La oscuridad se cierne sobre la Cañada Real - Alfa y Omega

La oscuridad se cierne sobre la Cañada Real

Tras dos meses sin luz, la situación en la Cañada Real es insostenible. «Hace unos días tuvimos que gestionar la salida urgente de un vecino con un respirador», señala el sacerdote Agustín Rodríguez

José Calderero de Aldecoa
Los vecinos de la Cañada claman por una solución después de dos meses sin luz. Foto: José Ramón Ladra

La Cañada Real es un lugar de contrastes. Algunos de sus vecinos han convertido las drogas en su medio de vida y otros nada tienen que ver con ellas y viven allí empujados por su situación de extrema vulnerabilidad. Las sustancias estupefacientes, sin embargo, han estigmatizado a los lugareños durante años. Pero después de 60 días sin luz en el poblado, el sacerdote Agustín Rodríguez –párroco de Santo Domingo de la Calzada– utiliza un artículo determinado para calificar la falta de suministro eléctrico como «el problema» más importante del poblado en estos momentos, «sin ninguna duda, aunque solo sea por el nivel cuantitativo de lo que abarca». Ahora mismo, «entre el sector 5 y el 6, tenemos más de 4.000 personas sin luz».

El párroco de la Cañada tilda la situación de «dramática». Y más teniendo en cuenta que «la luz es un elemento de primera necesidad». Por ejemplo, «hay una niña de un año que necesita una sonda para comer» y «hace unos días tuvimos que gestionar con el Samur Social la salida urgente de un señor porque necesita enchufarse un respirador». El hecho de «que no se pueda cortar la luz a una persona en una situación de precariedad pone de manifiesto la dependencia que tenemos en relación con la electricidad».

Más allá de los casos extremos y de la oscuridad a la que aboca esta situación, Rodríguez advierte de otros peligros derivados de los problemas del suministro. «No funciona, por ejemplo, la nevera y entonces no puedes conservar los alimentos. Tienes que acudir a la compra todos los días»; pero eso no es tan fácil en un sitio como la Cañada, donde no hay ningún establecimiento y tampoco transporte público en el que una familia se pueda trasladar para proveerse.

Junto con la comida, la higiene es otra de las grandes afectadas. Sin suministro eléctrico no funcionan las calderas que calientan el agua, por lo que el nivel de aseo disminuye en un momento en el que es fundamental en la lucha contra la COVID-19 –el virus ha terminado con la vida de tres vecinos del poblado–. Además, afecta de pleno a los niños, que «no se pueden duchar en condiciones y huelen. No quieren ir al cole porque sus compañeros les miran mal». Pero quedarse en casa sin corriente eléctrica y, por lo tanto, sin poder asistir a clases de forma telemática, tampoco es una opción.

¿Proliferación de plantaciones?

Con las consecuencias claras, el trabajo se centra ahora en establecer las causas y buscar una solución. En el origen del problema se encuentra una «sobrecarga altísima» en el consumo. «Así lo han manifestado las administraciones a tenor de las informaciones remitidas por la compañía eléctrica». A su vez, «la Policía señala la proliferación de plantaciones de marihuana en este terreno, que son los que causan esta demanda exagerada».

A partir de ahí, el fin de esta situación «pasa porque la Policía haga su trabajo. Si lo hiciese, habría más posibilidad de que el consumo se normalizara». Nos consta que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado «están elaborando un ambicioso plan de intervención», concluye Agustín Rodríguez, «pero mientras tanto, ¿qué pasa? ¿Cómo ponemos fin a los dos meses sin luz de estas familias?».

La perspectiva del Evangelio

Ante este problema, y el resto de dificultades que asolan la Cañada Real, el párroco reconoce que ni ellos ni Cáritas Diocesana de Madrid pueden «paliar la situación de forma inmediata». Sin embargo, se está reflexionando sobre distintas soluciones a largo plazo. «Quizá se pueda abordar una solución más de infraestructura», propone.

Más allá de la técnica, el sacerdote convocó una semana de ayuno y oración entre el 15 y el 22 de noviembre, porque «hay demonios que solo se van con estas herramientas» evangélicas. En ella quiso estar presente el arzobispo de Madrid. «Don Carlos nos invitó a volver los ojos hacia Aquel a través de cuya mirada podemos descubrir la realidad de una forma nueva. En definitiva, nos estaba invitando a no perder la perspectiva del Evangelio».