«Las víctimas adultas de abusos sexuales en la Iglesia existen» - Alfa y Omega

«Las víctimas adultas de abusos sexuales en la Iglesia existen»

El derecho canónico y casi todas las comisiones que estudian este crimen se centran en los niños y mayores de edad con discapacidad. «Adulto no es sinónimo de consentimiento», afirma Paula Merelo, que acaba de publicar en San Pablo Adultos vulnerados en la Iglesia

Fran Otero
La profesora decidió investigar tras escuchar una conferencia de Hans Zollner, uno de los mayores expertos en abusos. Foto: Fandiño.

Podría llamarse María, Julia o Carmen. Y tener 30, 40 o 50 años. Lo que sabemos es que esta mujer anónima sufrió abusos sexuales a manos de un sacerdote siendo ya adulta. Porque «las víctimas adultas de abusos sexuales en la Iglesia existen», denuncia Paula Merelo, profesora de Biología y bachiller en Ciencias Religiosas, que acaba de publicar el libro Adultos vulnerados en la Iglesia (San Pablo), en el que aborda esta realidad desconocida y todavía oculta y donde se recoge este testimonio.

La cuestión es que el Código de Derecho Canónico y casi todas las oficinas y comisiones de estudio de esta problemática se ciñen a los menores y a aquellos que se equiparan a estos: adultos vulnerables, es decir, con algún tipo de discapacidad. «Si son mayores de edad y tienen una carrera e idiomas se da por hecho que pueden defenderse o que hay consentimiento», explica Merelo en entrevista con Alfa y Omega.

Nada más lejos de la realidad, María –elegiremos este nombre– era mayor de edad cuando sucedieron los abusos. Además, contaba con estudios, trabajo y salud. Su acompañante espiritual se valió de la relación de confianza para traspasar «con extrema delicadeza, poco a poco» todas las líneas rojas. «No hubo violencia», explica. Sí metía a Dios en el relato. «Usó y abusó de mí. En muchas ocasiones repetí e insistí que no quería aquello que estaba ocurriendo, que él era mi acompañante y que eso era lo único que quería. Dio igual. Sabía, además, que nadie me creería. Era una mujer adulta. Seguro que todos pensarían que yo también era responsable», narra la víctima en el libro.

61,5 %

de las víctimas adultas de abusos sexuales en la Iglesia son mujeres, según la encuesta realizada por Paula Merelo

Esta realidad demuestra, añade Merelo, que se yerra el tiro «si ponemos en foco en la víctima, al pensar que se abusa porque esta es menor o tiene alguna discapacidad». El problema, dice, es que hay alguien que abusa. «No son adultos vulnerables, son adultos vulnerados a los que se ha machacado la vida. Carguemos sobre el victimario», subraya.

Esta cuestión, continúa, tiene mucho que ver con un debate abierto en la sociedad española hace ya algunos años, el del consentimiento. «No puede haberlo cuando se trata de una relación asimétrica, como la que hay entre un fiel y su acompañante espiritual. No estamos en la misma situación y, por tanto, se elimina la posibilidad de consentimiento», afirma. Merelo lo explica gráficamente con unas palabras que le dijo un psicólogo: «Si una paciente se desnuda delante de mí y me propone algo, yo tengo que decir que no. Soy el garante de la relación, estoy por encima y debo cuidarla». Por tanto, ser adulto «no es sinónimo de dar consentimiento», pues la asimetría de poder, confianza, autoridad… «otorga al victimario un estatus que le facilita aprovecharse de su condición y utilizar a una persona». Precisamente, el abuso sexual suele ser «el culmen de un proceso mucho más largo que incluye abuso de conciencia, de autoridad…».

Instituciones que se repliegan

El testimonio de María encuentra confirmación en los datos. En una pequeña encuesta que la autora lanzó a su entorno, en la que participaron 300 personas, un 13 % señaló que conocía a víctimas adultas de abusos en el seno de la Iglesia. Y que la mayoría, como María, eran mujeres –en los casos de menores suelen ser varones–. En ellos, los agresores fueron mayoritariamente sacerdotes que ejercían acompañamiento o dirección espiritual. En línea con esto último, las víctimas suelen ser personas muy implicadas en su proceso de fe, que buscan ayuda en este sentido y se encuentran con una agresión. «El daño es horroroso. Se ve afectada no solo la parte corporal o psicológica, sino también la fe. El abusador es un referente que liga a Dios», sostiene Merelo.

Al daño generado por el victimario, las agredidas reconocen haber sufrido por la respuesta de la institución religiosa. No están satisfechas con ella, según la citada encuesta. «Sienten que su comunidad de fe, que les da sustento, repliega filas y las tratan como un amenaza», recoge Merelo. «El hecho de denunciar abrió un infierno que, a día de hoy, sigue siendo como sal en la llaga. […] Nadie en la congregación se dignó a escuchar mi relato completo y se han tomado decisiones basadas en testimonios sesgados», cuenta María. No ayuda que los procesos sean poco claros y transparentes. «Son oscuros y, al final, benefician al agresor. De hecho, a la víctima no se la reconoce como parte, y que reciban información depende de la buena voluntad de las autoridades», agrega.

Con la experiencia de este trabajo, Merelo se atreve a lanzar varios retos a la Iglesia. Primero la anima a reconocer lo ocurrido y a promover procesos que sean claros y justos y lleven a conocer la verdad. También pide que haya una reparación, que en muchos casos tendrá que ser «dinero» para compensar el gasto por las horas de terapia o por la reducción de sus recursos como consecuencia de la agresión. «Las víctimas quieren reconocimiento y que lo que les sucedió a ellas no vuelva a ocurrir. No son una amenaza, nos quieren ayudar», concluye.

Adultos vulnerados en la Iglesia
Autor:

Paula Merelo

Editorial:

San Pablo

Año de publicación:

2022

Páginas:

128

Precio:

16 €