Las Misioneras de la Caridad visitan el centro de reinserción de menores que lleva el nombre de su fundadora
Los jóvenes internados con medidas judiciales han recibido de regalo una escultura de la madre Teresa, obra de María José Aroz
No podía ser que el centro de menores infractores Teresa de Calcuta (Brea del Tajo) no tuviera una imagen de la mujer que le ha prestado su nombre. Esto fue lo que pensó Francisco García-Roca, orientador educativo y, además, diácono permanente de la diócesis de Madrid, cuando se incorporó como psicólogo educativo a los centros de menores con medidas judiciales, seis en Madrid. En el de Brea del Tajo, el de mayor número de internos y con los delitos más graves, Francisco se dio cuenta de que no solo no había referencias a la santa, sino que además «casi nadie sabía quién era esa mujer». «Empecé a indagar y deduje que había asistencia religiosa al ver algunos rosarios colgados de los cuellos de los chavales». Efectivamente, un capellán, Borja Langdon, acude allí semanalmente. Los atiende espiritualmente, pero también en su ocio, porque con ellos formó un equipo de baloncesto que se suma al de fútbol, entrenado por Antonio Fernández, integrante del cuerpo técnico de Vicente del Bosque cuando España ganó el Mundial de 2010.
Así las cosas, el diácono le propuso un día al capellán invitar a las Misioneras de la Caridad a visitar el centro. «Llevo colaborando con ellas desde temprana edad, allí afiancé el noviazgo con mi mujer, y fue sin duda germen de mi vocación al servicio a los pobres como diácono», cuenta. La visita se fijó para el sábado 11 de noviembre, y para la ocasión, la escultora María José Aroz modeló una imagen de la madre Teresa, en postura orante, como regalo para el centro. También llevaron dos láminas reproducción del cuadro en el que la santa sostiene a un bebé en brazos. «Todos se lo querían llevar a su módulo», cuenta divertido Francisco.
A Brea de Tajo acudieron, además del diácono y el capellán, la maestra de aspirantes de las misioneras, dos aspirantes, una voluntaria y un catequista. La religiosa explicó a los chavales quién fue la madre Teresa, cómo dejó todas sus comodidades en Europa para marchar a la India y cómo allí decidió atender a los más pobres de entre los pobres tras oír el grito de Jesús «¡tengo sed!». El sacerdote, mientras, confesaba a quienes lo pedían, «confesiones bien largas»; tanto, que de hecho «tenía que empezar la Misa y no había manera». Tras la Eucaristía y un aperitivo ofrecido por el centro, los internos quedaron con ganas de más: «¡Por favor, volved!». También las misioneras, ellas que dan su vida a «los más necesitados, los más pobres». Eso sí, se los llevaron en el corazón y también en papelitos con sus nombres que ellos mismos escribieron para que los tuvieran presentes en sus oraciones.