Las estructuras, al servicio de la misión - Alfa y Omega

Las estructuras, al servicio de la misión

La reforma de la Curia comenzará por el IOR, el Instituto para las Obras de Religión, que gestiona, entre otras cosas, el popularmente conocido como Banco vaticano. Mediante su primer motu proprio, el Papa ha creado una Comisión que recopilará toda la información necesaria

Ricardo Benjumea
El Papa saluda a uno de los arzobispos que recibieron el palio, el pasado 29 de junio.

El Papa ha escuchado «la opinión de varios cardenales y otros hermanos en el episcopado, así como otros colaboradores», y quiere informarse bien antes de reformar el IOR, anuncia el quirógrafo, o motu proprio manuscrito por el Santo Padre. Para ello ha creado una Comisión Pontificia con amplios poderes, con acceso cualquier documento e información, sin que nadie pueda alegar frente a ella secreto profesional.

Preside la Comisión el cardenal italiano Raffaele Farina, salesiano, de 79 años, antiguo Archivero y Bibliotecario de la Santa Sede. El coordinador es un español, monseñor Arrieta, secretario del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, y el secretario, monseñor Peter Wells, diplomático de la Secretaría de Estado, estadounidense. Completan el grupo el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, y una laica, la profesora norteamericana Mary Ann Glendon, presidenta de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales y ex embajadora ante la Santa Sede. Días antes, el Papa nombró al al sacerdote Mario Salvatore Battista Ricca, director de la Casa de Santa Marta, nuevo prelado del IOR, con función de enlace ente la gerencia y la comisión de cardenales.

De especial interés en el motu proprio es la alusión expresa a la finalidad de la reforma: «Una mayor armonización con la misión universal de la Sede Apostólica». En otras palabras: las estructuras de la Iglesia deben ponerse al servicio del anuncio del Evangelio, o pierden su razón de ser.

Y algo que, de entrada, entorpece esa misión es la mala imagen que arrastra el IOR desde principios de los años 80, cuando estalló el escándalo del Banco Ambrosiano. A ello, según ha reconocido su Presidente, el alemán Ernst von Freyberg, se añade la falta de transparencia informativa, caldo de cultivo que alimenta infinidad de mitos. En realidad, el IOR es una entidad modesta. No es un Banco, ni puede conceder créditos, sino que apenas gestiona un patrimonio de unos 6 mil millones de euros de eclesiásticos, diócesis, Congregaciones… De puertas adentro, se afirma que el gran problema son las carencias en la administración, que ha quedado anticuada. Benedicto XVI emprendió una puesta al día, y, sobre todo, se preocupó de que la entidad se adaptara a la normativa internacional contra el blanqueo de dinero. A ello alude expresamente Francisco en su quirógrafo, que sitúa las futuras reformas en continuidad con las emprendidas por el Papa Ratzinger, a su vez en línea con las de Juan Pablo II.

La imagen del IOR ha vuelto a verse salpicada, en los últimos días, con la dimisión del director y del subdirector de la entidad, ceses enmarcados en el proceso de reformas, y, sobre todo, con la detención del sacerdote italiano Nunzio Scarano. La prensa le presentó inicialmente como obispo y alto funcionario del Vaticano. La Santa Sede desmintió ambos extremos, y aclaró que el sacerdote fue relevado de sus responsabilidades en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, como marcan los protocolos vaticanos, cuando se supo que estaba siendo investigado. La policía lo detuvo, el viernes, acusado de introducir fraudulentamente en Italia, procedentes de Suiza, 20 millones de euros de unos amigos.

Más sinodalidad

Otra de las claves de la reforma que se anuncia en este pontificado es una mayor colegialidad, como indica la propia constitución de un grupo de 8 cardenales de todos los continentes para asistir al Papa en el gobierno de la Iglesia. «Debemos ir» por el «camino de la sinodalidad» que marca el Concilio Vaticano II, armonizando primado y sinodalidad, dijo el Pontífice, ante los nuevos arzobispos, a quienes entregó el palio en la fiesta de San Pedro y San Pablo.

«La variedad en la Iglesia, que es una gran riqueza, se funde siempre en la armonía de la unidad, como un gran mosaico en el que las teselas se juntan para formar el único gran diseño de Dios», añadió. «Y esto debe impulsar a superar siempre cualquier conflicto que hiere el cuerpo de la Iglesia. Unidos en las diferencias: no hay otro camino católico para unirnos. Éste es el espíritu católico, el espíritu cristiano. Éste es el camino de Jesús».