La libertad religiosa, amenazada también en Estados Unidos. «Si no reclamamos la libertad religiosa, la perderemos» - Alfa y Omega

La libertad religiosa, amenazada también en Estados Unidos. «Si no reclamamos la libertad religiosa, la perderemos»

En Occidente, la libertad religiosa sufre cada vez más restricciones. Si los creyentes no la defienden, «la perderemos. No de la noche a la mañana, sino paso a paso». Lo afirmaba un obispo de Estados Unidos, al comenzar la Quincena por la Libertad convocada por la Iglesia católica. En este país, como sucede en la vieja Europa, lo que está en peligro no es poder ir a Misa los domingos, sino el derecho a participar en la vida pública desde la propia identidad y convicciones

María Martínez López
Una celebración de la Quincena por la Libertad, en Nashville (Tennessee).

El Día de la Independencia, que se celebra el 4 de julio, es la fiesta civil más importante de Estados Unidos. También para los católicos, que se resisten a tener que dejar de lado su fe para participar en la vida pública. Ese día, concluirá la Quincena por la Libertad, convocada por la Conferencia Episcopal, en la que están implicadas las 195 diócesis del país. El motivo es sencillo: «Si no reclamamos ahora, y con vigor, nuestra libertad religiosa en la arena pública, la perderemos. No de la noche a la mañana, sino paso a paso e inexorablemente», afirmaba, horas antes del comienzo de la Quincena, monseñor Charles Chaput, arzobispo de Philadelphia.

Los tiempos han cambiado desde que el Papa Benedicto XVI afirmó, con motivo de su visita al país en 2008, que «lo que me encanta de Estados Unidos es que comenzó con un concepto positivo de laicidad», abierta a todas las confesiones. El Estado «debía ser laico precisamente por amor a la religión en su autenticidad, que sólo se puede vivir libremente». Incluso añadía que este modelo «es digno de ser tenido en cuenta también por Europa». Es tan obvio que «la libertad religiosa es una piedra angular de la experiencia americana» —afirmaba monseñor Chaput—, que, hasta hace poco, «nadie necesitaba decirlo». Los fundadores del país «vieron la fe como algo vital para la vida de un pueblo libre», y su nación está diseñada «para acoger el rol activo [de la fe] en la vida pública».

Ni el mismo Jesús sería libre

¿Qué ha sucedido para que la libertad religiosa haya pasado de ser motivo de orgullo a derecho amenazado? El motivo inmediato de la Quincena por la Libertad es el mandato del Departamento de Sanidad y Servicios Humanos, incluido en la reforma sanitaria de Obama y ratificado en enero. Obliga a todas las entidades a contratar, para sus empleados, un seguro médico que incluya todas las formas de contracepción, incluida la esterilización y la abortiva píldora del día después.

El presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, cardenal Timothy Dolan, presenta la Quincena por la Libertad.

En un intento de evitar la confrontación con los obispos, la Administración Obama ha ofrecido pequeños gestos conciliadores, como una exención para los lugares de culto. Pero los requisitos son tan cerrados «que no protegen a casi nadie. El mismo Jesús no sería considerado lo suficientemente religioso para estar exento, pues ayudaba a gente que no compartía su visión de Dios», criticó en su día el cardenal Daniel DiNardo, Presidente del Comité Pro-Vida de la Conferencia Episcopal Estadounidense. Tendrán que someterse al mandato todas las entidades católicas nacidas con vocación de servicio: hospitales, residencias, colegios, agencias de adopción… Juntas, constituyen la mayor red asistencial del país.

Ante la encrucijada

Los obispos han criticado duramente esta intromisión en la identidad de las entidades religiosas. La libertad religiosa —subrayan— es más que la libertad de culto. «La fe cristiana necesita comunidad. Comienza en el culto, pero también demanda la predicación, la enseñanza y el servicio», afirmaba monseñor Chaput. También monseñor William Lori, presidente del Comité ad hoc de la Conferencia Episcopal para la Libertad Religiosa, subrayaba, en la Misa de inauguración de la Quincena, que la libertad religiosa también es «la libertad de las instituciones de la Iglesia para actuar de acuerdo con sus enseñanzas». El Comité que preside monseñor Lori presentó, en abril, la Declaración La primera y más preciada de nuestras libertades. En ella, se afirma que «ser católico y norteamericano debería significar no tener que elegir» entre una cosa y otra. Pero el mandato y la insuficiente exención religiosa —continúan— pone a muchas instituciones en la tesitura de traicionar sus creencias o su labor social.

En la plaza pública

Como parte de la sociedad civil, la Iglesia ha intentado influir en la reforma sanitaria de Obama desde que ésta se planteó, en 2010. Ha promovido la participación en los períodos abiertos a las aportaciones ciudadanas; 43 instituciones católicas —entre ellas algunas de las principales diócesis y varias universidades— presentaron, en mayo, 12 demandas contra el mandato; y los obispos han apoyado el proyecto de ley de Respeto al Derecho de Conciencia, pendiente de tramitación en el Congreso. Los católicos también han sido parte importante de las dos oleadas de manifestaciones que, en pocos meses, se han celebrado en 150 ciudades.

Unidad sin fisuras en defensa de la libertad

La unidad ha sido, hasta ahora, la clave del éxito de la Iglesia en Estados Unidos, en su lucha por la libertad religiosa. No ha habido fisuras entre los obispos contra la reforma sanitaria, a pesar de las fuertes presiones. En el plano mediático, el New York Times publicó un anuncio a toda página, animando a los católicos a dar la espalda a sus obispos, caricaturizados como misóginos y obsesos sexuales.

Barack Obama buscó un punto débil en las tensiones entre la jerarquía y algunos sectores de la vida religiosa en Estados Unidos. Cuando el Presidente ofreció en febrero un trato a la Iglesia para desactivar la oposición a la reforma sanitaria, no estaba pensando en los obispos, sino en la Hermana Carol Keehan, Presidenta de la Asociación Católica Sanitaria. Pero incluso ella, persona cercana al Presidente, le ha respondido que las modificaciones son insuficientes. Las alarmas han saltado entre los demócratas. El católico Jim Arkedis ha advertido al Presidente que, si quiere conservar el favor de los católicos en las elecciones de noviembre, tendrá que dejar de «meter presión entre los fieles y las posiciones oficiales de los obispos». Los católicos, la primera confesión del país, una cuarta parte de la población, históricamente han dado su apoyo al Partido Demócrata, pero su voto no puede darse por descontado. En 2004, ganó ese voto George W. Bush, frente al católico -y proabortista- John Kerry. Cuatro años después, desencantados con los republicanos, los católicos volvieron al redil demócrata. Desde entonces, el Presidente ha tratado de sembrar división en esta confesión. Se ha rodeado de personalidades católicas, que, sin embargo, están a favor del aborto, y no pierden ocasión de expresar su oposición al Magisterio en cuestiones de tipo moral y doctrinal. El Vicepresidente, Joe Biden; la ex Presidenta del Congreso, Nancy Pelosi; o la Secretaria de Sanidad, Kathleen Sebelius, son algunos de ellos.

La paradoja de la polémica sanitaria es que son precisamente los católicos quienes tradicionalmente han defendido en Estados Unidos la cobertura sanitaria universal. La Iglesia, forjada como comunidad de inmigrantes de segunda categoría (italianos e irlandeses, primero; hispanos, ahora), ha sido la gran abanderada en este país de las causas sociales. Los católicos constituyeron la base del movimiento sindical, a partir de finales del siglo XIX, y del apoyo social al New Deal, del Presidente Roosvelt. También fueron ellos los pioneros del movimiento pro vida, y los grandes defensores de los derechos de los inmigrantes.

La situación actual guarda paralelismos con la que se vivió en los años 20 del siglo XX. Si la Iglesia ha defendido la cobertura sanitaria universal, en su día también pidió el acceso universal a la educación, pero no podía hacerlo al precio de renunciar a la libertad educativa y religiosa. En aquellos años, se conformó en Estados Unidos una alianza entre el Ku Kux Klan y algunas logias masónicas para defender las supuestas esencias WASP (blanco, anglosajón, protestante) de la nación. En Oregón, se aprobó una ley que obligaba a todos los niños a acudir a escuelas públicas, con la clara intención de cerrar los colegios católicos. La Iglesia dio la batalla en todo el país, hasta que, finalmente, el Tribunal Supremo declaró la ley inconstitucional. «El niño no es una criatura del Estado», escribió Pío XI, en defensa de los católicos norteamericanos.

Ricardo Benjumea

Pero mucho más importante ha sido la labor hacia dentro, que comenzó con la creación del comité ad hoc en septiembre de 2011, y que ha desembocado en la Quincena por la Libertad. Las fechas tienen un claro simbolismo: la Quincena no sólo termina el 4 de julio, sino que comenzó el 21 de junio, víspera de la fiesta de San Juan Fisher y Santo Tomás Moro; y engloba otras fiestas de mártires. Como ellos, los obispos afirman que «una ley injusta no se puede obedecer». Entre las propuestas de la Quincena, se anima a los fieles a escribir a sus representantes y a recoger firmas, sí, pero sólo como último paso. «La política y los tribunales son importantes. Pero nuestra libertad religiosa depende, en último término, de la viveza de nuestra propia fe cristiana», subrayaba monseñor Chaput.

Lo primero, vivir la fe

Por eso, lo fundamental es la oración y la penitencia. Se han editado oraciones cortas, guiones para la Misa y para Horas Santas. Los actos de este tipo son los más numerosos en los programas de las diócesis para la Quincena. También son muy importantes las iniciativas orientadas al estudio y la catequesis. La Conferencia Episcopal ha elaborado una catequesis para cada día, basadas en la doctrina del Concilio Vaticano II. Se pretende, así, concienciar a los católicos sobre esta cuestión y, a través de ellos, a toda la opinión pública. Ante los ataques a su libertad, los católicos estadounidenses están llamados a «profundizar en nuestra propia apreciación de la fe, renovar nuestra confianza en su verdad, y estar preparados para compartirla con los otros», afirmaba el pasado domingo el cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington, ante 4.000 fieles congregados en la Universidad George Washington, para el encuentro Celebración de la libertad.

La resistencia de la Iglesia católica ha conseguido el respaldo de otras religiones. Incluso algunas que aceptan los contraceptivos son conscientes de que el mandato supone un ataque a la libertad religiosa. También gran parte de la población ve en la reforma sanitaria una amenaza a la libertad. Por ejemplo, según una encuesta Rasmussen Reports de finales de mayo, el 51% de los encuestados se oponía a que las instituciones religiosas deban cubrir los contraceptivos. El debate, que inicialmente sólo importaba a los católicos —y no a todos—, ha adquirido peso en la sociedad, hasta el punto de plantearse cuál será su influencia en las elecciones de noviembre. En este sentido, el baptista Mike Huckabee, ex Gobernador de Arkansas y ex candidato en las primarias republicanas, afirmó en un mitin: «En gran medida, gracias al Presidente Obama, ahora somos todos católicos».

Mucho más que preservativos

Sin embargo, la Iglesia es más ambiciosa y pretende, con toda esta labor, generar un debate público más amplio sobre la libertad religiosa. Como dijo al inaugurar la Quincena monseñor Lori, «incluso si amenazas actuales como el mandato fueran superadas, aún tendríamos que hacer frente a fuerzas poderosas que buscan impedir que la fe ejerza una influencia apropiada y necesaria dentro de nuestra cultura».

Gente de fe a favor de los inmigrantes. Manifestación en contra de las leyes anti-inmigración, el pasado abril.

En efecto, el mandato ha sido sólo la gota que colmó el vaso. También preocupan a los obispos las leyes de inmigración aprobadas, en los últimos años, por los Estados de Arizona —que el Tribunal Supremo ha derogado parcialmente esta semana— y Alabama, y que otros han imitado en parte. La Iglesia ha intentado combatirlas con las mismas armas con las que ha luchado contra el mandato de Obama. Estas leyes —explica la declaración del comité ad hoc— «prohíben lo que el Gobierno considera como amparo a inmigrantes indocumentados, y que la Iglesia considera como caridad cristiana y cuidado pastoral de esos inmigrantes»: desde alojarlos hasta administrarles los sacramentos y permitir que se integren en una parroquia. Estas leyes, aprobadas en Estados gobernados por los republicanos, demuestran que las amenazas contra la libertad religiosa proceden de todo el espectro político.

Una larga lista

La declaración cita otros ejemplos, ocurridos en todos los niveles. El Gobierno federal quiere obligar a los Servicios de Inmigración y de Refugiados de la Conferencia Episcopal a que ayuden a las mujeres víctimas del tráfico de personas a conseguir abortos, bajo amenaza de no renovarles los convenios. El Estado de Connecticut intentó, en 2009, aprobar una ley que regulaba cómo debían organizarse las parroquias católicas, una cuestión puramente interna de la Iglesia. En el Estado de Illinois, y también en ciudades como Washington D. C., Boston y San Francisco, las ONG católicas dedicadas a la acogida y adopción de menores han dejado de ofrecer estos servicios, para no verse obligadas a entregar a niños a parejas homosexuales.

También a nivel local, la ciudad de Nueva York aprobó una ley que excluía a los grupos religiosos de la posibilidad de alquilar las escuelas públicas durante los fines de semana. La libertad religiosa no sólo se ve amenazada a través de leyes o decisiones administrativas. Por ejemplo, la Universidad de Hastings, en California, negó la categoría de asociación estudiantil a la Sociedad Legal Cristiana, porque esta asociación exigía a sus responsables que fueran cristianos y se abstuvieran de tener relaciones sexuales.

La libertad religiosa, en una crisis global

A los obispos de Estados Unidos no les preocupa sólo la libertad religiosa dentro de su propio territorio. Durante su Asamblea Plenaria de este junio, su mirada se dirigió también al resto del mundo. Para ello, contaron con el testimonio de monseñor Shlemon Warduni, obispo auxiliar del Patriarcado católico caldeo de Babilonia, en Irak. También habló sobre esta cuestión el ex diplomático americano Thomas Farr, que denunció que la libertad religiosa se enfrenta a una crisis global. Las restricciones —explicó— aumentan en todo el mundo, y Europa «tiene la proporción más grande de países» en los que la hostilidad contra la religión está creciendo.

Además —añadió Farr—, los límites a la libertad religiosa en Occidente pueden ser un freno para «la derrota del terrorismo de base religiosa y para la causa de la justicia y la paz internacional», a medida que los países musulmanes asocien, cada vez más, la influencia de Occidente con el secularismo. A esto se suma el hecho de que no sólo puedan aumentar los ataques contra los cristianos en todo el mundo, sino que, además, es probable que cada vez gocen de más inmunidad, al disminuir la condena internacional. También en su política exterior, el Gobierno de Estados Unidos ha cambiado sus prioridades. A finales del año pasado, la Comisión Internacional sobre Libertad Religiosa, organismo independiente conocido por sus rigurosos informes anuales, estuvo a punto de extinguirse, al no renovársele, hasta el último momento, el presupuesto. Al mismo tiempo, un documento del Gobierno manifestaba su nueva prioridad: promover, en todo el mundo, la ideología de género.

Otros muchos casos demuestran que Estados Unidos ha dejado de ser un modelo en cuanto a libertad religiosa y de conciencia. Ahora, se dan allí las mismas amenazas a esta libertad que en Europa: denuncias contra las empresas que no sirven a bodas homosexuales, intentos en hospitales de limitar la objeción de conciencia al aborto; adoctrinamiento de género en algunos colegios; intentos de evitar la mención a Dios en actos públicos…

Espejo para Europa

Todos estos ataques suenan familiares a este lado del Atlántico, aunque algunos un poco menos. ¿Está en juego en Europa la libertad religiosa de quienes ayudan a los inmigrantes indocumentados? Sí, la cuestión se ha planteado en Francia, y también en España. Aquí, en 2009, el anteproyecto de reforma de la Ley de Extranjería —corregido luego— equiparaba a las asociaciones asistenciales con las mafias que trafican con inmigrantes. Por otro lado, mientras en Estados Unidos el mandato para cubrir la contracepción en los seguros médicos ha puesto a muchos en pie de guerra, en España, las personas que se oponen a prácticas como el aborto, la reproducción asistida o las esterilizaciones, están obligadas a financiarlas a través de su contribución a la Seguridad Social. Asimismo, también en el Reino Unido la ley anti-discriminación contra los homosexuales forzó a algunas agencias de adopción a abandonar su misión para no traicionar sus creencias ni su esfuerzo por buscar el bien de los niños.

Este goteo constante de límites parece querer constreñir a los creyentes, cada vez más, dentro de las cuatro paredes de sus templos. Pero la libertad religiosa implica también el derecho a vivir las propias convicciones en la plaza pública. Y «en la práctica —asegura monseñor Chaput—, nada garantiza nuestra libertad salvo nuestra disposición a luchar por ella».