La pregunta de Alice
No era necesario acudir a la exégesis bíblica ni al magisterio de la Iglesia para resolver una de las preguntas más difíciles que se le pueden hacer a un Pontífice. Y Francisco le respondió algo tan sencillo como terapéutico: siempre tendremos algo por lo que poder agradecer a Dios
Ocurre algo especial cada vez que el Papa se encuentra con los niños. Apenas le cuesta esfuerzo hacerse con un público tan difícil como el de la gente menuda. Quizá porque les hace sentirse importantes. Francisco disfruta cada vez que tiene oportunidad de dialogar con ellos. Y los niños le escuchan con interés, tal como vemos en la mirada de Alice. Tiene 10 años y las secuelas de su enfermedad la obligan a desplazarse en una preciosa silla de ruedas rosa adornada con ruedas de colores. Es una más de los 200 pequeños que reciben catequesis en la parroquia romana de San Juan María Vianney, a la que el Papa Francisco acudió por sorpresa la pasada semana. Tras bromear con ellos, asegurándolos que le habían advertido que armarían alboroto y que él los veía muy formales, les dio una breve catequesis sobre tres palabras que el Pontífice considera claves para facilitar las relaciones con los demás: gracias, permiso y perdón. Mientras reflexionaba sobre el agradecimiento y la oración, la pregunta de Alice lo cambió todo. Sentada en primera fila y con un pañuelo a la cabeza que cubría la alopecia producida por el tratamiento médico que está recibiendo, cogió el micrófono para lanzar al Papa una de esas preguntas de difícil respuesta: «¿Cómo puedo dar las gracias al Señor en la enfermedad?». Se hizo un instante de silencio. Era como si todos los presentes intuyeran que lo que iban a escuchar no dejaría a nadie indiferente. Francisco aceptó el reto y miró a Alice con el mismo brillo de luz que se descubre en la mirada de los padres hacia sus hijos. Y más aún si esa hija necesita la respuesta de un Papa.
Francisco emprendió un diálogo con los pequeños: «En momentos de dificultad, en momentos de enfermedad, ¿también hay que dar gracias al Señor o no?». «Síiiiii», respondieron los pequeños al unísono. «Damos gracias al Señor porque nos da la paciencia para soportar la dificultad. Y esto es algo hermoso, porque si no tenemos paciencia, no podemos seguir adelante con la vida, ¿verdad? Incluso en los momentos oscuros, tenemos que dar gracias al Señor. Os doy un consejo —añadió el Pontífice, mirando fijamente a Alice—: «Antes de ir a dormir pensad: ¿qué puedo agradecer hoy al Señor? Dad gracias».
El Papa acababa de ofrecerles un consejo de pastor. No era necesario acudir a la exégesis bíblica ni al magisterio de la Iglesia para resolver una de las preguntas más difíciles que se le pueden hacer a un Pontífice. Y Francisco le respondió algo tan sencillo como terapéutico: siempre tendremos algo por lo que poder agradecer a Dios.
Antes de que el Papa abandonara la parroquia, Alice recibió una bendición especial, acompañada de una caricia llena de ternura. Tenemos mucho que aprender de personas tan fuertes como Alice. Tanto ella como el resto de los pequeños no se fueron con las manos vacías: recibieron un rosario y un huevo de chocolate de regalo.
En los próximos meses iremos conociendo nuevas escapadas del Papa, dentro de la llamada Escuela de Oración, una iniciativa que forma parte del Año de Oración para preparar el Jubileo 2025. Pero que Francisco haya escogido a los niños para esta primera cita dice mucho de su importancia para el futuro de la Iglesia. Al concluir el rezo mariano del pasado domingo pidió oraciones por los niños de todo el mundo que sufren a causa de las numerosas guerras y recordó la próxima cita a la que están convocados los más pequeños, los días 25 y 26 de mayo, cuando la Iglesia celebrará la primera Jornada Mundial del Niño: «Tenemos necesidad de su alegría y su deseo de un mundo mejor». Efectivamente, necesitamos rodearnos de muchas Alice que nos ayuden a agradecer cuando vamos a contrapié.