La pastoral gitana se reinventa hacia la evangelización
El 600 aniversario de la llegada a España del pueblo gitano, al que el Papa ha escrito una carta, es una ocasión para «crecer en fraternidad» y «vida cristiana»
La llegada del pueblo gitano a España quedó fijada, oficialmente, el 12 de enero de 1425. Aquel día el rey Alfonso V de Aragón concedió un salvoconducto al conde de Egipto Menor, que respondía al nombre de Juan, para poder viajar por todo el territorio de la Corona de Aragón. Sus pasos se dirigían, como peregrino, hacia Santiago de Compostela. El documento lo protegía a él, a sus acompañantes y a todos los bienes y mercancías que portaban. El archivo de la Corona de Aragón habla de una comitiva de entre doce y 100 personas que formaba parte de «una primera ola migratoria que, en los inicios del siglo XV, habría penetrado en la península ibérica por los Pirineos». Seis siglos después, el Consejo de Ministros aprobó el pasado 7 de enero una declaración institucional en la que definió el aniversario como «una oportunidad histórica para reconocer y celebrar la profunda huella cultural, social y lingüística que el pueblo gitano ha dejado en nuestra nación», y también para «reconocer las injusticias históricas y actuales» a las que se enfrentan. Por este motivo, el Gobierno ha declarado el 2025 como Año del Pueblo Gitano en España.
También el Papa se ha sumado a la celebración. Lo hizo a través de una carta, fechada precisamente el 12 de enero y dirigida al pueblo gitano que vive en el territorio nacional. En ella, ha querido «mostrarles mi afecto, reconocer sus valores y animarlos a afrontar el futuro con esperanza». Un camino, según Francisco, en el que los beatos Emilia Fernández, conocida como La Canastera, y Ceferino Jiménez, el tío Pelé, actúan de «maestros de fe y de vida para gitanos y payos». En una «sociedad tan polarizada como la de su tiempo», subraya el Santo Padre, «supieron sembrar concordia y solidaridad entre los suyos, mediando también en los conflictos que a veces han empañado las relaciones entre payos y gitanos».
Para la familia de Jiménez, que el Santo Padre «se acordase en la carta de este humilde gitano es un honor muy grande», dice Elena Jiménez Cenizo, bisnieta del tío Pelé, en entrevista con Alfa y Omega. Durante la conversación, esta gitana aragonesa —que ha colaborado activamente en la causa de canonización de su familiar y que vive muy cerca del lugar por donde el conde de Egipto Menor se introdujo en España— coincide con el Pontífice en la importancia del ejemplo de Ceferino Jiménez para el contexto social de enfrentamiento ideológico en el que nos encontramos. «Hoy la gente vive crispada. Hay una violencia intrínseca», asegura. El tío Pelé «era justo lo contrario», añade. A pesar de las «muchas privaciones cotidianas que sufrió, vivía por y para Dios», y esto «le llenaba de paz y fraternidad». De hecho, su detención se produjo al salir en defensa de un sacerdote al que arrastraban por la calle para llevarlo a la cárcel. Así, su figura «es muy relevante» para «ayudarnos a crecer» como sociedad y «como modelo de vida cristiana».

Pero no solo la figura del tío Pelé es elocuente. «La cultura gitana, en general, tiene muchos valores, como la importancia de la familia o el cuidado de la creación, que hoy escasean en Occidente, y de los que todos podemos aprender», explica José Emiliano Rodríguez, director del Secretariado de Pastoral con Gitanos de la Conferencia Episcopal Española. A ellos, Luis Guevara, codirector del departamento de Pastoral Gitana de la Iglesia de Madrid, añade el del trabajo. «Nos enseñan a situar el desempeño profesional en su justa medida. El trabajo debe tener su posición en la vida. No puede ser un absoluto o algo que te hace cada vez más ambicioso».
El reto es cómo trasladar todo este aprendizaje al conjunto de la Iglesia y de la sociedad. En Madrid han comenzado por virar el rumbo de la pastoral con la población gitana. «Se decidió derivar toda la parte asistencial, que era una parte muy importante, hacia Cáritas Madrid», explica Guevara. A partir de ahí, «vimos la necesidad de centrarnos más en la pastoral».
Para ello, desde el departamento se ha diseñado una presentación, que dura cerca de hora y media, que «queremos ir difundiendo» entre las parroquias. «Es una especie de formación», que imparten conjuntamente un gitano y un payo: se busca «que los templos crezcan en sensibilidad hacia esta comunidad y que, por tanto, abran sus puertas de par en par». Según Guevara, el gesto de integración «puede ser una oportunidad maravillosa de animar la vida de fe» del conjunto de fieles, «porque las señas de identidad del pueblo gitano están imbuidas de un clarísimo sentido cristiano de la vida».
Lógicamente, «se quiere comenzar por las zonas donde se concentra la población gitana», como son Entrevías o la zona del rastro. En las reuniones, además, «vamos a aprovechar para reflexionar y abordar detenidamente la carta del Papa», concluye el codirector, porque «que el Santo Padre haya tenido un hueco y haya elaborado un documento para ensalzar su cultura es algo que les toca profundamente el corazón». La primera cita se celebrará la última semana de enero en la parroquia San Francisco de Paula.
En la carta que el Papa ha mandado al pueblo gitano que peregrina en España, Francisco ha rememorado el histórico encuentro que san Pablo VI tuvo con gitanos de todo el mundo en 1965 y las palabras que en aquella ocasión les dirigió su antecesor: «Ustedes están en el corazón de la Iglesia». No obstante, el Santo Padre ha instado a las comunidades católicas a «seguir abriendo sus puertas de par en par» para que, así, los gitanos «puedan crecer en su fe cristiana sin renunciar a los mejores valores de su cultura». En este sentido, Francisco ha recalcado la importancia de «caminar juntos; con sus obispos, con los responsables de las delegaciones y secretariados de pastoral gitana, en sus parroquias y en las cofradías y asociaciones en las que participan».
El Papa, sin embargo, no es ajeno a la fuerte presencia evangélica entre los gitanos españoles. Es por ello que ha instado en la misiva a permanecer cercanos a todos aquellos «que ya no celebran la fe en la Iglesia católica» y ha pedido que se les ofrezca siempre «la amistad y el diálogo propios de quienes estamos llamados a vivir en fraternidad, más allá de nuestras diferencias».