Levantar la mirada - Alfa y Omega

Me encanta utilizar el recurso del suburbano como la ciudad que transcurre en lo escondido. En el metro pasa de todo. Y como le dedico un interesante porcentaje de mi día, me sirve de escaparate constante. Cada mañana cuento cuánta gente tiene la cabeza levantada y mira al frente o a su alrededor: menos de un 10 % de mi vagón. Así es imposible ver si entra una persona mayor, embarazada o con muletas a la que le corresponde sentarse en los ahora llamativos asientos verdes. Ya he cambiado de opinión sobre la desidia ante la necesidad ajena: ahora realmente creo que es que ni la vemos. Vamos absortos en la pantalla, y no hay una excusa buena. En mi tímida faceta de cotilla de actividades ajenas, mis vecinos de asiento no leen la prensa o compran online, no. Gente de toda edad, nacionalidad y estrato social limpia la pantalla con el índice, absorta en una sucesión de vídeos absurdos que ni siquiera muestran cómo se hace una receta o se envuelve un paquete de regalo. Cuando no están viendo streamers o jugando a ese entretenimiento de hacer algo con frutitas de colores. Y pienso cuánto tiempo perdido que no vuelve atrás. Vivimos como si fuéramos eternos. Que lo somos. Pero no aquí.