«Las bandas controlan partes muy importantes de Haití» - Alfa y Omega

«Las bandas controlan partes muy importantes de Haití»

Los grupos armados tienen paralizado el país. Hay barrios de Puerto Príncipe en guerra. Un representante de Cáritas cree que es momento de una intervención internacional

María Martínez López
Una mujer desplazada por la violencia lamenta en Puerto Príncipe que con el poco dinero que tiene no puede alquilar un nuevo hogar. Foto: Reuters / Ralph Tedy Erol.

Una tensa calma ha vuelto al barrio de Carrefour-Feuilles, en Puerto Príncipe. Pero a mediados de noviembre, durante más de una semana, «no podíamos ni salir al patio» de la parroquia de San Gerardo, relata a Alfa y Omega el redentorista Raphael Thierry. «Ha habido una guerra entre dos grupos armados, Ti Makak y Grand Ravine, y la Policía», por el control de la zona, cercana a la única carretera que va hacia el sur. Varias balas perdidas impactaron en la comunidad, en su coche y en la iglesia.

Desde finales de verano, la situación en Haití «está peor que nunca, y llevo aquí 20 años», lamenta Juan Manuel Díez Parrondo, representante de Cáritas Española en este país y República Dominicana. Ni la pobreza ni la inflación ni la crisis política tras el asesinato en 2021 del presidente, Jovenel Moïse, llevaron al país a la situación en la que se encuentra ahora. «El gran problema son las bandas», que no solo controlan «partes muy importantes», sino que hace poco consiguieron paralizar la nación.

Haití
Población:

11,5 millones

Desplazados internos:

113.000

Inflación:

Estimada en el 30 %, la Asociación de Economistas afirma que muchos bienes han duplicado su precio

De hecho, dos religiosas de Jesús-María tuvieron que retrasar su regreso siete semanas, hasta la pasada. En septiembre, nuevas protestas por la subida del precio de la gasolina reavivaron la violencia. Poco después una de las grandes bandas, la G9, liderada por el expolicía Jimmy Chérizier, secuestró Varreux, el principal depósito de combustible de la capital. Solo había gasolina en el mercado negro, y a precios desorbitados.

Valle Chías, colaboradora de Alfa y Omega, y una compañera estaban entonces en España. «La embajada insistió en su recomendación de no viajar», y hasta «la hermana que quedaba nos decía que no, que no había comida ni agua potable». Esperaron en República Dominicana y Estados Unidos. Pero como era difícil que llegara la calma total, decidieron junto con su congregación volver cuando reabriera el depósito. Ocurrió el 6 de noviembre, no está claro si gracias a la Policía o pagando a Chérizier. «Realmente no se ha puesto ni una tirita» al problema, admite Chías. «Hace una semana pedí combustible y me dijeron que tenía que esperar al próximo barco», relata Thierry. Con el agravante, añade, de que «aquí todo funciona con gasolina: los coches, la luz, la señal telefónica». En su zona, en el norte, hay una hora de luz al día. Y aún no tiene claro si podrá trabajar con su clínica móvil. «Si no, compraremos un burro».

En las zonas rurales la gente ha salido adelante porque «vive del campo», pero «lo ha pasado muy mal». Los colegios «no abrieron hasta el 21 de noviembre», por lo que muchos niños estuvieron desde junio sin recibir la única comida al día que tienen garantizada. En Puerto Príncipe, donde la escasez es peor, la imposibilidad de comprar agua potable y lejía causó un brote de cólera. Por suerte, aunque no ha desaparecido, «se ha controlado bastante bien», según Chías.

La parroquia de San Gerardo reparte alimentos a los vecinos de Carrefour gracias a la ONG española Acoger y Compartir. Foto: Raphael Thierry.

Incluso en su región empieza a notarse la falta de seguridad, a pesar de que allí no hay bandas. «Ya nos dicen: “No vayas a tal sitio, que se va a hacer de noche”». Hay robos, que la misionera atribuye a desplazados por la violencia o a migrantes devueltos por República Dominicana o Estados Unidos y desesperados. En medio del caos, se han producido en todo el territorio asaltos a entidades humanitarias, incluidas cuatro Cáritas diocesanas; la de Les Cayes, tres veces. Para Chías, «esto funciona así: a la mínima chispa salta todo por los aires».

Las bandas surgieron durante las grandes protestas de 2018 y 2019. Los sectores políticos que las convocaron tenían grupos que cortaron carreteras durante semanas , en el llamado Pays Lock. «La gente les ofrecía dinero para que les dejaran pasar», relata el trabajador de Cáritas. De ahí pasaron a exigirlo ellos, y luego a formas cada vez más violentas de extorsión y al secuestro. Terminaron controlando zonas enteras, y luego enfrentándose entre sí. Díaz Parrondo cree que «reciben apoyo en armas o dinero» de narcotraficantes colombianos y venezolanos, que aprovechan para utilizar como parada hacia Estados Unidos los 2.000 kilómetros de costa, «que están sin controlar».

¿Nueva misión de la ONU?

Además de la incapacidad del Estado para imponerse, el primer ministro, Ariel Henry, apenas tiene legitimidad. «El presidente Moïse iba a destituirlo en los días en los que lo mataron», explica Díaz Parrondo. Tendría que haber habido elecciones en febrero, pero en este escenario «es inviable». Cree que la solución pasa por una misión como la de Naciones Unidas entre 1996 y 2017, que considera que fue beneficiosa. «Podría controlar la situación en un mes o dos», e iniciar el proceso para los comicios.

Ahora mismo, el país está en un impás. Cuando en octubre Henry pidió ayuda internacional, el Consejo de Seguridad de la ONU respondió con sanciones contra las bandas y Canadá envió armas. «Tanto la ONU como Estados Unidos han dicho que apoyan» a quien esté dispuesto a intervenir, pero «que ellos no lo van a hacer», explica el representante de Cáritas. Tampoco Francia. Desde el conflictivo Carrefour, el padre Thierry apunta que, si bien «los partidos políticos no están de acuerdo con que vengan soldados, la población sí. Son los que sufren y quieren vivir en paz».

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