El coronavirus está golpeando muy duro a España. Hay barrios y municipios confinados. Se imponen horas de cierre a los locales de ocio y restauración. Se limitan los aforos. Numerosos cines han tenido que cerrar o reducir drásticamente su actividad. Se han suspendido festivales de música y teatro. A pesar de que el número de contagios en actividades culturales es pequeño y, en algunos casos, como los conciertos de música clásica, ni siquiera se han registrado, el mundo de la cultura está padeciendo las consecuencias de las medidas adoptadas. Entre las muchas cosas que esta enfermedad nos está arrebatando se encuentra la belleza que el arte ofrece.
Sin embargo, contra viento y marea, hay museos, teatros, salas de conciertos y cines que resisten heroicos al coronavirus. Ya hemos dado cuenta aquí de exposiciones bellísimas como ese Reencuentro en el Prado que sirve para recordarnos que la capital de España acoge la pinacoteca más importante del mundo. En estos días, el paseante por Madrid puede encontrarse con las Meninas Madrid Gallery, una exposición urbana cuyas figuras inspiradas en el cuadro de Velázquez ocupan espacios simbólicos de la ciudad.
Es cierto que son unas Meninas tuneadas, hasta el punto de ser casi irreconocibles, pero ahí radica, precisamente, el desafío. El arte nos lleva a lugares desconocidos y a los que, a veces, no deseamos ir. Estas damas salen a nuestro encuentro evocando, desde la distancia, a las verdaderas damas de compañía que dan nombre a la obra de Velázquez. En las siluetas de estas figuras, resuena la voz de quienes servían a las infantas de España. Antes rodeadas de una muchedumbre de turistas, las Meninas salen a nuestro encuentro con otras voces, con otros colores, para recordarnos, como en un sueño, quiénes son ellas y, sobre todo, quiénes somos nosotros.
En efecto, esta pandemia no solo amenaza nuestro cuerpo, sino que pone en peligro nuestra alma. El miedo puede paralizarnos. Las consecuencias económicas y sociales ya se dejan sentir. Las Cáritas de las distintas diócesis coinciden en advertir cómo se han disparado las personas en situación de necesidad. Ya se habla de colas del hambre. No debe sorprendernos que muchos se sientan abandonados, tristes o desesperados. Ahora más que nunca debemos recordar a qué estamos llamados: al Bien, a la Verdad y a la Belleza, es decir, a Cristo. El arte nos recuerda ese poder maravilloso de crear belleza que el ser humano recibió de Dios. Si Él nos hizo a su imagen y semejanza, y en cada uno de nuestros rostros hay un rasgo suyo, algo parecido cabría decir de las obras que los museos atesoran: también en ellas hay un destello del Creador.
Estas Meninas que vemos en la calle nos evocan a las otras, a las de verdad, que hoy tienen menos visitas en su palacio madrileño. En cada miriñaque y cada melena, se nos susurra la verdad velazqueña, el canto a la inteligencia que llegó a pintar el aire. Alberti escribió que al pintor sevillano «se le apareció la vida una mañana / y le suplicó: píntame, retrátame / como soy realmente o como tú / quisieras que yo fuese». Estas Meninas salen a buscarnos y nos conducen al museo y, desde ahí, al interior de nuestra alma, que ansía la Belleza.