La respiración. Quiero volver a tener una familia - Alfa y Omega

El Teatro de La Abadía acoge de nuevo a Alfredo Sanzol con su última obra, una comedia emotiva con tintes –o no– autobiográficos, con mucho de sonrisas y todavía más de reflexión. Quien piense que la comedia está reñida con el dolor se equivoca. Sanzol aprovecha a través de esta pieza para desnudar al amor y vestirlo de nuevo con las múltiples caras que lo conforman.

La respiración es una reflexión en voz alta de cómo de perdido se encuentra el ser humano ante un cambio vital. En este caso, una separación será el motivo. Ha pasado un año pero Nagore (Nuria Mencía, emotiva, divertida) no puede superarlo. Todavía sigue amando a ese hombre con el que ha compartido los mejores años de su vida y le ha dado a su hija, también con su abandono se ha perdido ella. Ya no se reconoce ni cuando se contempla en el espejo, la tristeza y el mal humor le asaltan a cada paso y se niega a permitirse amar; aún piensa en su exmarido. Su madre (Gloria Muñoz, llenando la escena), será su consejera y además quien la invite a participar de una sesión de yoga donde conocerá a sus amigos, los de su madre, y por encima de todo, le permitirá a Nagore encontrarse a sí misma.

Yoga, meditación, autoestima, nuevos amigos, distintas perspectivas, celos, verborrea, lágrimas y música. Seguro que me dejo algo en el tintero, pero lo que viene después es una sucesión de escenas entre unos y otros, amantes y amigos, que apuestan por vivir y disfrutar. A Nagore le costará entender eso, pero al final se va dejando llevar por la vida misma, algo alocada e impredecible.

Se trata más bien de un ejercicio de autoestima. Uno necesita primero quererse un poquito para poder amar a los demás. También necesita que la amen, pues la vida es una escuela de amor y dolor, a partes iguales, y así, en perspectiva, entender que los cambios siempre vienen bien, aunque no sean buscados y menos acogidos. La clave está en abrazarlos y sobredimensionarlos. O al menos eso creo…

Cierran el elenco Pau Durá, Pietro Olivera, Martiño Rivas y Camila Viyuela; o lo que es lo mismo, Íñigo, Andoni, Mikel y Leire. Almas anhelantes a los que también los cambios desconciertan y hasta superan.

A veces la pieza roza el absurdo, o más bien, la parodia. La música y la canción en escena edulcoran la sala y nos adentra en una especie de musical con regusto setentero; es interesante la manera de provocar la sonrisa. Uno puede o no estar de acuerdo con lo que se produce en escena, eso no es lo relevante. Me parece a mí que Sanzol busca curarse las heridas y trasladarlas a unos personajes que por encima de todo son generosos con sus pensamientos y actos. Eso bien vale la pena descubrirlo.

Es Sanzol una vez más. Está claro que necesita respirar, como todos, pero con fuerza, de forma constante. Para los amantes del director sobra decir que se reconciliarán de nuevo con él aunque algún interrogante se les quedará en el tintero; para los que no le conozcan, aprovechen para descubrir una sinrazón de amar, una comedia sobre la vida y más allá que nace del dolor.

Vayan a ver la obra. Vayan a vivir la obra. Vayan a pensar la obra.

La respiración

★★★★☆

Teatro:

Teatro Abadía

Dirección:

Calle Fernández de los Ríos, 42

Metro:

Quevedo

Hasta el 28 de febrero