La última llamada de Vargas Llosa - Alfa y Omega

Hubo un viernes, de los últimos de la primera década de este siglo que habitamos, en que toda la prensa nacional en papel se unía en una sola portada. Me atrevo a decir que incluso en un mismo sentir, compartido, a la vez, por miles de lectores hispanohablantes y tantos otros de todo el mundo. Y no, no se trataba de fútbol. Remitían a las páginas de «Cultura». Era 8 de octubre de 2010 cuando el diario ABC amanecía en titulares de «Nobel al español», se recreaba a placer (lo sabíamos desde el jueves) en que la Academia hacía justicia, al fin (esto lo añado yo, lo enfatizamos muchos), con Vargas Llosa, devolviendo el castellano a la cima de la literatura mundial. El País contaba que la Academia Sueca había concedido la mayor recompensa literaria al compromiso moral e intelectual del autor, que declararía desde la Gran Manzana: «Escribir es mi manera de vivir». El Mundo y La Razón se sumaban a la celebración del reconocimiento a nuestra lengua. Puedo citarlo todo literalmente no gracias a una búsqueda rápida en Google sino por tener los recortes de los periódicos guardados. Al recopilarlos, recuerdo que obré con tanta alegría como conciencia de que vivíamos una jornada de coberturas mediáticas que harían historia, desde las secciones de «Cultura», y de que todo iba a quedar escrito en los manuales de Literatura de las generaciones que venían detrás.

Vargas Llosa sumaba hace 15 años el Premio Nobel de Literatura al Príncipe de Asturias de las Letras y el Cervantes, entre tantos. En la rueda de prensa desde el Instituto Cervantes de Nueva York, agradeció: «A los lectores que me han acompañado, que me han seguido, de mi país, del Perú, de América Latina, de España». Y también a García Márquez por la cariñosa felicitación (no quita que luego esta fuera fake). Ahora, cuando la noticia no es anuncio sino despedida, por el fallecimiento del escritor hispanoperuano, el 13 de abril, declara Luis García Montero: «Como lector, agradezco a Mario Vargas Llosa la calidad de sus novelas y la lucidez literaria de sus ensayos. Como director del Instituto Cervantes, le agradezco su ayuda generosa y su compromiso. Como amigo, siempre le agradecí que la diferencia de opiniones políticas no supusiese un motivo de enemistad». De todas las caras del nobel, nos quedamos con la invitación a la hermandad. Con Latinoamérica. En el mundo cultural. Más allá de las ideologías.