La Universidad de Belén combate el éxodo palestino desde las aulas
Hace casi 50 años, por iniciativa de san Pablo VI, se creó la primera universidad de Palestina. CONFER la ha reconocido con su Premio Carisma
Hace tres años Irene Botto, una joven de Belén, desarrolló una «experiencia culinaria» para los turistas. Luego renovó su «auténtica casa palestina» para hospedarlos. Quería ofrecer un «turismo alternativo» más allá del religioso. Lo aprendido en la Universidad de Belén, donde se licenció en Inglés y Administración de Empresas e hizo un máster en Turismo, le dio la idea. La Incubadora de Empresas de la universidad la asesoró. Y cuando la COVID-19 paralizó el turismo, «pude trabajar en investigación, campañas y como consultora porque había aprendido otras habilidades». Ahora ha retomado su proyecto y sueña con ampliarlo, aunque «pedir un crédito es arriesgado, y estoy indecisa por la situación política y económica».
La historia de Botto es una de tantas muestras de cómo la Universidad de Belén, de los Hermanos de La Salle, lleva casi 50 años mejorando la vida de los palestinos. Su labor les ha valido el Premio Carisma de Educación, de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER).
Nació en 1973 por el deseo de san Pablo VI de apoyar a este pueblo después de su visita a Tierra Santa en 1964. Hasta entonces, explica Peter Bray, su vicecanciller, «los jóvenes que querían hacer estudios superiores iban al Golfo, Europa o Estados Unidos». La mayoría no volvían. «Muchos eran cristianos».
Su prioridad actual es formar a los jóvenes para que escapen a la lacra del desempleo, principal causa de la emigración. Desde 2016 la Incubadora de Empresas ayuda a emprendedores, exalumnos o no, a lanzar o ampliar sus negocios. Uno de los frutos es un hotel que emplea a personas con síndrome de Down. Pronto esperan poder ofrecer microcréditos. «También estamos implementando un proyecto orientado a mujeres marginadas y con necesidades especiales», apunta Bray. Y han creado, con el Patriarcado latino de Jerusalén, un programa de empleo para jóvenes.
Al mismo tiempo, la institución está empeñada en generar un entorno en el que los estudiantes tengan buenas relaciones interpersonales, desarrollen el pensamiento crítico y las soluciones creativas, y «hagan lo que Jesús quiere de ellos: vivir en plenitud» a pesar de la ocupación israelí. Por sus aulas han pasado ministros, el actual gobernador de Belén y cuatro alcaldes, además de empresarios y líderes eclesiales. Ahora las ocupan 3.289 estudiantes, el 20 % cristianos —que son el 1 % de la población—.
Clase durante las intifadas
Los desafíos han sido constantes. Incluso ha cerrado una docena de veces. El cierre más largo empezó en octubre de 1987, como represalia a las protestas por la muerte a tiros de un estudiante a manos de soldados israelíes. Iba a durar tres meses, pero el comienzo de la primera intifada en diciembre los convirtió en tres años. Y hasta 1993, cuando acabó la revuelta, el funcionamiento fue «impredecible. Los soldados israelíes provocaban conduciendo por el campus». Los estudiantes «les tiraban piedras, y ellos respondían con gas lacrimógeno y fuego real». Si la situación se agravaba, obligaban a cerrar. Las clases, recuerda el vicecanciller, continuaron «en salones parroquiales, hoteles, conventos y en cualquier lugar disponible».
La historia se repitió en la segunda intifada (2000-2005). En 2002, «el campus fue el objetivo deliberado» de dos misiles y luego los militares lo tomaron cuatro días durante el sitio a la basílica de la Natividad. Para no perder el curso, los profesores recortaron sus vacaciones y dieron clase los sábados.
En los últimos tiempos, otro duro golpe fue la pandemia. A pesar de lo ajustado de su presupuesto, la universidad facilitó el pago aplazado y más becas a las muchas familias se habían quedado sin ingresos, además de prestar dispositivos electrónicos. Superada la crisis, está el constante obstáculo de la ocupación israelí. Más allá de la impotencia que sienten los estudiantes, «en las últimas semanas algunos están faltando a clase. Les da miedo pasar cerca de los asentamientos debido al aumento de la violencia por parte de los colonos». En medio de todo este «caos, impredecibilidad y complejidad», asegura Bray, «intentamos ser un oasis de paz y un faro de esperanza».
Junto a la Universidad de Belén, el próximo miércoles CONFER entregará un Premio Carisma Especial al sacerdote Alberto Hernández por su labor durante la erupción del volcán de La Palma. Entre los galardonados se encuentran, asimismo, el marianista Daniel Pajuelo (Comunicación) y el claretiano José Cristo Rey García Paredes (Formación y Espiritualidad). En Justicia y Solidaridad, se reconoce a Luna Reyes, voluntaria de Cruz Roja, y a Abdou, el migrante con el que protagonizó un abrazo que se hizo icónico. El obispo misionero Eugenio Arellano, el director de cine Santiago Requejo, el grupo Brotes de Olivo, la Fundación FOESSA y la Escuela de Pastoral Juvenil con Jóvenes constituyen el resto de los premiados.