Libertad religiosa: 17 siglos de complicada andadura - Alfa y Omega

Libertad religiosa: 17 siglos de complicada andadura

Hace mil setecientos años comenzaba la complicada y contradictoria andadura de la libertad religiosa. Su inicio se debe al Edicto de Milán. El documento sigue dando de qué hablar, mientras se abren celebraciones conmemorativas en varias ciudades europeas

Jesús Colina. Roma
Batalla de Ponte Milvio, de Constantino contra Majencio, de Giulio Romano. Museos Vaticanos.

¿Cómo sería Europa sin la libertad religiosa? A esta hipotética pregunta sólo se le puede dar una hipotética respuesta. Lo que sí sabemos es que la libertad religiosa comenzó su andadura con la promulgación del Edicto de Milán, en febrero del año 313. Era también el inicio de la laicidad, un principio que ha experimentado aún más contradicciones y que, con frecuencia, hoy día sigue sin entenderse.

El histórico texto, firmado por los emperadores del Imperio Romano de Oriente y de Occidente, Constantino Augusto y Licinio Augusto, en la versión que nos ha llegado, concedía, «tanto a los cristianos como a todos los demás, la facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera». El Edicto determinaba que «a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más conveniente».

El Edicto fue promulgado dos años después del fin de la gran persecución de inicios del siglo IV contra los cristianos, desatada por el emperador Diocleciano, junto con Galerio, en un intento de restaurar la unidad estatal, amenazada, a su entender, por el incesante crecimiento del cristianismo. Entre otras cosas, el emperador había ordenado demoler las iglesias de los cristianos, quemar las copias de la Biblia, entregar a muerte a las autoridades eclesiásticas, privar a todos los cristianos de cargos públicos y derechos civiles, obligar a los fieles a hacer sacrificios a los dioses bajo pena de muerte, etc.

Constantino el Grande. Fresco búlgaro.

Después de derrotar a Majencio en la famosa batalla del Ponte Milvio, en Roma, Constantino se reunió en Milán con el emperador de Oriente, Licinio, entre otras cosas para afrontar la suerte de los cristianos. El resultado de este encuentro es lo que se conoce como Edicto de Milán, aunque probablemente no existió un edicto promulgado en Milán por los dos emperadores. El texto nos ha llegado por una carta escrita en el 313 a los Gobernadores provinciales, que recogen Eusebio de Cesarea (Historia eclesiástica 10,5) y Lactancio (De mortibus persecutorum 48).

En la primera parte se establece el principio de libertad de religión para todos los ciudadanos y, como consecuencia, se reconoce explícitamente a los cristianos el derecho a gozar de esa libertad. En la segunda, se decreta restituir a los cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscadas por las autoridades romanas y vendidas a particulares en la anterior persecución.

Lejos de atribuir al cristianismo un lugar prominente, el Edicto parece más bien querer conseguir la benevolencia de la divinidad en todas las formas que se presentara, en consonancia con el sincretismo que entonces practicaba Constantino, quien, a pesar de favorecer a la Iglesia, continuó por un tiempo dando culto al Sol Invicto. En cualquier caso, el paganismo dejó de ser la religión oficial del Imperio, y el Edicto permitió que los cristianos gozaran de los mismos derechos que los demás ciudadanos. Desde ese momento, la Iglesia pasó a ser una religión lícita y a recibir reconocimiento jurídico por parte del Imperio, lo que permitió un rápido florecimiento.

Una conmemoración ecuménica

El 18 de enero comenzaron en Serbia, cuna de Constantino, nacido en Niš (la antigua Naissus), las celebraciones para recordar la memoria del Edicto de Milán. El acto inaugural tuvo lugar en el Teatro Nacional de Niš, con un concierto del coro del monasterio de Sretenje. Participaron el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Serbia, Ireneo, y el Jefe del Estado, Tomislav Nikolic.

La actualidad de ese decreto para la libertad religiosa ya había quedado sumamente clara en el Congreso internacional de teólogos europeos de diferentes confesiones cristianas, así como representantes islámicos y judíos, que se celebró también en Serbia, en Novi Sad, del 2 al 5 de mayo, para responder a esta pregunta: El Edicto de Milán (313-2013), ¿un cimiento para la libertad religiosa y de creencia?

El Congreso, organizado por el Patriarcado de Serbia (la Iglesia ortodoxa considera a Constantino como semejante a los apóstoles), concluyó con un documento final que relanza y profundiza en la actualidad del Edicto de Milán desde una perspectiva ecuménica, ya que el Edicto es anterior a las separaciones y cismas. En este marco, llegó a hablarse de una posible visita de Benedicto XVI a Serbia, y de un encuentro del Papa con el Patriarca Ortodoxo de Moscú, guía de la Iglesia ortodoxa más numerosa. El obispo ortodoxo de Backa, Ireneo, afirmaba, sin embargo, el pasado 14 de agosto, en un comunicado, que el Papa no ha sido invitado a estas celebraciones, pues el Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Serbia sólo ha invitado a las celebraciones con motivo del Edicto de Milán a los jefes de las Iglesias ortodoxas, y a representantes de las demás denominaciones cristianas, excluyendo a sus jefes.

Moneda con Constantino victorioso. Biblioteca Nacional de Francia.

Las celebraciones, sin embargo, sí van a servir para una defensa común de la libertad religiosa. «Las ideas que, en el contexto histórico-social, han inspirado al Edicto de Milán deben ser tomadas como punto simbólico de partida», sugieren las Conclusiones del Congreso, en un momento histórico en el que hay que hacer un sistemático análisis del estado de la libertad religiosa en los diferentes contextos institucionales de Europa. En este sentido, el Congreso pide crear «un marco jurídico universal para asegurar el respeto de los derechos humanos en el campo de la libertad religiosa».

En Milán, las celebraciones se encuentran en su apogeo. El arzobispo de la ciudad, el cardenal Angelo Scola, ha escrito la Carta pastoral Al descubrimiento del Dios cercano, para explicar que «el aniversario del Edicto de Constantino será la oportunidad no sólo para retomar el tema de la libertad religiosa, sino también para lanzar una reflexión compartida con todas las personas e instituciones disponibles sobre la relevancia pública de la religión y sobre el bien para toda la sociedad de una comunidad cristiana viva, unida y protagonista en el tejido social, según una idea de sociedad democrática, a la que han contribuido los cristianos y a la que deben seguir contribuyendo y renovando».

Con este motivo, el museo diocesano de Milán ha organizado una serie de celebraciones, con el título Libres para creer, de la que forma parte en particular la gran muestra internacional Costantino 313 d. C., que se clausurará el 17 de marzo de 2013.

El inicio de la libertad

«El Edicto de Milán del año 313 tiene un significado histórico, porque marca el initium libertatis del hombre moderno»: esta afirmación de un ilustre cultor del Derecho Romano, el difunto Gabrio Lombardi, permite poner de relieve que las medidas, firmadas por los dos Augustos Constantino y Licinio, determinaron no sólo el fin progresivo de las persecuciones contra los cristianos, sino, sobre todo, el acta de nacimiento de la libertad religiosa. En cierto sentido, con el Edicto de Milán aparecen por primera vez en la Historia las dos dimensiones que hoy llamamos libertad religiosa y laicidad del Estado. Son dos aspectos decisivos para la buena organización de la sociedad política.

Una interesante confirmación de este dato la encontramos en dos significativas enseñanzas de san Ambrosio. Por una parte, el arzobispo nunca dudó en recordar a los cristianos que debían ser leales respecto a la autoridad civil, la cual, a su vez -he aquí la segunda enseñanza-, debía garantizar a los ciudadanos libertad en el plano personal y social. Se reconocía así el horizonte del bien público al cual están llamados a contribuir ciudadanos y autoridad.

No se puede negar, sin embargo, que el Edicto de Milán fue una especie de inicio frustrado. En efecto, los acontecimientos sucesivos abrieron una historia larga y atormentada. La histórica e indebida conmixtión entre el poder político y la religión puede representar una clave de lectura útil de las distintas fases que ha atravesado la historia de la práctica de la libertad religiosa. La situación cambió profundamente con la promulgación de la Declaración Dignitatis humanae. ¿Cuáles son las novedades fundamentales de las enseñanzas conciliares? El Concilio Vaticano II, a la luz de la recta razón confirmada e iluminada por la divina revelación, afirmó que el hombre tiene derecho a que no se le obligue a actuar en contra de su conciencia y a que no se le impida actuar conforme a ella.

De este modo, con la Declaración conciliar se superó la doctrina clásica de la tolerancia para reconocer que «la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa», y que ese derecho «permanece aun en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y adherirse a ella» (DH 2). A decir de Nikolaus Lobkowicz, ex-Rector de la Universidad de Munich de Baviera y Presidente de la Universidad Católica de Eichstätt, «la extraordinaria cualidad de la Declaración Dignitatis humanae consiste en haber trasladado el tema de la libertad religiosa de la noción de verdad a la de los derechos de la persona humana. El error no tiene derechos, mientras que una persona tiene derechos incluso cuando se equivoca. Claramente no se trata de un derecho ante Dios; es un derecho respecto a otras personas, a la comunidad y al Estado».

Cardenal Angelo Scola
De su discurso pronunciado el 6 de diciembre de 2012