año Jubilar Celestiniano. Allí, en la plaza de Isernia, cuna del Papa Celestino V, el Pontífice recordó la vida de un hombre que vivió «contra corriente» -elegido Papa en julio de 1294, renunció al papado en diciembre de ese mismo año, pidiendo a los cardenales que escogieran a un digno sucesor de san Pedro y se retiró en la más absoluta pobreza- y que, como san Francisco de Asís, decidió confiar en la Providencia como testigo del mensaje del Evangelio. «La misericordia es profecía de un mundo nuevo, en el que los bienes de la tierra y del trabajo están distribuidos equitativamente y ninguno está privado de lo necesario». Con el ejemplo de pobreza, misericordia y total despojo de sí mismo, Celestino V dio sentido a una nueva ciudadanía, dijo el Papa. «No es una evasión de la realidad ni de los problemas, es la respuesta que viene del Evangelio: el amor como la fuerza de purificación de las conciencias, la fuerza que renueva las relaciones sociales, la fuerza de proyección de una economía diferente, que pone el centro en la persona, el trabajo y la familia, antes que en el dinero y el beneficio».
Terminó el viaje como empezó, defendiendo la dignidad de un hombre que es imagen y semejanza de Dios y que debe estar en el centro de un sistema que parece haber olvidado qué -o quién-es lo verdaderamente importante. De ponerse en práctica las recetas del Papa en Molise, el mundo sería muy, muy distinto.