León XIV invita a los benedictinos de San Anselmo a ser «una colmena laboriosa»
El Papa reivindica en la iglesia de San Anselmo que los monasterios convirtieron «zonas desoladas» en «espacios fértiles». Este templo fue impulsado por León XIII
El Papa ha pedido en la tarde de este martes a la comunidad benedictina afrontar los rápidos cambios del mundo «con una fe que sitúe a Cristo en el centro de la vida» y ser «una colmena laboriosa que irradie alegría y fe». Lo ha hecho durante una Misa por la festividad de san Martín de Tours en la iglesia de San Anselmo. Es un templo sobre la colina romana del Aventino y cuya construcción impulsó León XIII hace 125 años para «fortalecer la unidad benedictina en la Iglesia». A su alrededor crecieron el monasterio, un Ateneo Pontificio, el Instituto Litúrgico y otras iniciativas.
En su homilía, León XIV ha explicado cómo la vida religiosa históricamente nació «en la frontera» y llevaba oración, trabajo y caridad a regiones remotas. Gracias a esa presencia, «zonas desoladas se transformaron en espacios fértiles, no solo materiales, sino espirituales». Y ha recordado que desde entonces, «el monasterio se ha caracterizado como lugar de crecimiento, paz, hospitalidad y unidad, incluso en los períodos más oscuros de la historia».

Oración, estudio y una vida santa
El Pontífice estadounidense ha reconocido que los desafíos de hoy, aunque aparentemente distintos, siguen exigiendo «reconocer a Cristo como Salvador y traducir esa fe en oración, estudio y una vida santa». Y ha invitado a todas las diferentes instituciones alrededor del Aventino a unir fuerzas como una «escuela del servicio del Señor».
Apoyándose en las lecturas del día, León XIV ha comparado la misión benedictina con «un corazón que bombea sangre al cuerpo». En ese «corazón», la oración y el estudio alimentan la vida de la Iglesia y le dan fuerza.

«Umbral entre lo humano y lo divino»
Casi al final de su homilía, León XIV ha reivindicado la importancia de levantar templos como aquel donde ha celebrado porque suponen «un umbral entre lo humano y lo divino». Y ha invitado a los presentes a compartir sus dones recibidos, pues cuando eso sucede «el templo se convierte en un lugar de alegría». «Que este complejo sea un centro que irradie esperanza a la Iglesia y al mundo», ha concluido.