Las caras de la Iglesia en África. Embajadores de Cristo - Alfa y Omega

Las caras de la Iglesia en África. Embajadores de Cristo

La Iglesia en África son rostros concretos que trabajan incansablemente por mejorar la vida de los olvidados por Occidente. Son personas como el español monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, en Centroáfrica, que seca las lágrimas de su pueblo, atacado por una guerrilla ugandesa. O la doctora Oloo, que trabaja por evitar la fuga de cerebros en Kenia. O los trinitarios en Sudán y la Compañía del Salvador en Benín. Son las luces de África, que esperan anhelantes al Santo Padre y la hoja de ruta que ayude a su pueblo a tener presente y futuro

Cristina Sánchez Aguilar
La doctora Florence Oloo, en una conferencia sobre Kenia.

La labor fundamental de la Iglesia en África es su servicio a favor de la reconciliación, la justicia y la paz. Así lo señalaron los padres sinodales en su mensaje al pueblo de Dios, tras el Sínodo de los Obispos africanos, de octubre de 2009: «La Iglesia en África, ya sea como familia de Dios que como cada uno de sus fieles, tiene el deber de ser instrumento de paz y reconciliación, según el corazón de Cristo». Una teoría que se hace vida detrás de las innumerables caras concretas que gastan y desgastan su vida por el pueblo africano.

Una de esas caras es la del obispo de Bangassou, en la República Centroafricana, monseñor Juan José Aguirre, cordobés de nacimiento, que ve cómo su pueblo sufre, durante los últimos cinco años, la invasión de la LRA, un grupo paramilitar de procedencia ugandesa, que se hace llamar Ejército de Resistencia del Señor, y que está sembrando el pánico en Centroáfrica. Roban, violan, raptan niños —hay centenares desaparecidos—, atacan indiscriminadamente y han provocado el desplazamiento de miles de personas que huyen de la violencia. «Vivimos una situación extrema —señala el obispo— que necesita del perdón y la reconciliación», como en tantos lugares del continente, heridos por la violencia de las guerrillas, la corrupción y el expolio de recursos naturales. «La virtud del perdón es decisiva», recuerdan los padres sinodales, que recalcan en el mensaje al pueblo de Dios la importancia de conceder, para ello, «el espacio adecuado a la oración y los sacramentos». Un trabajo que realiza el obispo de Bangassou en su diócesis: «Nuestra labor es una moneda de dos caras: por un lado, la evangelización y, por otro, la promoción humana. Para fomentar la vida de oración y sacramental tenemos 300 capillas y 11 parroquias repartidas en un territorio tan amplio como la mitad de Andalucía». La otra cara es el trabajo que se hace desde la diócesis, con la cual, el obispo de Bangassou define como la Pastoral de la consolación, en la que «tendemos la mano a los más pobres entre los pobres». El trabajo al pie del cañón que realiza la Iglesia en la diócesis centroafricana pasa por diferentes proyectos: «Tenemos un orfanato para los niños cuyos padres han muerto a causa del sida —sólo en la capital del país, Bangui, hay un 18 % de personas afectadas con el virus del VIH–. Otro proyecto en el que trabajamos en este campo sanitario es un centro para enfermos terminales, afectados por la enfermedad».

Las religiosas de la Compañía del Salvador, con los niños de la misión en Benín.

Otra de las grandes labores del obispo cordobés, y de quienes trabajan mano a mano con él, son las Casas de la esperanza, donde se proporciona asilo a los ancianos acusados de brujería, a quienes encarcelan y dejan morir, otra gran lacra en África. Una situación extrema, como tantas en el continente olvidado, contra las que luchan las caras de la Iglesia en África y a quienes la visita del Santo Padre Benedicto XVI dará luz, fuerza e inspiración: «Es importantísimo para nosotros que venga el Papa», afirma monseñor Aguirre; «esperamos el nuevo documento, basado en las peticiones de los padres sinodales, que tan bien conocen nuestro continente, para traducirlo a la lengua local, leerlo en los grupos, y poder así hacerlo efectivo».

Sacerdotes y misioneros: ejemplos de vida

«Vuestro ejemplo de vida, juntos y en paz, superando las barreras tribales y raciales, puede ser un imponente testimonio para los demás», recalcaba el Mensaje de los padres sinodales. El gran ejemplo vivo de reconciliación y ruptura de barreras son los innumerables sacerdotes, religiosos y misioneros que trabajan sin descanso por la paz en África. Un lugar especialmente tocado por la división es Sudán —Sudán del Norte y Sudán del Sur desde el 9 de julio de este mismo año—, donde los sacerdotes y frailes de la Orden Trinitaria trabajan desde hace más de 40 años. 42 años exactamente lleva en Sudán el español padre Javier José Parladé, párroco de la misión de la Santa Cruz, en Yirol, una ciudad situada en el centro de Sudán del Sur: «Te puedes imaginar lo que significa para mí poder decir que, finalmente, este país es independiente», afirma emocionado.

El papel de la Iglesia en el proceso de separación «ha sido fundamental», explica el padre Parladé. No sólo a nivel diplomático, que también, sino «en nuestro pequeño campo de trabajo, con actividades en las que íbamos preparando a la gente para vivir la paz, convencidos de que, tras tantísimos años de guerra, no iba a resultar nada fácil».

Un sacerdote celebra la Eucaristía en un campo de refugiados de Jartum, en Sudán del Norte, durante la guerra de la independencia.

Comenzaron «creando escuelas, especialmente para los mas jóvenes. No teníamos recursos, pero las abríamos, aunque fuera bajo los árboles. Y así se hizo: sólo en nuestra misión teníamos 27, con 270 maestros que no recibían nada, pues no teníamos nada para dar. Allí impartíamos clases de formación para la paz y venían psicólogos para ayudar a las personas a superar los horrores de la guerra».

Pero el padre Parladé reconoce que, la tan esperada paz tras el proceso de separación, aún no se ha conseguido en ambos países. «Nuestros hermanos del Norte nos han cerrado las fronteras; y, por tanto, todo el comercio que venía de allí, ya no llega. Se está pasando un hambre…; pero lo que es peor es que están bombardeando y atacando muchos sitios fronterizos», cuenta el sacerdote y trinitario, quien reconoce «empezar a comprender la provocación para hacernos volver a la guerra. Pero nosotros estamos decididos a no volver otra vez al terror». Y concluye: «No cabe duda de que éste es el momento mas difícil, y necesitamos apoyo moral y espiritual, porque si no nos saca Dios de ésta…».

Fieles laicos, testimonio en la sociedad

«Vosotros sois la Iglesia de Dios en los lugares públicos de la sociedad. En vosotros, y a través de vosotros, la vida y el testimonio de la Iglesia son visibles en el mundo». Así se dirigen los padres sinodales a los fieles laicos y su labor irreemplazable en el continente. La misión de doña Florence Oloo, profesora y vicerrectora de la Universidad Strathmore de Nairobi, en Kenia, es que los africanos puedan recibir una educación superior de calidad sin tener que marcharse a Europa o a los Estados Unidos y poder evitar la fuga de cerebros —una de las 57 propuestas de los padres sinodales—. Invitada por Benedicto XVI al Sínodo de los Obispos africanos, la doctora Oloo afirma que, en la Universidad Strathmore —que empezó con 500 estudiantes y ahora tiene más de 5.000—, «se tienen en cuenta los problemas de la sociedad; uno de ellos, la formación de los profesores de Primaria y Secundaria. En Kenia, la autoestima de los maestros es muy baja, así que decidimos organizar cursos para renovar sus conocimientos y animarlos. La preparación y el ánimo de los maestros es clave para el estado de la educación de un país», señala doña Florence, quien reconoce que su fuerza e inspiración proceden de «Jesucristo nuestro Señor», y recuerda que lo que se necesita en la educación africana es transmitir «una visión correcta de la persona, la importancia del servicio, y transmitir valores éticos a través de la coherencia de la vida. Esto es una poderosa fuerza de motivación para los jóvenes, que se consigue a través de una educación equilibrada, que forme a la mente y el corazón para buscar la verdad».

Otro trabajo clave es retener a los jóvenes que salen preparados de la Universidad, para que se queden en Kenia. «Los estudiantes reciben educación para que sean capaces de innovar y resolver así los problemas que hay en nuestra tierra, no sólo a nivel teórico, sino también práctico», afirma la doctora. «Los africanos debemos crear centros de excelencia para evitar que los mejores estudiantes se marchen», y después, continúa, «apoyarlos para que sean emprendedores y creen sus propios empleos, que tengan ideas innovadoras que satisfagan las necesidades que tiene Kenia».

Una chica abraza al cardenal Bernard Agre, arzobispo emérito de Abiyán, Costa de Marfil, después de la Misa de inauguración del Sínodo para África, el 4 de octubre de 2009.

Labor educativa en Benín

Las religiosas de la Compañía del Salvador, que llevan menos de dos meses en Benín, el país que va a visitar Benedicto XVI, también tienen claro que el futuro de África pasa por la educación. La madrileña madre Ana, y las madres Angélica y Valeria, de Maracaibo (Venezuela), viven en Kalalé, al norte del país. Es la primera misión de la compañía en el continente africano, y, por ahora, su trabajo es aprender: «Estamos conociendo las costumbres y tradiciones, adentrándonos en la cultura y en las lenguas de la zona» —están aprendiendo el boo y el fulfulde para poder relacionarse con la gente—. «No podemos dar sin antes recibir; por eso, es importante que abramos nuestros oídos, nuestros ojos y nuestro corazón, para acercarnos a las personas, comprenderlas y así, más adelante, poder transmitirles mejor el Evangelio de Jesucristo», cuentan.

La intención de la compañía es tener, con el tiempo, un foyer (internado-hogar) y una escuela de Primaria y Secundaria para niñas en Kalalé, en un continente donde la educación está muy limitada, especialmente para la mujer, relegada a las tareas domésticas y de trabajo en el campo. «La Compañía del Salvador, que lleva muy dentro la necesidad de la formación de las niñas y jóvenes, ve en la educación de la mujer africana una oportunidad de despertar en el pueblo el valor de la dignidad de toda persona humana». De todos modos, el Gobierno beninés ha hecho, en los últimos años, un esfuerzo por promover la educación, a través de la campaña Todos los niños a la escuela, que ha contribuido bastante a la escolarización.

Ellas esperan ansiosas la visita del Santo Padre, al igual que los benineses, para quienes será «un gran regalo de Dios». Son conscientes del privilegio de que Su Santidad haya escogido su pequeño país para hacer entrega de un documento tan importante, como es una exhortación apostólica postsinodal. Y esperan que sea un momento de gracia y de renovación para toda la Iglesia africana. «A nosotras, la noticia de la Visita del Papa nos llenó de profunda alegría, porque vimos en ello la bendición de Dios sobre lo que en ese momento era un proyecto de fundación. Ahora que nuestra presencia aquí es ya una realidad, es un gozo poder acompañarle estos días».

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