La tierra donde se gestó la revolución del Renacimiento español
El Museo Campos del Renacimiento aspira a ser «impulso económico, turístico y religioso» en una tierra vacía pero «llena de cultura, fe e historia»
La histórica a la par que desconocida Tierra de Campos transita por las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León. Inmensas llanuras de cultivos, completamente desarboladas, se extienden a lo largo de 5.000 metros cuadrados, salpicadas de castillos, pueblos y palomares, y en las que, además, se encuentra una de las mayores concentraciones de arte renacentista de nuestro país. La comarca, de hecho, está considerada como una de las cunas «de la revolución artística y cultural» que supuso este movimiento en España.
Buena parte de la culpa la tienen artistas como Pedro Berruguete, natural de Paredes de Nava, en pleno corazón de la Tierra de Campos. «A finales del siglo XV ya había estado trabajando en Urbino para el duque Federico de Montefeltro y había tenido relación con los artistas italianos que desarrollaban el más puro estilo renacentista», asegura José María Vicente, director del Museo Territorial Campos del Renacimiento.
Poco después de su viaje a Italia, Berruguete padre –su hijo Alonso también ha pasado a la historia como uno de los más geniales artistas del Renacimiento– pinta su obra más reconocible, Profetas, que está integrada en el altar mayor de la iglesia de Santa Eulalia –parroquia de Paredes de Nava–, donde fueron bautizados su hijo y él. Profetas, en plural, la constituyen «seis pinturas al óleo sobre tabla que representan a distintos reyes del Antiguo Testamento y que pertenecieron a un retablo anterior de dedicado a san Joaquín y santa Ana», explica Vicente.
Profetas es, además, una de las obras destacadas que se exhiben en el Museo Territorial Campos del Renacimiento, el primero de estas características de España –aunque hay algunas propuestas parecidas– y que está impulsado por la Fundación Las Edades del Hombre, el Obispado de Palencia y la Diputación Provincial, con la colaboración de la Junta de Castilla y León. «La verdad es que es un concepto novedoso que a nosotros nos gustaría afianzar y que tuviera proyección». Se trata de un museo que «no se centra única y exclusivamente en una sede, sino que abarca distintas poblaciones y, dentro de ellas, varias sedes», resume su director. De esta forma, el museo se extiende a lo largo de cuatro pueblos y cinco lugares: la iglesia de Santa María, en Becerril de Campos; Santa Eulalia, en Paredes de Nava; las iglesias de San Pedro, por un lado, y San Facundo y San Primitivo, por otro, en Cisneros, y, por último, la iglesia Santa María, en Fuentes de Nava.
En ellas, además de varios Berrugetes, se encuentran también piezas de Alejo de Vahía, que a finales del siglo XV y principios del XVI fue vecino de Becerril de Campos, localidad que custodia un gran número de obras de arte del artista y de sus colaboradores. Destaca Padre eterno, una escultura que se ha expuesto en varias ediciones de Las Edades del Hombre y que ahora lo hará en el Museo Territorial Campos del Renacimiento. Se trata de una pieza, de finales del siglo XV «en la que Dios Padre toma el aspecto de un anciano según la descripción del anciano de los días en el texto de Daniel. Lo vemos sentado en un trono gótico dorado de respaldo liso y rematado en dos arcos conopiales calados cuyas cúspides están adornadas con flores de lis», detalla Vicente.
Frente a la España vaciada
El artesonado de la iglesia de Santa María, en Fuentes de Nava, que ha llevado a la puesta en marcha de un Centro de Interpretación de las Techumbres Mudéjares; el retablo mayor de la iglesia de San Pedro, en Cisneros, obra de Francisco Giralte y uno de los conjuntos más sobresalientes de la retablística de Castilla en el siglo XVI, o la propia iglesia de San Facundo y San Primitivo, son otros de los tesoros que conserva este original museo, que además de exponer el importante patrimonio cultural que alberga la Tierra de Campos también aspira a hacer frente a la España vaciada.
«En la zona en la que vivimos, en Castilla y León, desgraciadamente se está perdiendo población de forma vertiginosa en las últimas décadas». Y esta «es otra de las razones de crear un museo territorial». La idea es «dinamizar el entorno y las propias localidades, para tratar de mitigar en la medida de lo posible esa pérdida de población e intentar de alguna forma crear empleo». Así, el museo «nace con el deseo de ser un impulso económico, turístico y religioso en un territorio cargado de cultura, de fe y de historia y, sobre todo, vacío de población».
José María Vicente concluye sin ocultar las bondades de esta experiencia territorial, en la que el visitante, además del vasto patrimonio cultural, también puede disfrutar de «otros importantes bienes patrimoniales histórico-artísticos, paisajísticos, folclóricos o gastronómicos».