La parroquia San Vicente de Paúl imagina soluciones para acoger a los inmigrantes - Alfa y Omega

La parroquia San Vicente de Paúl imagina soluciones para acoger a los inmigrantes

En un barrio que está «colapsado», como el de Carabanchel Bajo, el templo se centra en dar de comer a los migrantes

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El templo está regentado desde sus inicios por los religiosos paúles
El templo está regentado desde sus inicios por los religiosos paúles. Foto: Parroquia San Vicente de Paúl.

Carabanchel Bajo, entre plaza Elíptica y la estación de Oporto, es un barrio popular de los que nacieron en Madrid a mediados del siglo pasado. Aquí había vaquerizas que surtían de leche a los madrileños, hasta que la expansión de la capital suscitó la creación de miles de viviendas protegidas que se entregaron sobre todo a policías, guardias civiles y militares. También había un núcleo de chabolas que visitaban las hijas de la Caridad. Esta primera presencia religiosa propició que, en 1955, se levantara un templo dedicado a San Vicente de Paúl, encargado hasta hoy a los paúles.

En la actualidad, muchos de sus feligreses son los hijos de aquellos pioneros. Pero el número de inmigrantes ha crecido tanto en los últimos años que ya suponen casi la mitad de la población total del barrio. «A día de hoy estamos colapsados, ya no cabe nadie más», afirma Isaac Demets, párroco de San Vicente de Paúl. Cuenta que los alquileres han subido tanto que hay pisos que alojan a varias familias. Para paliar esta situación, la parroquia tiene un recurso de emergencia: un piso donado por una feligresa que los paúles ofrecen a recién llegados a nuestro país. «Ya hay unas cuantas familias que han pasado por ahí hasta que han podido salir adelante».

Uno de los inmigrantes que vive en el piso de acogida de emergencia de la iglesia
Uno de los inmigrantes que vive en el piso de acogida de emergencia de la iglesia. Foto: Parroquia San Vicente de Paúl.

Esta afluencia de vecinos con otros acentos está rejuveneciendo la zona, hasta el punto de que «la edad media de los fieles que pasan por la iglesia está entre los 40 y 50 años», calcula el sacerdote. Eso se nota en la catequesis de infancia, que abarca a 150 niños en proceso de hacer la Primera Comunión, y en los bautizos, cerca de 100 al año. En cuanto a los cursillos matrimoniales, hay cuatro anuales, pero el curso que viene harán uno más, porque están observando un repunte del interés de los jóvenes por el matrimonio. «En su dimensión sacramental, esta es una parroquia muy viva y grande. Los bancos se llenan los domingos, con 500 o 600 personas, y hay gente de pie», cuenta.

Entre ellas está un grupo de 100 jóvenes que se reúnen los domingos «para que la parte teórica desemboque en la parte práctica», dice Demets con humor en referencia a la celebración de la Eucaristía. En este sentido, la devoción al Santísimo se encuentra también en la capilla de adoración permanente, abierta de la mañana a la noche, que no precisa de turnos «porque siempre hay gente adorando al Señor». Igualmente, se refleja en la vigilia de la Adoración Nocturna una vez al mes y en el rato semanal de oración de los jóvenes de Hakuna.

Pero San Vicente de Paúl es también una comunidad con vocación callejera. Los miembros de la Asociación de la Medalla Milagrosa llevan su imagen por turnos a las casas del barrio y por la calle, para rezar con las familias ante la Virgen. Junto a ello, el año pasado se retomaron las tradicionales fiestas de san Vicente en la cercana plaza que lleva su nombre: «Se cierra al tráfico y se hacen actividades para niños y una Misa de campaña en el exterior, para todo vecino que quiera participar», señala el religioso.

Los fieles de la parroquia participan en sus actividades «con entusiasmo», dice el párroco
Los fieles de la parroquia participan en sus actividades «con entusiasmo», dice el párroco. Foto: Parroquia San Vicente de Paúl.

En cuanto a la labor caritativa, los grupos de voluntarios que reparten la Comunión a los enfermos por las casas han incorporado este año a jóvenes de los grupos de Confirmación. Otros brindan apoyo escolar a niños procedentes de familias sin recursos. En esta misma línea, dos días a la semana el párroco realiza la acogida de los que llaman por primera vez al despacho de Cáritas. «Para empezar, les damos un desayuno que dona un negocio de la zona», cuenta Demets. «Eso desarma a la gente y muchas veces sirve para coger confianza y desahogarse».

El año que viene tomará forma un sueño nuevo: «Queremos inaugurar una cocina solidaria que dé servicio los fines de semana, cuando muchos comedores están cerrados». De este modo, las personas a las que acompañan desde Cáritas podrán no solo alimentarse, sino también disfrutar de una idea original, una cocina temática en la que cada fin de semana los platos sean típicos de un país distinto. «A la gente le ha gustado la idea y los voluntarios que tenemos participan con entusiasmo en estas cosas», concluye el párroco.