Omella anima a los religiosos a llevar a cabo su «pequeña gran revolución» - Alfa y Omega

Omella anima a los religiosos a llevar a cabo su «pequeña gran revolución»

El presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Barcelona inaugura la Semana Nacional de Vida Consagrada

Fran Otero
Sesión de apertura de la Semana Nacional de Vida Consagrada. Foto: Fandiño.

La 51ª Semana Nacional de Vida Consagrada, que organiza el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) de los misioneros claretianos, ha comenzado este miércoles con el saludo del presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, que invitó a los religiosos a llevar a cabo «su pequeña gran revolución», que pasa, según ha dicho, por «llevar a sus entornos el mensaje de Cristo».

«Estamos juntos en este camino y tenemos al mejor guía. Seguid adelante, el camino de la evangelización pasa por la comunión con Cristo y con los demás», ha sugerido el purpurado a través de un videomensaje ante un auditorio repleto con más de 200 participantes, a los que hay que sumar los 2.000 conectados vía online. A todos ha pedido que en sus relaciones vean siempre en el otro el rostro de Dios: «Esto lo facilita todo».

Omella ha agradecido a los presentes que hayan aceptado en su momento la llamada de Dios y los ha invitado a volver sobre ella. «No podemos olvidar en lo más íntimo la filiación divina, que Jesús es nuestro compañero de vida. Siempre podemos recordar esa relación y enamorarnos más de Él. No perdamos la confianza en él», ha agregado.

Saludo desde el Vaticano

También a través de un vídeo ha intervenido el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), que ha invitado a relacionarse con los demás al modo de Jesús. «Él se hizo pequeño. Si nos queremos encontrar con el otro, nos pide que nos abajemos, escuchemos y estemos tiempo con el otro para entrar en su corazón».

Del mismo modo ha recordado, como suele repetir el Papa Francisco, que solo nos salvamos si vamos todos juntos y ha pedido pasar del individualismo a la comunión.

Durante la apertura también han participado la rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), Myriam Cortés; el secretario general de la CONFER, Jesús Miguel Zamora; el superior provincial de los misioneros claretianos, Adolfo Lamata; y el director del ITVR, Antonio Bellella.

Fratelli tutti y la guerra

Cortés ha propuesto la fraternidad como «el modo certero de cultivar las relaciones humanas», tal y como recoge la encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti, que, ha añadido la rector, también recoge advertencias que tristemente se han cumplido. Citó, en concreto, la injusticia de las guerras, que «no es un fantasma del pasado, sino una amenaza constante».

El padre Adolfo Lamata ha reivindicado, por su parte, la trayectoria de la Semana Nacional y su aportación en la reflexión y profundización sobre la vida consagrada. Y ha añadido, al hilo del tema de trabajo: «Desde que abrimos los ojos nos encontramos apresados en la red de mil hilos de las relaciones y no cesarán hasta que nos venza el sueño».

Finalmente, Antonio Bellella ha recordado que la fecundidad y la repercusión de los consagrados no dependen del impacto sociológico, de los números ni del grado de influencia social, sino de la capacidad «de generar, establecer y vivir relaciones nuevas y significativas». «Si algo podemos subrayar y debemos cultivar, para seguir siendo hombres y mujeres significativas en este tiempo desafiante que nos ha tocado vivir, es el tejido de relaciones que somos y el abanico de relaciones que construimos día a día», ha subrayado.

Aquilino Bocos: «La crisis más grave no es la numérica, sino la de sentido»

La primera intervención ha corrido a cargo del cardenal claretiano Aquilino Bocos, impulsor de la Semana Nacional de Vida Consagrada, que ha reivindicado la importancia de «revitalizar las relaciones y ofrecer el signo de nuestra alegría en el anuncio del Evangelio» en un momento de «desencantos, conflictos y rupturas».

Con todo, ha defendido que la vida consagrada sigue teniendo mucho futuro aunque haya quien hable de «ocaso» y «crepúsculo». «El ocaso no es el fin, ni la extinción, ni el acabamiento. El ocaso es un punto, un referente. El ocaso, en la historia, desvela que la vida cierra una etapa y abre otra nueva».

Así, ha animado a afrontar las diversas crisis –«las más graves no son las numéricas, sino las de sentido, pertenencia y fecundidad»–, que son «crisis de relación». «Por eso es necesario hacer un chequeo a fondo de nuestras relaciones y vínculos con Dios, con la naturaleza, con los hombres y mujeres de nuestro tiempo y en nuestras comunidades cristianas y religiosas. Hemos de acabar con las vidas adosadas o el miedo a los semejantes», ha añadido.

El purpurado es partidario de que la vida consagrada alargue las relaciones lo máximo posible, «pues estamos llamados a superar los límites geográficos, de género, de lenguas, de culturas, de religiones y de modo de pensar, y ser testigos y artífices de comunión». «Está en juego la credibilidad de nuestra vida fraterna y de nuestro servicio evangelizador. Se nos pide, pues, discernimiento y calidad. Es la mejor forma de apuntalar nuestra identidad, pertenencia y disponibilidad», ha agregado.

También ha defendido la idea de que una vida consagrada «que vive con hondura y densidad sus relaciones es siempre innovadora y transformadora» y «capaz de ofrecer a la sociedad y al mundo sentido de proximidad y generosidad».