Las mujeres fuertes llegan a San Pedro
Tres vietnamitas que arreglan las redes de pesca y otras 25 mujeres fuertes de todas partes del mundo congelan la mirada de quien se acerca a la columnata
Su alma está arraigada al corazón de la Amazonia. Ellas mismas son la selva. Cada semana Maria Auxiliadora Fernandes da Silva y las mujeres de su familia —del pueblo Dâw— atraviesan en canoa el bajo río Negro, en la población de San Gabriel de Choeiera, en el estado brasileño de Paraíba. Allí, casi en la frontera con Colombia, cultivan una plantación de yuca. A más de 18.000 kilómetros de distancia, en Vietnam, otras tres mujeres luchan por su supervivencia. Con sus manos recias y llenas de callosidades, reparan con esmero las redes que usan para pescar. En la región etíope de Tigray, una niña de unos 9 años mira a través de la valla de un campo de desplazados en una zona castigada por el conflicto que —tal y como han reportado Amnistía Internacional y Human Right’s Watch— ha derivado en una limpieza étnica. Otra pequeña, más o menos de su edad, sonríe en una estación de tren de Ucrania, ajena al doloroso nudo de la diáspora que fuerzan las bombas. En un pueblecito de Rodas, en Grecia, una anciana absorta en sus pensamientos sujeta con fuerza un bastón. Otra mujer, que acaba de ser rescatada por la guardia costera de una barcaza en el Mediterráneo cierra los ojos y respira, por fin, tranquila. En Togo, dos religiosas de la Congregación de las Hermanas de la Providencia usan una motocicleta desvencijada para poder llegar a Misa a tiempo. Y en India, una niña funambulista trata de mantener el equilibrio mientras usa una pértiga. Todas tienen su espacio en la parte izquierda de la columnata de la plaza de San Pedro donde, hasta el próximo 28 mayo, podrá verse la exposición fotográfica El clamor de las mujeres. En total, son 26 instantáneas de un equipo internacional de ocho fotógrafos que han retratado con crudeza el dolor, a menudo oculto, que acarrean ellas en todo el mundo.
Entre ellos, la turca Nese Ari; Asaf Ud Daula, de Bangladés, premiado por Forbes como el mejor fotógrafo «verde» del mundo; los italianos Sebastiano Rossitto, Giuseppe Caridi y Luca Catalano Gonzaga; el griego Vassilis Ikoutas; el director de fotografía español Ferrán Paredes Rubio o las italianas Caterina Borgato y Silvia Tenenti. «Centro mis fotografías en los desequilibrios sociales que, incluso en sociedades con una opulencia generalizada y no solo donde la pobreza es extrema, siguen dificultando la afirmación de las mujeres», incide esta última.
Lia y Marianna Beltrami, encargadas de la dirección artística de la muestra, presentaron este proyecto visual al Observatorio Mundial de las Mujeres, un proyecto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), que podrán ver de forma gratuita las decenas de miles de turistas que cada día pasean por la plaza de San Pedro. Para la primera de ellas, también comisaria de la exposición, cada fotografía «muestra dramatismo, pero siempre con una profunda esperanza. Hemos elegido contar esa esperanza, esa flor en el desierto, esa fuerza de las mujeres para seguir adelante», señala. La también directora y productora incide en que, en un mundo marcado por la polarización y las divisiones, «el arte puede ofrecer un espacio abierto, una casa común en la que hacer síntesis, donde encontrarnos como humanidad unida y fraterna». Hablando de mujeres, la brecha se hace aún más profunda, «y por eso le hemos encomendado a la fotografía la tarea de crear una nueva armonía», agrega. En todo caso, subraya que las imágenes reflejan a «mujeres resilientes que —a través del ojo hábil y delicado del fotógrafo— pueden generar una sinergia transformadora cuyo horizonte es la fraternidad humana».
La presidenta general de la UMOFC, Maria Lia Zervino, asegura que es «un signo de cómo la Iglesia hoy quiere abrazar a todas las mujeres del mundo, creyentes y no creyentes, y darles visibilidad, para transformar, para mejorar su vida, la de sus familias, la de sus pueblos». «Podría decirse que Jesús tuvo cierta predilección por las mujeres, no solo por su madre, sino también por la samaritana, la pecadora, la viuda de Naín, María Magdalena… Entonces, ¿cómo es posible que haya tantas mujeres en el mundo que experimentan que la Iglesia no las ama o que no se pone de su lado, como lo hizo Jesús?», se cuestiona la directora de esta asociación de mujeres católicas que echó a andar en 1910 y que ahora tiene presencia en 60 países, con más de ocho millones de miembros.
Por su parte, el prefecto del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, Paolo Ruffini, indica que el grito silencioso de estas mujeres «perfora la apatía» de quien las observa. Las fotografías expuestas «tienen la fuerza, el poder de obligarnos a parar, a ver. Para sorprendernos y para darnos un dinamismo. No son estáticas. Nos cuestionan. No ofrecen respuestas. Pero nos ponen delante de nuestra propia ceguera. Destrozan la armadura de hipocresía que nos rodea». Las imágenes de la exposición van acompañadas de algunas frases de la encíclica Fratelli tutti del Papa, una aspiración mundial a la fraternidad y a la amistad más allá de las fronteras.