La madre ucraniana que se fue a buscar a su hijo secuestrado por Rusia
Llevado contra su voluntad por las fuerzas de ocupación de Moscú, cuando su madre lo encontró este joven pensó en quedarse para protegerla
Tatyana Bodak es la madre de Vlad Rudenko, un adolescente ucraniano. Con 16 años, las fuerzas rusas se lo llevaron de Jersón, región del sur que limita con Crimea y que fue una de las primeras en ser ocupadas. Allí vivía con su gran familia —tiene siete hermanos— y estudiaba en una escuela profesional marítima (civil), reconvertida por los ocupantes en militar.
—¿Cómo desapareció su hijo?
—Tatyana Bodak: Era octubre de 2022. Mi madre acababa de morir: un misil ruso la mató mientras iba en el autobús. Yo estaba organizando el funeral y mandé a mis hijos a casas de amigos para protegerlos del duelo. Solo Vlad, el del medio, se quedó. Vinieron tres soldados rusos armados, le dieron 30 minutos para hacer la maleta y se lo llevaron con otros chicos de su escuela. Llamé al centro y me dijeron que era un viaje de dos semanas. Esa noche, Vlad me llamó desde el teléfono de un desconocido y me dijo que estaban cerca de la frontera de Crimea. Luego la línea estuvo sin señal seis semanas.
—¿Cómo era la vida en el sitio al que le llevaron?
—Vlad Rudenko: Era un campamento con 800 niños ucranianos. No eran unas vacaciones. Cada día empezaba y terminaba con el himno ruso. Hablar de Ucrania estaba prohibido. Un día, un trabajador rompió y pisoteó la camiseta de una chica en la que ponía «gloria a Ucrania».
Yo me negaba a obedecer y me pusieron en aislamiento. Decían que era peligroso. La presión y la propaganda no cesaban.

—¿Fue difícil traerlo de vuelta?
—T. B.: Después de que liberaran Jersón y la parte noroeste de la región, Vlad me llamó otra vez y me suplicó que fuera. Ya los habían trasladado más hacia el interior del territorio ocupado. Alguien me habló de la ONG Save Ukraine, contacté con ellos y empezamos a preparar todo.
—V. R.: Después de Año Nuevo, los oficiales de la escuela marítima volvieron y nos dijeron que íbamos a retomar las clases. Pero en vez de estudiar, nos mandaron a un pueblito al lado del mar para hacer el adiestramiento militar. Aunque yo estudiaba construcción naval, nos enseñaron a desfilar, a manejar armas y a superar carreras de obstáculos. A los mayores los mandaron a puestos de control. La mayoría ya habían abrazado visiones prorrusas. Era insoportable. Yo seguía llamando a mi madre, suplicándole que me llevara a casa.
—¿Cómo fue estar en la zona ocupada?
—T. B.: Tenía miedo. Mi marido estaba en el Ejército de Ucrania. El Servicio Federal de Seguridad de Rusia me detuvo, acusada de ser espía. Me pusieron una bolsa en la cabeza, me llevaron a un sótano y me interrogaron. Usaron un detector de mentiras y me preguntaron por las posiciones de las tropas ucranianas. No sabía nada y eso me salvó. Pero me di cuenta de que quizá no volvería a ver a mi hijo.
—Vlad, ¿siempre creyó que volvería?
—V. R.: En algún momento pensé que me iba a quedar allí para siempre. [El joven alude a cómo, cuando vio todo lo que su madre había sufrido, pensó que por su causa le podían hacer más daño y decidió que era mejor no huir, N. d. R.]. Pero ella me convenció para irme. Pasamos por muchos puestos de control rusos y pasos fronterizos. Nos hicieron grabar un vídeo alabando a Rusia. Era peligroso decir que íbamos a Ucrania.
2022
- Febrero: antes de la invasión, Rusia se lleva a 500 niños de Donetsk.
2023
- 14 de febrero: la Universidad de Yale publica un informe con 6.000 casos.
- 17 de marzo: orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra Putin y Maria Lvova-Belova.
- 28 de febrero: Ucrania agradece la ayuda del Vaticano.
—T. B.: Tras una semana de viaje, en mayo de 2023, llegamos a Kiev. El equipo de Save Ukraine nos acogió. Mi hijo callaba, no confiaba en nadie. Pero gracias a los psicólogos y trabajadores sociales, paso a paso comenzó a sanar.
—¿Cómo ha cambiado su vida ahora?
—V. R.: Tengo 19 años. He vuelto a boxear, he hecho amigos y comparto mi historia. Muchos chicos de mi escuela se mudaron a Rusia. Algunos se han alistado en el Ejército. Quiero que la gente sepa lo poderosa que es la propaganda rusa y que hay que ponerle freno.
—¿Qué dirían a otras familias?
—T. B.: Que es posible traer a tu hijo de vuelta a casa. Yo nunca dudé del mío. Sabía que preferiría cruzar un río a nado que vivir bajo la ocupación.
Los Papas Francisco y León XIV se han referido con frecuencia al regreso de los niños deportados. ¿Qué significa para ustedes?
—T. B.: Nos da esperanza. El mundo debe seguir hablando de esto. Creo en nuestros niños. Un día, algo se removerá en su corazón por su patria y regresarán.