La pandemia en un hospital: «No somos invencibles» - Alfa y Omega

La pandemia en un hospital: «No somos invencibles»

La subdirectora médico del Hospital Reina Sofía de Córdoba, Elena García, ha contado en la catedral cordobesa cómo se vivieron los momentos más duros de la pandemia en su centro hospitalario

Redacción
La doctora Elena García, durante su testimonio en la catedral de Córdoba

«Qué exagerados me parecieron los chinos con sus mascarillas, y cómo nos costaba creer los relatos de horror de nuestros colegas italianos», reconoció la semana pasada, durante la Vigilia de la Inmaculada, la doctora Elena García, subdirectora médico del Hospital Reina Sofía de Córdoba.

En un testimonio hecho público por la diócesis cordobesa, García afirmó que el coronavirus llegó a España «cuando teníamos la sensación de ser invencibles y de que esto a nosotros nos nos iba a tocar». Por eso señaló que «la gran lección de esta pandemia ha sido el constatar que hemos vivido de manera equivocada, de espaldas a los demás, de espaldas incluso a nuestras propias familias, enfrascados en nuestras prisas cotidianas».

Tras esos primeros momentos de incertidumbre, «de falta de recursos y de camas, de desesperación por no haber podido encontrar un remedio inmediato», llegó la experiencia «de un mundo cercano al reino de Dios, de trabajo en equipo, de todo el mundo queriendo colaborar, de solidaridad, de gente volcada para ofrecer su granito de arena».

Así, relató como en su ámbito más cercano la gente fabricaba y donaba mascarillas, trajes de protección, pantallas faciales… «Fueron la mano de Dios acompañándonos en nuestro camino». Los sanitarios también sintieron «la fuerza de la comunidad», en forma de canciones, mensajes y aplausos desde los balcones. «Nos sentimos respetados y apoyados», dijo la doctora.

La misma pandemia «que nos ha dañado hondamente, que ha separado familias y ha impedido celebraciones y despedidas», también «nos ha hecho estimar el valor de un abrazo, de un beso, de mirarnos a los ojos. Hemos aprendido a valorar el tiempo para pasear, respirar y orar a Dios», señaló, al mismo tiempo que reconoció que «nunca olvidaré a ninguno de los enfermos que acompañamos porque no podían ser acompañados por sus familiares», en un momento en que la doctora comprobó cómo «la oración me acerca a Dios y alivia mi carga y mi cansancio».