La soledad del filósofo - Alfa y Omega

La soledad del filósofo

Ricardo Ruiz de la Serna
Detalle de la portada del libro

Este libro llega calentito para las tardes del otoño. Gabriel Albiac (Utiel, 1950) está en un momento creativo magnífico. En el verano de 2022 publicaba una selección de sus columnas en prensa con el título Sin miedo, sin esperanza (Confluencias). Hace algunos meses reseñábamos aquí sus memorias (En tierra de nadie, La Esfera de los Libros, 2022). Ahora llega Elogio de la filosofía, un ensayo en que vemos desplegarse ante nuestros ojos el universo del autor en todo su esplendor. Sin embargo, hay algo original y sabrosísimo en esta obra, que se lee de un tirón: es un elogio. Esto en el autor desconcierta. Alguien que elogia, de algún modo, salva lo elogiado y los lectores de Albiac sabemos que él es de salvar pocas cosas cuando de filosofar se trata. Así que queda ya lanzado el desafío. La filosofía nos puede salvar… a condición de que admitamos que esa salvación es limitada, lúcida y dolorosa. En efecto, Albiac no condesciende a la autoayuda, al pensamiento emotivista ni al optimismo. Se agradece en un tiempo que ha hecho de Paulo Coelho un superventas.

Estructurado en tres partes, el autor parte de la tristeza y el desconcierto que la filosofía produce. «Lo que está en juego es la capacidad asombrosa de las palabras para crear el mundo». Pascal no perdona. Albiac tampoco. Este libro rezuma pensamiento barroco y, en general, moderno. Dice el francés a sus oyentes en una lección que imparte en las postrimerías de su vida: «Lo que os he enseñado no lleva a ninguna parte; si os atenéis a ello, estaréis condenados». Ni Pascal ni Albiac parecen entusiasmados con la filosofía.

Sin embargo, a medida que la obra avanza, todo se va desvelando. No, la filosofía no entusiasma, pero atrapa como lo hacen Circe, las sirenas y la Górgona. No podemos dejar de mirar aquello que nos acabará consumiendo. El filósofo paga un alto precio por esa claridad de la mirada, por esa mirada «verdadera» que nace de la aporía del cretense: «Miento». Albiac desgrana frases como los honderos baleares arrojaban piedras. «El sofista es la condición del filósofo». «Para el filósofo conocer es exigencia; comunicar, no». «El tiempo de los griegos siempre vuelve».

Cae, pues, un elogio de la filosofía como juego y envite, como distracción y riesgo formidable en que el filósofo lo arriesga todo. Salir de la caverna platónica es un peligro. Quizás en eso se halla su atractivo: la radical autenticidad que se le exige al filósofo, cuya obligación es comprender. Poco a poco, nuestro autor va evocando filósofos pero también poetas, a quienes conjura para la iluminación como los chamanes al espíritu del bisonte: Baudelaire, Keats y otros que comparten el don y la carga de vaticinio.

Dios está presente por doquier. Albiac lo cita a juicio en ausencia; es más: lo emplaza para constatar que está ausente. Este elogio levanta acta de la limitación de la filosofía para alcanzar al Innombrable, al Eterno Bendito, al Creador del mundo. Vemos a san Pablo abandonado en el Areópago. Hasta el gusto de los atenienses por la novedad tenía límites. Sin embargo, hay algo aquí que nos deja insatisfechos porque a la fe no se la ha citado ni se la escucha. Al Señor, presente en el sagrario, resucitado y vivo, no se le da en esta ocasión la palabra. Tal es el poder del filósofo: puede llamar al silencio a Dios mismo.

Sin embargo, el Espíritu sopla donde quiere y hay algo en estas páginas, llenas de belleza y coraje, que nos remite a una presencia que tal vez el mismo autor no vea. La valentía misma de este elogio, la apuesta decidida por la inteligencia aun a riesgo —o a costa, más bien— de la vida misma nos remite a una dimensión que ya no es filosófica. Es la dimensión que permite entender a Moisés. Quién le habla desde la zarza. Es la que lleva al centurión romano a la comprensión al pie de la cruz y a María a guardar todas las cosas en su corazón. Es un encuentro con una amistad, como decía Frossard, «que no era de la tierra». En toda la desolación que Albiac describe, en toda la soledad que el filósofo siente, hay una presencia que lo acompaña, lo ilumina y lo sostiene. Pero su Reino no es de este mundo y la filosofía no llega a alcanzarlo por sí sola. No dejen de leer este libro.

Elogio de la filosofía
Autor:

Gabriel Albiac

Editorial:

La Esfera de los Libros

Año de publicación:

2023

Páginas:

208

Precio:

18,90 €

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