Las parroquias buscarán «unir fe y vida» en el nuevo año
Desde ping pong y billar, hasta talleres de costura, catequesis y grupos de formación. Así es el inicio del curso pastoral: «El cristianismo es una vida entera»
«Voy a perder la cabeza», dice sonriendo Mario Picazo al preguntarle cómo afronta este nuevo curso. «Pero no pasa nada, si se pierde la cabeza por el Evangelio no pasa nada». Desde hace dos años es párroco de la iglesia granadina Santa María Micaela, situada en La Chana, uno de los barrios más humildes y dinámicos de la ciudad. En conversación con Alfa y Omega, asegura que este ha sido un verano en el que los jóvenes de la parroquia han ido cogiendo más protagonismo, organizando, por ejemplo, un cine de verano a las puertas del templo. Entre los más comprometidos hay una colombiana, un salvadoreño, una marroquí y un granadino. Todos ellos, bajo el nombre de Grupo Sinergia, quieren aportar a la vida parroquial.
Además de tener unos espacios de formación más sosegados «que ayuden a hacer equipo y alimentar la fe», así como retomar los grupos de ministras de la Eucaristía, las visitas a los enfermos o el equipo de catequistas, la parroquia también abre sus puertas al barrio con actividades diferentes, como torneos de ping pong, billar y juegos de mesa o talleres de música, cocina o costura. «Alguna excursión también haremos seguramente», añade Mario Picazo. Otra realidad importante en La Chana es la migración, y para ello la parroquia se pone manos a la obra con el Proyecto Girasol, una iniciativa que lleva años en marcha y que quiere ayudar a la integración de las personas migrantes mediante cursos de español, informática o manualidades. Como dice Picazo, «la idea es unir fe y vida».
Al otro lado de la provincia, casi en el límite de la Alpujarra, se encuentra una de las parroquias más pequeñas, la de Albondón, un pueblo que vive de la uva y la almendra y cuyo párroco, Antonio Guzmán, afirma vivir el nuevo curso «muy ilusionado». Entre otras cosas, porque entre todos los vecinos han conseguido reunir parte del dinero para comenzar este mes a arreglar los problemas estructurales que sufre la iglesia. «Es bonito, porque lo que comenzó siendo un proyecto para restaurar un templo ha ido construyendo un pueblo en mayúsculas», relata Guzmán para este semanario. Comidas benéficas, barras, fiestas, venta de sudaderas… todo —y todos—, han sumado para cuidar la casa común del pueblo.
«Para mí, septiembre no es un comienzo, sino seguir viviendo juntos en el pueblo más bonito que es la Iglesia». Antonio no siente que esté comenzando el curso por la continuidad de eventos que no han parado, ni siquiera en los meses de verano, en las cinco parroquias rurales donde ejerce. Desde las catequesis a la banda de música, o pintar entre todos la parroquia. «El comienzo de curso no es un programa que hay que planificar, como si fuera una empresa, sino ir tejiendo poco a poco lo que el Señor me va regalando», recalca Guzmán, y deja caer dos de sus intenciones para este curso: «que la catequesis deje de aislar a los niños», haciendo más actividades en familia y formación para los padres. Por otro lado, «darle potencia al testimonio» creando espacios de tertulia con misioneros, universitarios o padres de familia, para que la gente puede descubrir «que el cristianismo es una vida entera».