Las monjas de los conventos, las que mejor cuidan del patrimonio
El Congreso Internacional Conventos de Toledo insta a no abandonar a las religiosas «a su suerte» y pide una movilización social para ayudar a las comunidades a sostener el patrimonio
Los conventos son un patrimonio histórico vivo y quienes viven en ellos —religiosas en su mayoría— afrontan con muy pocos recursos el mantenimiento de inmuebles y objetos artísticos muy valiosos. Aun así, los expertos coinciden en que estas comunidades monásticas son las que mejor los cuidan; pero la sociedad debe mejorar sus condiciones de vida.
Es una de las conclusiones del Congreso Internacional Conventos de Toledo: Patrimonio Histórico Vivo, a las que ha tenido acceso EFE. En él han participado una treintena de especialistas en disciplinas como historia del arte, museología, restauración, arquitectura, urbanismo, economía o jurisprudencia.
El congreso ha sido organizado por el grupo de investigación Claustrat de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), que dirige el catedrático de Historia Moderna Francisco José Aranda Pérez. Se ha llevado a cabo en Toledo, por tratarse de una ciudad que es «un excelente laboratorio de conocimiento y búsqueda de soluciones» para esta cuestión.
Toledo llegó a tener 57 monasterios —27 masculinos y 30 femeninos—, de los que 14 todavía albergan comunidades religiosas originarias —tres de hombres y once de mujeres—. Esto supone, probablemente, la mayor densidad monacal de España. Además de los 14 que se mantienen, otros cuatro han cerrado en lo que va de siglo, 16 conservan sus edificios para otros usos y 21 han desaparecido totalmente o quedan restos mínimos. En el resto de la archidiócesis de Toledo, que comprende la provincia de Toledo y parte de Extremadura, permanecen vivos tres conventos masculinos y 25 femeninos.
De esta forma, el patrimonio conventual que alberga la ciudad de Toledo, ciudad que desde 1986 es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está a la altura de otros grandes centros religiosos del mundo, aunque este se encuentra en una situación «extremadamente precaria».
Al borde de sus fuerzas
Los expertos han debatido durante dos jornadas sobre el arte y el patrimonio conventual, pero también sobre su economía y jurisprudencia. Han concluido que el protagonismo de la conservación y sostenibilidad de este «enorme acervo de la vida monástica toledana» debe recaer en los religiosos por dos motivos. En primer lugar, la propiedad es suya. Y en segundo lugar han sido, en la mayor parte de los casos, los «mejores custodios de sus casas desde hace siglos» y las han mantenido vivas hasta la actualidad empleando «ingentes recursos personales y económicos».
El problema radica en que los conventos están en la actualidad al borde de sus fuerzas, por la disminución y envejecimiento de sus comunidades y por sus dificultades económicas. No obstante, no se los debe abandonar «a su suerte» porque ese patrimonio no es solo responsabilidad de cada una de las órdenes religiosas sino de toda la sociedad; incluyendo la Administración civil, la eclesiástica y el conjunto de la ciudadanía.
Ante esta situación, los expertos dicen que es «imprescindible» hacer campañas de concienciación y acción continuadas para obtener recursos. «Si queremos que sean viables, autosuficientes y que incluso puedan prosperar en vocaciones hay que mejorar sus medios de vida. Y, antes que nada, hacer habitables sus casas e instalaciones, como las de cualquier ciudadano».
Consideran importante «relanzar» la conciencia pública sobre el problema del patrimonio conventual dando cabida a los poderes públicos (civiles y religiosos), a colectivos y a entidades empresariales preocupadas por la herencia histórica. Pero, sobre todo, inciden en no quedarse en el lamento sino en buscar soluciones y mostrar unidad de acción. Así, proponen abordar planes directores de prioridades y urgencias que contemplen el conjunto de conventos como una unidad vital y que tiendan a consolidarlos y ofrecer una solución «viable y digna» a las monjas y monjes que se queden sin su comunidad religiosa original.
Por último, los expertos dicen que la vida religiosa como se ha conocido hasta ahora «está llegando a un final de ciclo». Por ello, «urge tomar posición y actuar» porque una parte sustancial de ese modo de vida y de ese patrimonio «corre peligro real» de descontextualización, desnaturalización e incluso pérdida para el uso público.