León XIV a «los poderosos del mundo»: «Tened la audacia de desarmaros»

En una sobria vigilia de oración por la paz celebrada durante la tarde de este sábado en la plaza de San Pedro, León XIV ha pedido a los fieles allí reunidos «desarmar el corazón» y transformar la devoción mariana en un compromiso activo por la paz. «La paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo», ha dicho el Papa al término de esta vigilia en el marco del Jubileo de la Espiritualidad Mariana.

El Pontífice ha llamado a los fieles a mirar a María «como guía de la peregrinación en la esperanza». También como modelo de compasión hacia «todo hermano y hermana que sufre». Y ha señalado que la auténtica espiritualidad mariana no se mide por los gestos externos sino por la imitación de las «virtudes humanas y evangélicas».

«Envaina tu espada»

Durante la vigilia, León XIV ha citado las palabras de la Virgen María en las bodas de Caná y que recoge el Evangelio de san Juan: «Haced lo que él os diga». «Después no hablará más», ha advertido el Pontífice, por lo que ha calificado esta frase de la Virgen como «su testamento». «Nos pide cumplir el Evangelio, convertirlo en gesto y carne, en esfuerzo y sonrisa». Según el Papa, este mandato conserva hoy toda su actualidad. Y ha pedido a los fieles: «Cumplid la Palabra y la vida se transformará de vacía a plena y de apagada a encendida».

Después, haciendo referencia a las palabras de Jesús en el Huerto de los Olivos, el Papa ha recordado su exigencia a Pedro: «Envaina tu espada». «Es una llamada dirigida a los poderosos del mundo: ¡tened la audacia de desarmaros!», ha explicado. Pero al mismo tiempo es otro reclamo «a cada uno de nosotros para hacernos conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política». E igualmente ha subrayado que la paz no comienza con tratados ni victorias sino «cuando se desarma el corazón».

Mirar «desde la perspectiva de la viuda»

León XIV ha recordado también otra cita del Evangelio respecto a los poderosos que «se construyen imperios con el dinero y el poder». Jesús encargó a los discípulos que «entre vosotros no debe ser así». En contraposición, «se ciñe una toalla y se arrodilla a los pies de los suyos». Por lo que ha llamado a mirar el mundo «desde abajo, con los ojos de quien sufre». También a leer la historia —tal y como encargaba Francsico— «desde la perspectiva de la viuda, del huérfano, del extranjero y del fugitivo».

Finalmente, en su oración final, ha pedido a la Virgen: «Enséñanos a detenernos contigo junto a las infinitas cruces donde tu Hijo sigue crucificado».