Annie Ernaux o lo particular - Alfa y Omega

Tengo que reconocer que nunca le di una segunda oportunidad de verdad a Annie Ernaux. Ojeé El acontecimiento, novela en la que narra un aborto clandestino en la Francia de los 60, y, allí donde el jurado del Nobel alaba un lenguaje sencillo y limpio, a mí su prosa seca me dejó fría. Como esperaba ese deslumbramiento instantáneo que había escuchado a otros, el chasco fue mayor. Y se me quitaron las ganas. Tal vez algunos lectores andamos ya cansados de la etiqueta de la autoficción.

Muy cansados, de hecho. Recuerdo al maestro Joan Margarit cuando me hablaba en nuestros encuentros anuales que tanto añoro sobre el misterio del creador artístico ante la creación, y me explicaba siempre aquello que aún al escribirlo resuena en mi cabeza con su voz, algo así como: «Maica, es encontrar algo dentro de ti, particular y tuyo, que hagas salir y alcance al otro, y se convierta en algo universal». Magia pura.

Para mí, Ernaux es un poco el proceso inverso. Esto no quita que no vea qué es lo que se premia y gusta de la autora francesa, pero me temo que mi yo lector no entiende de discursos a priori, sino que se mueve por amor a primera vista y el gusto estético lo tengo bastante definido (creo que para bien, aunque alguno opinará que para mal). Lo que es innegable es que, ahora mismo, los textos de Ernaux encajan a la perfección con un mensaje que funciona de maravilla en el marco de la viralidad de las redes sociales, y también que hay una potencia en su palabra que alcanza fácilmente a un sector joven. A mí, como lectora madura, me llega menos. Y no creo que sea porque yo haya perdido la capacidad de asombro sino por todo lo contrario, precisamente. Tal vez otro gallo habría cantado de haber leído Mira las luces, amor mío antes que los escritos de Baudrillard, por decir algo. Es un librito que se deja leer, rápido, además, pero estoy segura de que habré olvidado sus líneas en breve, hecho que jamás me sucedió con la también Nobel Szymborska o que tampoco me ha sucedido nunca, por ejemplo, con DeLillo (¿cuándo el premio Nobel de Literatura para Don DeLillo?). Estos días en los que he vuelto a Annie Ernaux tengo que reafirmarme en que las primeras impresiones son las que cuentan, en mi caso. El tiempo juzgará y creo que la obra de Ernaux restringirá su valor al de documento histórico más que literario.