Los jóvenes que están en el Campo de Gracia se disponen a dormir. Los hay que lo harán sobre hierba, otros sobre tierra y hay quienes han optado por el asfalto de las carreteras que dividen los diferentes sectores de una zona que en su día fueron terrenos industriales. Los peregrinos habían ido llegando en riadas hacia esta zona, esperando con ganas ver y escuchar al Papa. Pasadas las 20:00 horas, Francisco hacía su entrada en el recinto del Parque del Tejo. Aún había miles de peregrinos por acomodarse en la zona D, adonde iban llegando los que ya no tenían sitio en las anteriores.
Ante las pantallas se arremolinaban para ver el primer número del cuerpo de baile oficial de la JMJ, en la que hay, por cierto, un joven madrileño. El número, de unos 30 minutos de duración, ha precedido a la exposición del Santísimo. La coreografía comenzaba al ritmo de sonidos de coches, notificaciones del móvil, metro, trends de tiktok… Mucho ruido en general. En el escenario, los artistas representaban una acción cotidiana, como ducharse, vestirse, hacerse el café. Era el ajetreo de la vida cotidiana, el ruido que envuelve y que impide escuchar la voz del Señor. Se intercalaba entonces el testimonio de una joven de Mozambique, país que vive en guerra desde hace cinco años. «Nunca hemos perdido nuestra fe», señalaba, lo que provocaba los aplausos entre los peregrinos.
Vestidos de azul para simbolizar la pesca de hombres que Jesús le prometió a Pedro, los bailarines interpretaron después el Magníficat y se dirigieron a la cruz, donde permanecerían hasta la llegada del Santísimo. En el cielo se dibujan, en luces moradas, la palabra levántate en varios idiomas. Hay más aplausos y vítores, también con la palabra sígueme. Entonces, el Papa comienza a hablar. Conforme vamos regresando de vuelta a la zona más cercana al escenario, el orden es mayor. Los de la zona D siguen acomodándose y a veces cuesta oír al Papa. Pero subiendo hacia la A —sí, el Campo de Gracia está en cuesta, al igual que la Colina del Encuentro— el sosiego es mayor.
Solo hay una cosa que es gratis: el amor de Jesús
Los peregrinos escuchan atentamente al Sucesor de Pedro, que como ha venido haciendo todos estos días, les interpela con sus frases. «No sé si a alguno le gusta el fútbol; a mí sí». Y los jóvenes aplauden. Se refiere a esto para contarles que «detrás de un gol hay mucho entrenamiento». Y les dice que la vida es caminar, levantarse si uno se cae, tener una meta y entrenar. Los peregrinos se entusiasman cuando Francisco les dice, rotundo: «Nada es gratis, todo se paga; solo hay una cosa que es gratis: el amor de Jesús». Y se despide, de golpe, con un «Gracias, ciao».
El Campo de Gracia se disponía a recibir a ese Jesús que entrega su amor gratis en el Santísimo Sacramento. Momentos de silencio, muchos chavales de rodillas, aunque el trasiego por los pasillos del recinto continúa. Comunicadas por un puente hecho para la ocasión, la zona A queda bloqueada del resto por seguridad, hasta que el Papa abandone el recinto. Cuando todo se ha acabado, aumenta el ir y venir de muchachos de un lado para otro. A los jóvenes les queda una larga noche por delante. No estarán solos. Cada sector tiene una carpa que hace las veces de capilla, en la que quedará reservado el Santísimo para su adoración, y para la Comunión de la Eucaristía del domingo, 6 de agosto. La Misa de envío será el acto de cierre oficial de la JMJ Lisboa 2023.