La vía de la cercanía y la compasión - Alfa y Omega

La vía de la cercanía y la compasión

La 51ª Semana Nacional de Vida Consagrada aborda cómo debe ser la relación de los religiosos consigo mismos, con los demás y con la sociedad

Fran Otero
Gonzalo Fernández propone a Jesús como el hombre de las relaciones. Foto cedida por los Misioneros Claretianos.

En un mundo dominado por el individualismo, la indiferencia o la superficialidad, la Semana Nacional de Vida Consagrada, que organiza desde hace 51 años el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) de los misioneros claretianos, propone esta semana –de miércoles a sábado– adentrarse en el mundo de las relaciones. Relaciones con uno mismo, con los demás, con el tiempo y con el espacio. Y el modelo, como no podía ser de otra forma, es el mismo Jesús. De hecho, uno de los ponentes, el claretiano Gonzalo Fernández Sanz, planteó en la primera jornada un recorrido por las relaciones humanas de Jesús. Cómo se relaciona con su familia, con la mujer, con el poder político, con los pobres… La primera conclusión, según explica en conversación con Alfa y Omega Fernández Sanz, ya es un mensaje para los religiosos: «Las relaciones que más dominan son aquellas que tienen como protagonistas a enfermos, poseídos y excluidos en general».

Pero no solo es el sujeto, sino también el modo de relacionarse. Y, aquí, el profesor del ITVR señala cinco características: la compasión, pues Jesús tiene una mirada compasiva que supera el perfil moral de la persona; la cercanía, ya que «toca físicamente a las personas»; la autenticidad, porque «no finge nada ni es prisionero de su imagen para quedar bien»; no marca límites, «cualquiera se puede acercar a él independientemente de sus posición social», y sus relaciones son sanadoras, física y espiritualmente.

Con este ejemplo, el claretiano cree que la vida consagrada de hoy tiene mucho que aportar a la hora de promover relaciones con Dios y los demás. «Es un tipo de vida intergeneracional, interétnica, intercultural. Puede ser un pequeño laboratorio del tipo de sociedad en la que vivimos y de cómo aprender el arte de vivir juntos respetando las diferencias», añade. De hecho, defiende que los religiosos viven desde hace tiempo el carácter sinodal que se está intentando imprimir a toda la Iglesia en estos momentos, y son un elemento clave para que el Sínodo no se quede en buenos deseos. Pone el ejemplo de la figura del superior general de una congregación, que deja de serlo y se convierte en uno más, algo difícil de entender en la Iglesia jerárquica o en el mundo empresarial.

Luica Villanego (derecha) forma parte del Equipo Ruaj de las religiosas vedrunas. Foto: Ricardo Benjumea.

Soledad y acompañamiento

Desde otra perspectiva, la religiosa vedruna Luica Villanego, del Equipo Ruaj, planteó dos cuestiones también cruciales para la vida consagrada: el acompañamiento y la soledad. Sobre la primera subraya a este semanario que los religiosos «ganan en calidad y hondura cuando viven la cultura del acompañamiento», esto es, cuando reflexionan sobre lo que viven, ayudándose a pensar y comprender lo que pasa y decidiendo cómo actuar. De hecho, en los últimos años ha crecido el interés por activar procesos de acompañamiento personales, grupales e institucionales, así como por la formación en este campo. Es útil en la pastoral: «Vemos que a los jóvenes les ayuda que alguien se acerque, se ponga a caminar con ellos, dialogue y les ofrezca preguntas, disponiéndose a escuchar con atención y activamente». Incluso este camino puede ser una ventana de oportunidad para que las personas acompañadas y que no se definen como creyentes descubran la fe.

La otra cuestión es la de la soledad, que la religiosa vedruna propone siempre asociada a la capacidad de pensar, de hacer silencio, de cultivar la propia interioridad. «La soledad posibilita el conocimiento propio, la capacidad de generar creatividad, la posibilidad de reconocer a los otros, descubrir al Dios presente», concluye.

RELACIONADO