La religiosa Tiziana Merletti se convierte en la número tres del dicasterio encabezado por Simona Brambilla

La corresponsabilidad de las mujeres dentro de la Iglesia se consolida con un paso más: el nombramiento de la religiosa italiana Tiziana Merletti como nueva secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. La decisión, firmada este 22 de mayo por León XIV, refuerza la continuidad con la reforma de la Curia impulsada por Francisco.

Merletti, ex superiora general de las Hermanas Franciscanas de los Pobres, se convierte en la número tres de un dicasterio muy especial: es uno de los pocos dirigidos por una mujer, la misionera de la Consolata Simona Brambilla, que fue secretaria del mismo entre 2023 y 2025 y hoy ocupa el cargo de prefecta. El cardenal salesiano Ángel Fernández Artime se mantiene como proprefecto.

Con una sólida formación en derecho —es licenciada por la Universidad Gabriele d’Annunzio de Teramo y doctora en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Lateranense—, Merletti ha combinado su vida religiosa con una trayectoria académica y de servicio a otras congregaciones femeninas. Actualmente es profesora en la Pontificia Universidad Antonianum y colabora como canonista con la Unión Internacional de Superioras Generales, donde ha trabajado por una mayor voz de las religiosas en la vida eclesial.

«El cambio del papel de las mujeres en la Iglesia está empezando a notarse», ha afirmado en una entrevista reciente. A su juicio, las reformas actuales apuntan a una transformación más profunda del estilo de gobierno en la Iglesia. Y considera que «necesitamos un nuevo modelo de liderazgo: contemplativo, participativo y generativo, que involucre a todos sin imponer decisiones desde arriba».

La presencia simultánea de Brambilla y Merletti en este Dicasterio representa un hito inédito en la Curia romana y puede marcar un precedente en el modo de integrar el liderazgo femenino en estructuras de responsabilidad. En palabras de la nueva secretaria, se trata de «crear espacios donde la autoridad sea servicio compartido, no poder acumulado».