El Campo de Gracia espera al Papa - Alfa y Omega

El Campo de Gracia espera al Papa

Begoña Aragoneses
Jóvenes esperan la llegada del Papa en el Campo de Gracia. Foto: Begoña Aragoneses.

Ni las incomodidades de estar en el suelo, ni el polvo fino que arrastra el viento, que sopla intenso y que hasta se mastica, ni el sol, ni las colas, ni el caminar durante horas pueden con la ilusión de los cientos de miles de jóvenes que a media tarde de este sábado, cinco de agosto, están ya esperando al Papa Francisco en el Campo de Gracia para celebrar la vigilia de la noche, uno de los actos principales de la JMJ Lisboa 2023.

Cerca de once kilómetros separan la catedral de Lisboa de esta zona, que en condiciones normales es el Parque del Tejo. Kilómetros que los peregrinos han hecho a pie, un día que hoy en Lisboa se ha levantado especialmente caluroso. Cargados con sus mochilas (algunos con maletas), con sus sacos y sus esterillas (otros, con colchonetas hinchables, más o menos sofisticadas), los jóvenes han comenzado a llegar al escenario de la vigilia con el Papa mucho antes de que esta comience, a las 21:00 horas. Llegan también con sus bolsas de comida, de tela, patrocinadas por Cascais. Nada que ver con las cajas de cartón que dieron en Roma 2000. En su interior, la comida y la cena del sábado, y el desayuno y la comida del domingo, 6 de agosto. Hay zumos, bricks de leche, latas, paté, fruta, bollos… La única pega, no hay comida para celíacos.

Peregrinos en el Campo de Gracia. Foto: Begoña Aragoneses.

Igual que la forma de entregar la comida, en el Campo de Gracia todo se ha sofisticado. Las tiendas de recuerdos se han trasladado a la nueva zona foco de la JMJ desde Lisboa, hay puestos de refrescos y hasta de perritos calientes. Los baños son de primera categoría, pero solo para la primera zona, la A. A partir de la B son los clásicos portátiles utilizados en cualquier evento de masas. A media tarde comenzaban algunas aglomeraciones en los puntos de acceso a cada zona. La A se había llenado y muchos que tenían asignados esos puesto tenían que trasladarse no ya a la B o a la C, sino a la D. Tal es el caso de un grupo de 280 chinos que encontramos caminando por uno de los pasillos principales del reciento, que acaban de aterrizar prácticamente en Lisboa y están alucinados.

En el escenario cantan La Voz del Desierto y Hakuna, entre otros, mientras la gente se ha ido haciendo su campamento base extendiendo telas en el suelo para poner encima los sacos y telas sujetadas con palos que les tapen un poco el sol. Debajo de una de ellas está Elena, de Toulouse (Francia), que ha venido de responsable de un grupo de chavales y a la que le encantaron las palabras del Papa sobre la esperanza. Reconoce estar un poco estresada por controlar la situación con los chicos, «pero gracias a la ayuda de Dios, de momento va todo bien».

Antonio y Régis. Foto: Begoña Aragoneses.

Los pasillos son un ir y venir de gente, también de los Policías desplegados para la seguridad. Los chavales les aplauden; quizá los agentes nunca se han visto en una igual. Mientras en los corralitos cada uno pasa el tiempo como puede. David, por ejemplo, un chico de la diócesis de Ciudad-Rodrigo, exclama de repente que ha encontrado un fósil; lo cierto es que la zona está llena de piedras, algo que les ha obligado a hacer un buen trabajo de casi desescombro antes de poner los sacos. Muchos descansan en sus esterillas; la semana ha sido de mucha actividad y llegan ya cansados. Aunque algunos no tanto como se esperaban, como le pasa a Lluis, de 20 años, de la parroquia de San Cugat (Barcelona). Ha venido con un grupo de más de 400 jóvenes que han colocado en su campamento base una pancarta con el lema Jóvenes con ganas de cambiar el mundo. A él por ejemplo, le «mola que el Papa utiliza el concepto de que somos instrumentos de Dios».

Contemplando el panorama desde el puente que divide la zona A de la B están Antonio y Régis, sacerdotes de la diócesis de Getafe, que se han subido a esta especie de atalaya no solo para contemplar, sino también para tomar un poco de aire. Régis vive su primera JMJ como cura y está «impresionado». Sobre todo, por la acción de Dios. «Piensas que ya irá haciendo, pero es como si se pusiera a trabajar de forma especial desde el primer día». Así que desde donde están, que parece que todo es una masa, ellos ven persona a persona y cómo Dios ha ido actuando en cada uno.